Años antes de que la presidenta Cristina Fernández presentara el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, algunas voces ya habían empezado a difundir una serie de puntos que deberían servir como base conceptual para una nueva norma
Organizaciones sociales, políticas y gremiales junto con profesionales, técnicos y académicos ya habían conformado la Coalición por una Comunicación Democrática, que el 27 de agosto de 2004 dio a conocer una “Iniciativa ciudadana por una ley de radiodifusión para la democracia”, conocida como “los 21 puntos básicos por el derecho a la comunicación”, que sirvió de plataforma, cinco años después, para la elaboración de la Ley Audiovisual.
Diez años después, con la ley aprobada y su constitucionalidad fuera de discusión, la Coalición celebró aquella primera intervención con un acto en la Universidad de Buenos Aires.
No obstante señalaron que, para su plena implementación, todavía faltan los planes de adecuación de los grupos mediáticos y la puesta en marcha de políticas públicas sostenidas que fomenten la producción de contenidos en organizaciones comunitarias, de gestión privada sin fines de lucro, de pueblos originarios y de pequeñas y medianas empresas.
El nuevo desafío, consideran, es facilitar a los actores su integración como protagonistas del nuevo mapa de medios. “Para fomentar la pluralidad de voces no basta con mencionar a medios sin fines de lucro. Son necesarias también las políticas públicas que permitan la consolidación del sector. Por ese motivo, resulta urgente y necesario auspiciar una ley de la Nación que cree un espacio institucional encargado de ese tipo de fomentos”, señalaron desde la Coalición en el análisis que se distribuyó durante el acto.
Unos cuantos principios pasaron a ser estructurales en la letra de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Por ejemplo, “las frecuencias son administradas por el Estado”, “el 33% debe ser para entidades sin fines de lucro”, “promover la producción informativa local” o “la radiodifusión no es un simple negocio comercial”, lo que habilita el ejercicio del derecho por parte de organizaciones sociales, gobiernos o universidades. Al respecto, se plantea el desafío de cómo sostener y gestionar los medios por parte de comunidades y organizaciones sin fines de lucro que no cuentan con fondos ni experiencia para hacerlo.
En cambio, algunas de las recomendaciones de los 21 puntos están igual o peor que hace diez años. La tercera cierra con una frase concluyente: “Estará prohibida por ley la asignación arbitraria y discriminatoria de publicidad oficial”. A la luz de los criterios que exhiben el gobierno nacional y las administraciones provinciales, todo está aún por ser hecho, para lo que sería necesaria otra ley, ya que el objetivo excede la norma Audiovisual sancionada en 2009.
Cabe señalar también, que desde su sanción, más que en su aplicación, la artillería del kirchnerismo se centró sobre el Grupo Clarín, tras la ruptura de las buenas relaciones que habían cultivado en el período 2003-2008 y que se manifestó en la extensión de los plazos de explotación de las licencias o la autorización a la fusión entre Cablevisión y Multicanal, medidas firmadas por el expresidente Néstor Kirchner.
En lo que al Chaco respecta, si bien existe una delegación local del AFSCA, no se cumplió aún con el objetivo de una de sus normativas, que consiste en ordenar el espectro radioeléctrico para limpiar el dial chaqueño, un océano con más de 300 radios; un sistema mediático caótico, atravesado por una trama laberíntica que se sacude a bordo de un barco en el que autoridad de aplicación de la ley soltó el timón.
Tal como se mostró impotente para solucionar la profunda crisis que agobiaba a Radio Chaco AM, que debió adoptar la medida más traumática: silenciar la emisora; y como tampoco logró estrategias para regularizar la situación de Radio Esmeralda, de Sáenz Peña, cuya licencia lleva largas prórrogas por medidas cautelares de la justicia federal.
En suma, a una década de los “21 puntos”, la situación del país en general y del Chaco en particular reedita la paradoja del vaso medio lleno o medio vacío.
Si de intentar ofrecer otros ejemplos se trata, también se podría indicar que en relación a un ideal sobre cien, ni siquiera se está en cero, sino en menos diez. Tan cierto como decir que hace poco menos de cinco años se estaba en menos veinticinco o menos treinta y en ese breve lapso se descontó más trecho que en toda la vergonzosa inacción que medió entre 1983 y 2009.
Fuente: Diario Norte, Chaco