1.- Se fue arrinconando lentamente, ya le habían dicho, pero en otro lugar era imposible, treinta y dos chapas usadas por levantar el tapial aquel y ya está.
El viejo le decía: “Teniendo mate y cueva dejalo nomás que llueva”, el se reía.
En el rincón estaba chiquitito, casi agachado, casi sentado, escondido.
Pensaba si le iba a dar el cuero para salvar todo. Las personas necesitamos algunas cosas para seguir viviendo, si las perdemos, nos perdemos con ellas.
Surge una lista en la memoria, desde el rincón, repasada cada vez más friamente; el pullover rojo, el pantalón marrón de corderoy, la campera de cuero, cuatro camisas (una de ellas muy rota), medias y ropa interior... la lista le hace acordar los días que viajaba.
Las herramientas, el calentador a kerosene, el colchón, las cobijas, el cuadro de Evita, el cristo, las fotos, el diploma de la secundaria (que creo lo tiró a la mierda) las cartas de Estela... sigue pensando, por lo menos tres viajes.
Las ideas se mezclan con el agua, se mojan, las ideas quedan como los diarios mojados, se pegan las palabras, se borran las fotos, se termina sin entender...
Es posible que unos meses después el olvido lo ayude, que no se acuerde de lo que fue dejando, pero la memoria es traicionera, al tiempo nos llena de ausencias, entonces es posible que uno contrarestre con el conjuro que nos libra de todo mal, y repita en otro rincón: la puta que lo parió...
2.- Otra vez está llorando, los chicos siempre lloran, uno se va curtiendo. Antes dejaba de hacer todo y me arrimaba despacito, entonces le decía: -Bueno máma, bueno- y se tranquilizaba un poco, abría los ojos grandotes, a veces se reía, sino por lo menos se callaba.
Desde hace tiempo, no hay fórmula para que se calle, y menos ahora, con este despelote de gente y pibes que gritan como marranos, lloran, se ríen, cagan, meán y vomitan, corren, dicen que juegan y como rompen..., en el único rato que se puede soportar esto es cuando los pibes de cuatro a doce años se van a la escuela, donde habilitaron el comedor; a esa hora se puede dormir un rato.
El galpón es grande y frío, pero lo dividimos con nylón y palos, para hacerlo un poco más intimo, pero no hay nada que para el grito, el ruido, el llanto.
Mi mujer dice que no llora, pero yo la vi un par de veces en el rincón, a la noche medio lagrimeando, como cuando nos fueron a buscar con la canoa.
Yo no sabía más que hacer, ni decir, entonces se me ocurrió y lo largué: -No, mi vida, no me llore más, sino juntamos cada vez más agua...
3.- Los políticos son todo iguale! Lo repitió hasta el cansancio, en el bar, en la parada del colectivo y hasta una vez se lo dijo a un concejal que ni siquiera lo miró, pero era su verdad, el resto de la gente lo entendía perfectamente, algunos afirmaban con la cabeza, con una sonrisa parecida a la mueca, con un muy serio: -Y claro...-, o con un silencio tétrico y condescendiente.
Sus conversaciones eran monótonas, porque empezaban con cualquier tema y terminaban con la misma conclusión: - Los políticos son todo iguale-, y ya está, se terminó la charla.
Durante esos días lo repitió constantemente, durante unas horas la gente pensó que estaba loco. Pasó la noche, y otra más; él y sus vecinos volvieron, como quién no puede esquivar el destino; la imagen era terrible, como desierto de mugre y todo volcado a la derecha, todo barro y palos y mugre, todo muy mugre, muy mucha mugre.
En la cabeza las cosas no estaban más limpias, pero seguía manteniendo su verdad obsesiva. El zapato del nene, una birome, dos latas de tomate, mucha pudrición, - Los políticos son todo iguale!
Apareció desde el lado que sale el sol, mucho menos esplendoroso y necesario, el concejal bajó de su auto, acompañado de una comitiva, de esos que andan con traje y se dedican a decir: -Si concejal... claro, concejal...
Detrás de su auto un camión lleno de chapas, que entregaría en propias manos. El revuelo que se armó, era parecido al que había quedado en el piso, por fin hicieron la cola.
Muchos agradecieron, otros ni eso. Él seguía con su verdad, esperó en la cola, agarró las chapas cuando le tocaron, las dejó al lado del árbol. Caminó lento pero seguro, lo buscó, lo encontró, lo llamó, le dijo simplemente: - Los políticos son todo iguale- y le encajó el piñón más fuerte de la historia, con la fuerza del agua que se lleva sus casas, la de la verdad contenida, la del futuro incierto, la que se indigna con los corruptos, la que revuelve el estómago cuando escuchan las noticias de la radio, la que se aburrió de arrodillarse en el barro, la fuerza de los más que terminan siendo menos.
Los de la comitiva lo metieron preso tres días, nada informaron los diarios.
4.- Cuando mostraron la maqueta en la primaria, jamás imaginé que pudiera ser así, lo primero que se me ocurrió, fue, qué fuerza tienen las paredes y que débil es el agua que no puede empujar el embalse. Jamás lo entendería, porque lo único que tumba las paredes son las grúas como las que maneja mi papá en Vialidad Nacional. El agua no puede tumbar nada, decía, si no tiene forma, no es dura, por ejemplo si agarro un martillo y le doy varios martillazos al agua, no queda nada, la destruyo y me salpico todo, es como si la pulverizara. En esa época mi viejo me dijo que vayamos al río, y me gustó, estuve pescando, me bañé, pero jamás iba a pensar lo que puede hacer el agua, ese día agarraba el agua con la mano, hacía sapitos, y sentía el placer de controlarla, de correrla, cachetearla.
Después aprendí que el agua va tomando su nivel, que los ríos crecen y los arroyos también, lo decían en la televisión. Pensé en el agua, en el río, en los arroyos, como una patota terrible. En la esquina de casa, me esperaron de noche, eran por lo menos diez, me pidieron plata que no tenía, y me fajaron como loco, era la patota del Saladillo casi me matan. El río crecido es una patota de agua.
Fabián Romero. Negro
*Textos escritos para el programa radial “Toca madera”, Aire Libre, Radio Comunitaria, febrero de 1991. -