El catedrático de Opinión Pública Víctor Sampedro presenta su último libro, 'El Cuarto poder en red', encendida defensa de una profesión periodística que necesita ser refundada
Por: Jose Losa
Es muy crítico en este libro no sólo con la profesión periodística, sino también con la enseñanza del periodismo...
El libro parte de una autocrítica que se basa en el hecho de asumir que no soy nativo digital y que me ha costado entrar en estas lógicas, pero una vez que uno llega a ellas y analiza lo que están haciendo los nativos digitales y cómo están defendiendo esa esfera de debate pública, nueva y emergente se da cuenta de que ahí residen los mimbres básicos por donde ha de profundizar no sólo la profesión periodística, sino la sociedad en su conjunto.
Y en qué consiste esta propuesta
Se basa en un periodismo mancomunado en el cual el ciudadano es el sujeto comunicativo y político por excelencia, que tiene como capital físico dispositivos conectados a la red y gestiona dentro del capitalismo cognitivo una enorme cantidad de datos. De tal forma que si estos datos son liberados y cuentan con la ayuda de profesionales y de organizaciones periodísticas al servicio de esas comunidades que liberan datos son más necesarios en número y compromiso que nunca. Por lo tanto, no es una impugnación de la empresa ni de la profesión periodística, pero sí del modelo de negocio global y de las rutinas obsoletas que hacen que el periodismo no sea valorado como para ser pagado y sostenido por las comunidades a las que sirven.
¿Qué ha fallado?
Los medios convencionales en su inmensa mayoría se han convertido sobre todo en canales de difusión de, o bien propaganda política institucional disfrazada de información, es decir, relaciones públicas, o bien de propaganda encubierta de los sectores económicos con mayor fuerza. Hay que recuperar las esencias del periodismo como servicio público, lo que pasa es que ahora en lugar de hablar de un servicio público que directamente se identifica con cadenas estatales más bien gubernamentales podemos hablar de bien público y esta es la verdadera novedad del asunto. Un bien público que es compatible por completo con la iniciativa privada y con la iniciativa pública, pero que presupone que la información es de todos y no es de nadie, que el control de la información tiene que ser un controlado por la propia comunidad.
¿Qué pueden hacer los hackers por el periodismo?
Lo que nos han enseñado los hackers en los últimos años es que internet llevada hasta sus últimas consecuencias con las herramientas que nos han brindado de software libre, de encriptación y anonimato es sobre todo una plataforma colaborativa de expresión directa desde debajo, de contrapoder, donde se pueden hacer dos cosas actualmente; decir no, desobedecer con pocas consecuencias, lo que permite salvaguardar la autonomía individual, grupal y colectiva, y que se puede construir en tiempo real una relato desde abajo.
¿Hackers y periodistas juntos en una redacción?
Coexistirán. Desde mi punto de vista, el futuro periodista tiene que ser la combinación de un hacker y un deejay. El periodista tiene que ser alguien con un cierto nivel de especialización y respaldado por una organización que le haga completamente invulnerable a las presiones del poder con las que va a luchar constantemente. En el mundo que vivimos de progresiva privatización de nuestros datos, de progresivo espionaje, y de progresiva bunkerización de la información pública, la primera misión del periodista es crear ámbitos de transparencia, por ello debe tener conocimientos propios de un hacker. Por otra parte, tiene que ser un deejay en el sentido de que ha de estar atento a las canciones y a los ritmos que están sonando en la calle, tiene que tocar como un maestro de ceremonias según la gente baile regenerando esos cuentos, esas narrativas sociales que nos hacen pertenecer a un espacio común. Tiene que saber que su trabajo consiste en la remezcla de discursos que tienen una autonomía propia, una entidad propia.
Insiste en el libro en el hecho de que un programa de código abierto es una herramienta que no tiene ideología en el sentido original de la palabra. Esto implica riesgos, como por ejemplo caer en personalismos y caudillismos, algo de lo que se le acusa a Assange.
Puede ser, pero yo me pregunto cómo todavía nadie ha establecido un paralelismo entre Assange y Murdoch, siendo ambos australianos y, en cierta forma, amos de la comunicación actual. Assange es el cabecilla de una revolución digital todavía en ciernes y Murdoch es el exponente de la degradación más absoluta de la prensa que se dice libre, pero que es completamente irresponsable excepto frente a sus accionistas y a su cartera de valores. Este magnate no solo amenaza y destruye vidas, sino que destruye también condiciones de diálogo y la intimidad de los más vulnerables, se vende al mejor postor y corrompe las instituciones. Su estrategia consiste en apropiarse de la comunicación pública colocando a sus hombres de confianza a través de puertas giratorias en los gabinetes de las administraciones más importantes. En resumen, su idea de la información como bien privado sujeto a los vaivenes del mercado supone la eliminación de contenidos difíciles y caros de producir, con el empobrecimiento del debate público que ello supone.
Explica en el libro que no parece descabellado afirmar que los hacktivistas recogieron el testimonio de Emiliano Zapata y otros revolucionarios más próximos, como los anarquistas españoles. ¿Tierra y Libertad equivale ahora a Internet y Privacidad?
Cuando surge el 15M la reacción fue: ¿Qué hacen? ¿Por qué tanta historia por una ley sobre internet? No se dieron cuenta de que internet es el mejor sitio de expresión, de manifestación y de relación sin los sesgos y las exclusiones tan firmes que existen en la esfera pública. Acabamos de pasar una jornada ignominiosa en una democracia [proclamación de Felipe VI] donde se veía que en las calles madrileñas la represión de la mera expresión -ni siquiera de crítica, sino de adhesión a otra idea de jefatura de Estado- eran reprimidas de la manera más violenta y más inconstitucional, mientras tanto, la red hervía en sentido contrario. Cuando la gente se levanta contra la ley Sinde lo que dice es: ‘me quitas el trabajo, me quitas el dinero y ahora me quieres quitar mis momentos más auténticos en los que yo controlo y autogobierno con quién y cómo me comunico, se acabó'.
¿Hay ideología tras el código libre?
Es difícil definir en la coyuntura actual los procesos de empoderamiento popular y de autonomía social en términos de derecha e izquierda, no porque la opresión o la dominación hayan desaparecido -están más presentes que nunca-, pero los códigos con los que se presenta y se denuncia están inutilizados. Solo cabe la acción social como autoafirmación de unas creencias que se comparten con otras comunidades.
En el caso de Assange, por ejemplo, sus valores son por un lado su fervor por diseñar sistemas amplios de comunicación jamás cooptables por el poder y ponerlos a disposición de los demás y, por otro, su afición por aplastar bastardos. Assange define como bastardos a aquellos que, teniendo más poder que el resto, lo tiene también para ocultarse, por lo que el lema de Assange y los suyos es transparencia para el poderoso y privacidad para el débil. Es decir, se trata de invertir la desigualdad acumulativa que los medios están manteniendo dándole más y mejor visibilidad a quien más poder económico, político y cultural tiene. Por tanto, podríamos decir que su ideología consiste en la combinación de coherencia personal y responsabilidad colectiva a la hora de redistribuir la posibilidad de desarrollo personal, colectivo y global.
¿Qué carencias percibe?
Creo sinceramente que hay que avanzar hacia un grado de institucionalización mayor, tú no puedes confiar en un individuo o en un grupo de activistas que no están sujetos a una serie de compromisos claros y explícitos. Por otra parte, si la información que se filtra no va acompañada de una comprobación y de una ejecución de sanciones en caso de que no sea fiable internet podría convertirse en una cloaca llena de infundios, murmuraciones y conspiraciones, algo que nos hundiría todavía más en el desconcierto y la parálisis.
Los nuevos prototipos que están saliendo tienen muy en cuenta que se necesita el compromiso y el rigor de una profesión establecida como es la periodística, que se necesita la colaboración de organizaciones mediáticas existentes una vez que hayan transitado y evolucionado.
Es crítico con la idea de ciberfetichismo, esa aparente ficción de que las tecnologías de la comunicación son la solución al problema de la acción colectiva.
El problema que veo en el ciberfetichismo es que por un lado lleva a la parálisis, te crea recelo, desconfianza y, por lo tanto, te retiras de una esfera en la que se están disputando las luchas por la palabra y por el poder. Por otra parte, no solo cierra otras vías, sino que impide que aquellos que más lo necesitan se acerquen a ello con interés y por lo tanto descubran sus bondades.
¿No cree que las tecnologías en ocasiones nos hacen vivir en un microcosmos ajeno a la realidad?
Esa es la tesis irrebatible de ciberfetichismo. Al final supone un aislamiento escogido entre afines y por lo tanto te desvincula de las relaciones sociales y de los compromisos sociales fuertes. Pero ahora yo pregunto: ¿Conoce alguien a otra persona más comprometida con una comunidad distribuida, difusa e inabarcable que Assange? Su objetivo es darle la posibilidad a la humanidad de relatarse a sí misma con un discurso de contrapoder que hasta ahora no he encontrado en otra persona. ¿Un friki? Puede ser, pero es que todo aquel que desafía el orden establecido y trabaja 17 horas al día en un proyecto no lucrativo es un friki por necesidad.
Fuente: DiarioPúblico