El panel demuestra una fuerte confusión en torno a la temática de la orientación sexual y la identidad de género. Esto en sí mismo no resultaría preocupante, ya que es factible y nada condenable que el panel desconozca las características de este colectivo. El problema reside en que esta confusión lleva a producir y reproducir estereotipos con respecto a la diversidad sexual que, además, afectan directamente a los niños y niñas que forman parte de estas familias. Si hubiese una real intención de comprender las configuraciones familiares, sería propicio, por parte de comunicadores responsables, consultar con el colectivo en cuestión.
La utilización de expresiones como “la sociedad está rara”, “está disfrazado de mujer”; el uso de la palabra “perversión”; la afirmación de que deberán serle explicados al niño/a sus vínculos familiares por un psicólogo y la ironía sobre que ahora “tener dos mamás o dos papás es normal”, hacen una distinción tajante entre quienes serían “normales”, por ajustar su sexualidad a los modelos hegemónicos y quienes por no hacerlo, deberían dar explicaciones. Construcciones de este tenor implican espectacularizar las identidades de género y mostrarlas como una “rareza”.
Además de que existen diversas maneras de ser varón y/o mujer, también existen diversos modelos de familia. Aquí se habla de la familia desde el parámetro hegemónico de heteronormatividad en el que se adjudican funciones estáticas a cada miembro.
La familia como institución social está en permanente proceso de transformación y esto depende del contexto sociocultural y económico en que cada una de ellas se inserte. Existen multiplicidad de modalidades y muchas de ellas quedan por fuera de cualquier definición tradicional, no por ello dejan de ser un modo posible de familia.
Algunos/as de los/as panelistas del programa reproducen desde sus opiniones afirmaciones arraigadas en una fuerte ideología patriarcal. Se esbozan ideas sobre la crianza y educación de los/as hijos/as fundadas en representaciones sociales que provienen de un arquetipo de familia nuclear, heterosexual y universal, que desconoce y niega otros tipos de configuraciones familiares. Esta misma concepción reduccionista que se realiza sobre un único modelo de familia a su vez reconoce la existencia y habilita también “un solo modo de ser mujer, de ser hombre, de ser hijo/a”. Se plantea así una visión generalizada y generalizadora mediante una lógica universal que reglamenta un ideal de familia, de los roles asignados a sus integrantes, que desconoce otras modalidades con perspectivas de inclusión y diversidad sexual, contemplados e incorporados actualmente en la legislación argentina.
Nuestro país se ubica a la vanguardia en el reconocimiento de los derechos igualitarios del colectivo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales e intersex), luego de haber transcurrido décadas de desigualdad e invisibilidad. Las leyes de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género, permitieron un histórico cambio ubicando la agenda de la diversidad sexual en la esfera política, estatal y pública. Estas leyes, a su vez, fueron acompañadas por el Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 1006/2012, iniciativa del Poder Ejecutivo Nacional que permitió regularizar las inscripciones de los/as niños/as con dos madres casadas nacidos antes de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario.
Como señalamos más arriba, las expresiones vertidas en este segmento no solo afectan a las personas trans, sino que también vulneran los derechos de los hijos/as nacidos/as dentro de las familias conformadas por madres y/o padres LGBTI. Contrariamente a lo que manifiesta Eduardo Feinman cuando muestra un aparente interés en el bienestar de los niños/as al expresar “nadie piensa en el niño”, lo que hace justamente es vulnerarlos/as. La Ley N° 26.061 reconoce el derecho a la no discriminación de los niños, niñas y adolescentes y el reconocimiento a su identidad familiar.
Por otro lado, Eduardo Feinman y su equipo realizan comentarios con una fuerte carga de violencia simbólica hacia las personas trans. Frases como “ella dice que es mujer”, “está disfrazada de mujer”, “ella cumplió de función de hombre” y “también va a ser papá” niegan la identidad autopercibida de Casandra, que es a su vez reconocida por el Estado Argentino. En este sentido, históricamente, uno de los reclamos más frecuentes que recibe este Observatorio es por la insistencia en tratar a las mujeres trans como varones; lo cual resulta altamente ofensivo y discriminatorio.
Esta asociación directa entre identidad de género y genitalidad implica desconocer la Ley de Identidad de Género, Ley N°26.743, sancionada y promulgada en el año 2012. Una persona trans se identifica, siente y/o expresa un género diferente al que le ha sido asignado desde su nacimiento independientemente de sus genitales. Una persona trans puede elegir no realizarse operaciones que impliquen una reasignación de sexo en tanto la identidad de género se define por la autopercepción y no por los genitales. La genitalidad tampoco define la orientación sexual de una persona ni la de su pareja.
También hay que destacar que hacia el final del segmento el debate se musicaliza con un tema que suele usarse como fondo para videos de bloopers y/o situaciones insólitas. Entendemos que la elección de esta música no es casual, ya que supone cierta ridiculización o burla hacia la situación de Casandra.
Una práctica social discriminatoria se relaciona con la creación y/o colaboración en la difusión de estereotipos de cualquier grupo humano por características reales o imaginarias, sean éstas del tipo que fueren, sean éstas positivas o negativas y se vinculen a características innatas o adquiridas. Las prácticas sociales discriminatorias no se explican por ninguna característica que posea la víctima de dichas prácticas, sino por las características del grupo social, sociedad o estado que lleva a cabo el proceso discriminatorio.
El término “trans” (travestis, transexuales, transgénero) suele utilizarse para designar personas cuya identidad y expresión de género difiere de la identidad de género o sexualización socialmente asignada. Este colectivo -uno de los más discriminados en nuestra sociedad- ha sido históricamente excluido de las políticas públicas y ha sido sujeto de violencia y abuso a sus derechos humanos. En el marco de un proceso de reparación histórica y de reconocimiento de sus derechos, comentarios como los analizados devienen anacrónicos.
Eduardo Feinmann cierra el debate de la siguiente manera:
“Está rara la sociedad. la verdad de todo, insisto con esto, esta sociedad argentina se ha transformado de una manera impresionante, en algunas cosas para bien, en otras para mal. Resulta que ahora un piropo es un acoso sexual prácticamente. Que un chico tenga dos papás o dos mamás es prácticamente normal, ser gay es casi casi obligatorio. Y si sos hetero, en realidad sos un gay reprimido que tenés que salir del placard en algún momento, es más o menos así. Si no te drogás, sos un careta, eso me lo dicen todos los días. Y si no te pones en pedo, sos un aburrido. sociedad rara, eh, con valores muy complicados. Ya venimos.”
Creemos que, más allá de la opinión personal del periodista, la diversidad sexual y las familias que no coinciden con el modelo hegemónico han existido desde siempre, aunque haya sido en los últimos años, a partir del marco jurídico de reconocimiento de derechos y de las acciones implementadas desde el Estado Nacional, cuando adquirieron mayor visibilidad.
Prácticamente dice sentirse discriminado en su supuesta “normalidad”. Consideramos preciso señalar que el concepto de discriminación se vincula estrechamente con la percepción de “no-normalidad”, en oposición a la supuesta “normalidad” del periodista. Este concepto también se vincula con el de “igualdad”. Se trata de ser diferentes, valorar e incluir las diversas identidades, pero siempre en igualdad ante la ley. La discriminación como hecho social, se basa en la desigualdad dentro de relaciones de poder. Históricamente la discriminación fue sufrida por personas y colectivos sociales que están en una situación de desventaja dentro de relaciones de poder, como le ha ocurrido al colectivo LGBTI.
Victimizaciones como la transcripta anteriormente pueden dar lugar e incluso pueden justificar de alguna manera la no aceptación y la fobia hacia lo diferente a lo hegemónico, cuando la diversidad aparece como una especia de aplanadora que busca imponer su forma de entender la realidad sobre la existente (y hasta ahora excluyente y dominante) y no como parte de una realidad compleja en la que pueden convivir en paz distintas concepciones de la sexualidad. Además, el igualar el tema de la diversidad sexual con temas como la drogadicción o el alcoholismo constituye una práctica discriminatoria al igualar el derecho a la identidad sexual con adicciones que de por sí son dañinas para la salud propia y constituyen problemas de salud pública.
En conclusión, este Observatorio manifiesta su preocupación ante la falta de información, la espectacularización de la diversidad sexual y la banalización de los problemas propios del colectivo, el uso de términos o construcciones gramaticales abiertamente discriminatorias (ejemplos: “puto”, “maricón”, uso del masculino para referirse a travestis y personas trans), los estereotipos y la burla sobre la identidad de género o la orientación sexual y la construcción de escenas de pánico moral y sexual.
Los medios pueden en ocasiones producir y reproducir miradas discriminatorias y contribuir a la construcción de los prejuicios. Pueden tanto ayudar a fortalecer los estereotipos discriminatorios como aportar constructivamente para la legitimación de la diversidad. Entendemos que las personas pueden no tener como finalidad discriminar y sin embargo hacerlo por reproducción de estereotipos.
Por las razones expuestas invitamos a los/as periodistas que participaron de este programa a leer las recomendaciones y sugerencias disponibles en nuestra página web www.observatorio.gov.ar.
Fuente: Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión