Por: Carlos Ulanovsky
La columna que se publica a continuación debió formar parte del libro VideoMatch & ShowMatch 20 años de historia , que acaba de publicar Ideas del Sur. Ulanovsky había sido invitado a escribir sobre el paso de Tinelli por la TV de las dos últimas décadas. A último momento se le informó que, por razones de espacio, su texto no había entrado. El libro tiene 322 páginas y centenares de fotos. A continuación se reproduce íntegramente "Lo que me gusta y no me gusta de Tinelli", la nota que el periodista había escrito:
- Marcelo Tinelli es heredero de toda una tradición del espectáculo en la Argentina, originada en el teatro de revistas y reformulada por la televisión (desde la década del 60 por Nicolás Mancera y desde la década del 80 por Juan Alberto Badía): el show musical, brillante, de altísimo tono, movido (en donde nada debe decaer), extenso, variado y banal.
- Su programa no era el mismo cuando empezó. Tuvo el valor de probar muchas cosas. Fue interesante cómo consolidó el de la medianoche como horario estelar y cómo logró una estética antizapping desde un estilo de producción alerta, diverso, actual y audaz.
- Atravesó estos 20 años respondiendo a los cambiantes "ritmos" de nuestra realidad. Hizo de todo, adaptándose a distintas épocas: desde la pura joda al reality de naturaleza, digamos, "solidaria", desde los bloopers a la comedia musical, de las bromas personales al humor político, del caño al patinaje sobre diferentes superficies, de las cámaras sorpresa al costumbrismo.
- Se fue convirtiendo en, además de un poderoso productor, una figura social influyente, al punto de tener mucha mayor presencia, en vida y pantallas, que los grandes protagonistas políticos del país. Fue llamativo también el ascenso de su productora Ideas del Sur.
- Aunque en lo personal no fui un espectador típico de sus programas (en general, mis intereses se enganchan con programas de 3 o 4 puntos de rating antes que con los de 30 o 40 puntos como los que hace él), reconozco como valor que probó muchas cosas diferentes y que con algunas corrió riesgos. Arrancó montado casi exclusivamente en una onda juvenilista o muchachista en Ritmo de la noche, para luego ir yendo hacia un modelo un poco más personal y sensible. Con fuertes inversiones en producción y tecnología y con innovaciones de formatos (no siempre creaciones propias, sino adaptación de ciclos consagrados en televisiones extranjeras, como "Bailando por un sueño").
- Resulta elogiable la cantidad de oportunidades que ofreció a jóvenes, que vinieron a renovar los planteles artísticos de nuestra TV y teatro, en especial los del humor. No todos se quedaron a su lado, pero el efecto del "semillero Tinelli" salpicó a muchos otros ciclos, horarios, formatos y géneros.
- Respecto del estilo de humor. Me gustó más aquél que, a lo mejor involuntariamente, llegó para renovar la nueva cultura popular urbana, que tiene tanta tradición en nuestro país y que alguna vez encarnaron desde la revista Rico Tipo a la película La barra de la esquina , desde los cachadores de café a "esta barra quilombera que no deja que no deja de alentar". Con puntos altísimos, como Carlos Sturze y Fena Della Maggiora, el Bicho Gómez, Pachu y Pablo, Sebastián Almada, Campi y Pichu Straneo, Listorti, Diego Pérez y Freddy Villarreal, tan eficaces y talentosos que en un momento tuvieron necesidad de superar los formatos tinellianos y se desarrollaron individualmente en nuevos espacios. Sketchs como "Los raporteros", "Deportes en el recuerdo", "Figuretti", "Pepe rompé" y "Korol fútbol" quedarán en la historia menor del humor televisivo.
- Lo que no me gustó es la figura de un Tinelli sobrador, promotor de entretenimientos ridiculizadores de la condición humana o denigradores de ilusiones a través de las cámaras sorpresas o cómplices. Algunas, como "El peor día de tu vida" o aquellas que contaban como cómplice a una figura famosa, (como "Cámara In Fraganti", con Luciana Salazar) llegaron a ser de una crueldad difícil de igualar. Reivindico el blooper, en especial el realizado domésticamente, como mensaje propio de estos tiempos: deploro la cámara oculta o sorpresa, carente de ética y la generación de humorismo a costa de un pobre inocente. Y, aún peor, en el caso de que no fueran inocentes y que como se afirmó en numerosas ocasiones esas parodias fueran el producto de arreglos previos, lo que se exponía era muy desdichado, ya que el objetivo primero y casi único era fastidiar, hacer padecer y sacar de las casillas a alguien.
- A Tinelli debe reconocérsele que entendió a la perfección ese fenómeno contemporáneo de que, para sacudir el anonimato, la gente demanda sus segundos o minutos de fama.
- También me enfrento con la idea negativa de que, en general, sus programas sean la "no memoria", porque la vida empieza y termina con sus contenidos, nada existe ni antes ni después. Y la deliberada y discutible decisión de omitir todo aquello que sea profundo o de una línea mínimamente opuesta al entretenimiento. En los dos últimos años tuvimos que aceptar -a la manera de un "pensamiento único"- que una de las principales fuentes informativas de nuestras vidas fueran los programas de Tinelli, reproducidos en más de una docena de programas, en secciones de diarios y revistas y en la radio, y que los grandes conflictos fueran los enfrentamientos entre los participantes de "Bailando..." o "Patinando por un sueño" y sus jurados. Creo que nos merecíamos otra clase de polémicas, algo más que los futiles escándalos mediáticos originados en estos entredichos. Es probable que alguien diga -yo mismo-: "Bueno, pero del aprovechamiento que el resto de los medios hacen de éste programa de alto rating no es responsable Tinelli". Es cierto. Pero Tinelli no hizo nada para evitar la "tinellización" de la vida argentina. No creo, como alguna vez argumentó Juan Pablo Baylac, el vocero del ex presidente De la Rúa, -promotor en su momento del concepto de la "tinellización"- que una imitación de Show Match hubiera esmerilado la figura presidencial hasta obligarla a alejarse de su cargo. Si De la Rúa renunció no fue responsabilidad ni de Tinelli ni de su programa; fue, seguramente, por cuestiones mucho más profundas. Bah, digo yo, por la salud institucional de nuestro país prefiero pensar que el ciclo del ex presidente se terminó por cuestiones políticas más subterráneas y difíciles de explicar que porque en un programa de alto rating se lo imitaba como vacilante e ineficaz. Pero es riesgoso, insisto, cuando esa enorme cantidad de horas, como las que dispuso Tinelli en estos años recientes, es presentada como alternativa de programación casi exclusiva.