“Consumimos la tragedia como pequeñas pastillas,que más que despertar conciencia lo que está haciendo es adormecer conciencias”, dice Cristian Alarcón.
Por: Luis Ángel Sas
Cristian Alarcón Casanova es un periodista chileno, radicado en Argentina, especialista en narcotráfico y uno de los pioneros en la nueva forma de informar sobre la violencia. Llegó al país a dar un curso a periodistas sobre periodismo y narcotráfico. Ha explorado el narcotráfico en barrios pobres de Buenos Aires, explica que informar sobre el narcotráfico va más allá de contar historias sobre lo evidente. Además hace una crítica a la prensa por la manera de informar sobre hechos de sangre.
En las noticias sobre narcotráfico suele casi exclusivamente exaltarse sus lujos y detallar la violencia pero no sus consecuencias y orígenes, ¿por qué?
Hay una tendencia a la espectacularización en los relatos del narcotráfico... lo que vende es el gran capo, vestido de camisas Versace, rodeado de mujeres siliconeadas, rubias con extensiones, autos importados, camionetas descomunales, mansiones de dudoso gusto, narcorrido y todo eso tiene una razón de ser. Tiene que ver con una cultura rural que se extendió a la ciudad en la década de los setenta y ochenta en Sinaloa, México. Resulta atractivo, casi de ficción. Una de las novelas de más éxito de Pérez Reverte es la Reina del Sur y está basada en una mujer que se convirtió en una gran narcotraficante. ¿El narcotráfico es eso? ¡claro que lo es! Pero también está insertado en la médula de nuestras sociedades. Y donde más golpea es donde más débil es la sociedad: los pobres y excluidos. La única manera de evitar el narco es fortalecer el Estado democrático, para eso se necesita justicia, policías que ganen bien y volver a un concepto, al viejo concepto que el narco robó a la sociedad… el del honor. Es increíble, pero a veces entre los narcos hay más honor que entre unos gobernantes..
¿Suena hasta romántico eso de recuperar el honor?
Quizás haya que poner el foco en cuestiones primarias, como el romanticismo de que una persona puede ser impoluta, que puede tener principios. El narco destruye sueños de las sociedades y convence que la única forma de desarrollarse es en la ilegalidad.
¿Ayudan a esto series de televisión recientes donde se presentan a narcotraficantes de una forma distinta donde incluso se crea empatía con ellos?
Los relatos de la industria cultural tienden a la folclorización de los fenómenos complejos, como son tan complejos, se usa el camino fácil de construir un folclor vistoso, divertido, lleno de prejuicios, de estereotipos, ¡ese es el camino fácil de narrar la violencia! Pero hay que bajar a los territorios (de los narcos) sin arriesgarse sin correr el riesgo. En mi humilde experiencia, todos necesitan ser escuchados, desde el peor de los delincuentes hasta la más castigada de las víctimas, descubrir de dónde vienen, de cómo se convirtieron en criminales. Porque si empezamos a creer que la única forma de comportarme ante la violencia es desear muerte de otros estamos perdidos.
¿Cuál es el trabajo de los medios de comunicación ante esto?
Es necesario la producción de nuevos relatos de la violencia: que pongan el acento no solamente en las consecuencias de un disparo, en la tragedia, sino en las verdaderas consecuencias de la violencia. No estamos logrando poner en contexto lo que nos pasa. Estamos consumiendo la tragedia como pequeñas pastillas que tomamos todos los días que más que despertar conciencia lo que está haciendo es adormecer conciencias. Los relatos de la violencia deben ser los relatos de la complejidad. No estamos construyendo relatos que pueden trascender a esa máquina de producción de titulares y pequeños textos que repiten algo que parece ser siempre lo mismo: una cantidad de muertos, una cantidad de balas. Hay que ayudar a que una sociedad se pueda contar así misma. Es una manera de ayudar a que una sociedad empiece a cambiar.
Foto: José Miguel Lam
Fuente: El Periodico de Guatemala