Crónica anunciada pero no por ello menos cuestionable. A la decisión del gobierno argentino de retirar su participación en la emisora regional Telesur ya le había ganado de mano Cablevisión, el sistema de cable del Grupo Clarín, al quitar al canal con sede en Caracas de la grilla básica analógica, la más económica y que ofrece unas setenta señales, sin que mediara explicación ni ninguna intervención del ente regulador creado a gusto y piacere de la Casa Rosada. Agrade o no, Telesur es una emisora de noticias internacionales, un segmento en el que los canales argentinos, si algo no hacen, es brillar.
El caso de Telesur es arquetípico de los méritos y defectos de las políticas públicas de comunicación en América Latina. Por un lado, se trata de la primera emisora latinoamericana gestionada por los propios estados de la región. En sí, un intento legítimo para ampliar el derecho a informarse de los ciudadanos. La distintiva cobertura de Telesur de acontecimientos como el golpe de Estado en Honduras (2009), el intento en Ecuador (2010) y la destitución del paraguayo Fernando Lugo (2012) son demostrativos de lo saludable que significa contar con un medio público regional. La otra cara de la moneda ha sido la plena identificación de la línea editorial de la emisora con los gobiernos de los países que la financian desde 2005: Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y el timonel, Venezuela. La falta de ecuanimidad, en especial en asuntos venezolanos, ha sido tal, que dejó a Telesur en situación de debilidad ante posibles cambios de rumbo de los gobiernos, como los que se están dando en los últimos meses. Dicho y hecho. Cualquier similitud con lo ocurrido con los medios públicos gestionados por el kirchnerismo no es mera coincidencia.
Cuando decimos que el caso Telesur es arquetípico de las políticas públicas de comunicación, nos referimos también al perfil adoptado por el gobierno de Mauricio Macri. De un plumazo, con palabras huecas sobre el pluralismo y la austeridad, el Estado argentino se retira del proyecto. En el mismo paso, se desentiende de su responsabilidad de ordenar la inclusión de diversidad en los sistemas de televisión paga. No sería extraño que en cuestión de semanas, el canal chavista Telesur quede excluido del todo del sistema de cable de Clarín, que es el dominante en las grandes ciudades argentinas. Esto plantea la pregunta de quién tiene la sartén por el mango en las políticas públicas de comunicación bajo la Presidencia de Macri. ¿El gobierno o el Grupo Clarín?
Editorial del Diario Buenos Aires Herald