En Barracas, los trabajadores de Gráfica Patricios pusieron en funcionamiento una radio comunitaria, en la que pueden expresarse organizaciones sociales, sindicales y barriales. La grilla incluye un total de 48 programas.
Por Cristian Vitale, Página/12
En la última cuadra de la Avenida Patricios, donde el viejo asfalto parece caerse al Riachuelo, un piberío heterogéneo sale de la fábrica: son alumnos de secundario. Bajos, rubios, morochos, con carpetas o cuadernos: laburantes. La escuela –parte del programa Deserción Cero– funciona en el primer piso de la Gráfica Patricios, donde antes un ejército de gerentes vigilaba a los obreros a través de un enorme ventanal (como en Tiempos modernos). Un piso más arriba está la radio. Es un enorme “living” con el estudio en una punta que los antiguos propietarios habían instalado para crear su propio multimedio, a la manera menemista. Hoy, las paredes mezclan un collage de imágenes en los antípodas de aquello: Evita y Arbolito; Chávez y Raly Barrionuevo; el Dúo Rejunte y Walsh. “Tener esta radio implica que los trabajadores, además de la gestión, recuperen la voz”, introduce Amanda Alma, periodista egresada de la UBA y conductora de Abramos la Boca, el magazine de la tarde.
Desde que recuperaron la fábrica, tras una dura resistencia que costó una toma de nueves meses sin luz, agua ni gas, los trabajadores intuyeron que el futuro no estaba solo en imprimir y encuadernar revistas, sino en eso y algo más: educar y comunicar, antes de que lo hicieran otros. “Cuando tomamos el proyecto, miramos la experiencia de la cooperativa como un camino a seguir, una línea de laburo que nos aúna porque nos reconocemos trabajadores. Recuperar la fábrica no sólo implicaba salvarse sino insertarse en un proceso de resistencia más importante... cada uno, con su aporte, va contribuyendo a una lógica de construir una sociedad diferente”, prosigue Alma.
La FM, clavada en el 89.3 del dial, alcanza un radio de 4 kilómetros, funciona hace tres años y forma parte de Farco, una de las redes comunicacionales que apuestan fuerte a la derogación de la Ley de Radiodifusión decretada durante la dictadura, y a un debate inclusivo –pero de verdad– sobre la nueva. Ariel Weiman, otro cuadro de la radio, aporta su mirada ante la urgencia de la hora: “Hay que democratizar la comunicación. Las organizaciones sin fines de lucro tienen que tener un lugar en la radiodifusión en tanto titulares de licencias, porque la comunicación no puede entenderse como un emprendimiento mercantil; las organizaciones populares tienen muchas cosas para decir y la nueva ley debe garantizarle una parte del espectro, porque en los últimos 30 o 40 años el peso de los medios en la subjetividad ha crecido de manera geométrica. Ojo, no es que los medios inyectan la sustancia que después habrá de consumir cierta opinión pública, sino que ayudan a potenciar muchos de los imaginarios, las ideas, los conceptos y las prácticas que anidan en ciertos sectores sociales. El rol de los medios, desde la vigencia del decreto 22.285 y de los decretos que se hicieron a la medida de los multimedios de la década del ’90, es trabajar no para avanzar en la democratización de la sociedad sino para ampliar sistemáticamente sus intereses económicos”.
Las “cosas para decir” de los que hacen Radio Gráfica, entonces, se reparten en una programación heterogénea –comunitaria y popular– que da voz a organizaciones sociales, sindicatos, medios barriales e incluye los informativos de Telesur y Farco, a través de 48 programas. “Hay muchas radios de baja potencia que encarnan el modelo comercial, hegemónico; nosotros queremos construir otra comunicación, con otros actores del discurso, otra agenda, otra estética y otra ética. Digo, no transamos espacio por dinero sino que un programa, para incorporarse a la radio, tiene que articularse con el proyecto del conjunto. Por supuesto que esto no pretende uniformar sino evitar una incoherencia comunicacional. Por eso, sostenemos que el debate sobre la nueva ley tiene que apuntar a romper ciertos imaginarios y construir otros. Hay que soslayar esto de que las radios de baja potencia no tienen capacidad para comunicar, hacen mal periodismo, o son irresponsables”, prosigue Weiman.
Desde que los trabajadores recuperaron la empresa, los puestos de trabajo ascendieron de 28 a 100. Hoy, sin la necesidad de generar una rentabilidad tipo, la gráfica imprime y/o encuaderna las revistas Debate, Cronometrando, Hecho en Buenos Aires, El sur capitalino y diarios zonales, que acompañan el objetivo de dar aire a los barrios del sur. Darío Alé es uno de los 28 trabajadores que resistieron en la toma. “Desde que recuperamos la fábrica cambió todo –sostiene–. Si el presidente de la cooperativa tiene que venir a trabajar sábado o domingo como maquinista o sacapliego, lo hace; igual que el tesorero o cualquiera de los que integran el consejo de administración”. Alma, a su lado, se deja impregnar por esa realidad. “Cada día que venimos a la radio, nos encontramos con los compañeros en la puerta y, mientras subimos la escalera para atravesar la planta, tomamos nota de las cosas que pasan: trabajos, máquinas nuevas... y por eso nos asumimos como lo que somos: trabajadores de la comunicación.”
Además, la cooperativa cuenta con un grupo de teatro (Olifante) que, piloteado por Norman Briski, suele representar en diversos lugares el proceso de recuperación a través de la obra Maquinando. También funcionan un centro de atención odontológica gratuita para los vecinos, y la escuela, que cuenta con una matrícula de 360 alumnos. “Si las historias de las resistencias no las contamos nosotros, las va a contar el poder. Tenemos que ser protagonistas y voceros de nuestra historia, si no el otro habla por vos y dice lo que se le canta”, aplica Amanda. Y enlaza Weiman: “Los medios potencian imaginarios, ideas, conceptos que tienen que ver con reproducir la desigualdad. Cuando uno ve el accionar de los grupos económico-mediáticos, los ve actuar en el espacio público como partidos políticos cuando atacan y como defensores de libertad de prensa, cuando se defienden. Me parece que no es eso lo que está en discusión: la libertad de prensa es un concepto del siglo XVIII o el XIX, cuando los estados absolutistas incursionaban en las organizaciones de la sociedad civil e impedían la libre expresión; lo que está en discusión hoy es el derecho a ser emisores, a reinstalar ciertas estéticas y éticas que se han degradado en las últimas décadas, en las que se ha hecho una mezcolanza entre información y publicidad; entre periodismo y negocio”.