Este vespertino apareció entre el 28 de agosto de 1973 y el 13 de marzo de 1974 y llego a tener una tirada de entre 100.000 y 150.000 ejemplares, la conducción del mismo estaba en manos del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), para el que la prensa, o la “propaganda”, ocupaba un lugar central, por eso, además de los periódicos partidarios como “El combatiente” y “Estrella Roja” y de las imprentas que montaban en las distintas regionales, publicaron este vespertino y las revistas Nuevo Hombre, Patria Nueva y Posición estas dos últimas en la provincia de Córdoba.
La dirección estratégica del Diario estaba en manos del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en el marco de una política “unitaria” cuya expresión política y organizativa era el FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo), un frente antiimperialista y anticapitalista que nucleaba a amplios sectores de la izquierda, en ese proyecto, el periódico, era otra de las herramientas para pensar e impulsar una política de masas. Confirmación de esto es quienes organizaron y diseñaron esta aventura periodística, a saber: Benito Urteaga y Luis Alberto Cerruti Costa, por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); Alicia Eguren y Manuel Gaggero por el Frente Revolucionario Peronista (FRP); el padre Ramondetti, por los sacerdotes por el Tercer Mundo y Félix Granovsky, del Partido Comunista (PC). Sus directores fueron Cerruti Costa, luego reemplazado por Manuel Gaggero.
Contaba, el Diario, con un destacadísimo plantel de periodistas, entre ellos: Nora Lafón; el sindicalista clasista Agustín Tosco, Susana Viau, el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa; el historiador José Vazeilles; el “Negro” Pasquini Durán y la periodista Ana Guzzeti que le pidió explicaciones, al propio Perón, en febrero del 74, sobre los atentados y operativos parapoliciales contra los militantes populares. El presidente, un tanto nervioso, le contestó que eso de parapoliciales lo tenía que probar y pidió que tomaran los datos de la periodista para que el Ministerio de Justicia inicie la causa contra ella. Guzzeti, por supuesto, fue detenida y torturada tras la conferencia de prensa.
Perón quería que “los zurdos” publiquen un diario, ya que daba impresión de amplitud democrática, pero dado que el diario venía denunciando, sistemáticamente, el proceso represivo; el diario y sobre todo, sus trabajadores, fueron víctimas de actos intimidatorios, cárcel, allanamientos de las ediciones, que la Policía Federal prenda fuego los ejemplares y hasta que bandas de ultraderecha baleen el edificio del diario en más de una ocasión. Todo esto demuestra el valor y la convicción en la labor periodística y el de la militancia en general, dado que significaba una exposición muy importante teniendo en cuenta la matanza que la clase dominante había comenzado a implementar a partir de 1972.
En la tapa y contratapa aparecía “Fierrito” una tira, muy bien diseñada, que hacía hincapié en algún hecho político o social, analizado de modo sencillo y popular pero con profundas ideas críticas al orden social dominante. “Fierrito” era algo así como un Martín Fierro obrero, adaptado a esa época, convirtiéndose en un personaje interesante, de ágil lectura y divertido que resaltaba lo más destacado del día.
Según sus mentores, el diario debía destacar las noticias políticas y sindicales que expresaran los avances y retrocesos de la lucha de clases de ese entonces, dándole vital importancia, tanto, al movimiento sindical de base como a todo lo que sucedía en el interior del país al respecto.
Por supuesto esta experiencia periodística militante no estuvo exenta de debates y controversias en torno a que y como publicar temas relacionados a deportes, turf, espectáculos o en aspectos referidos a la publicidad del periódico. Como también las contradicciones que generaba trabajar en una redacción cuyos patrones, y en muchos casos los jefes, eran los miembros de las organizaciones revolucionarias.
Queríamos rescatar esta experiencia invisibilizada, poco estudiada y menos conocida, salvo el excelente trabajo, de Marcelo Maggio: “Diario El mundo. PRT-ERP: prensa masiva para una política de masas”. Dado que esta experiencia militante y política de uno de los destacamentos, más morales y combativos, de la fuerza social del pueblo que logró, no sólo cuestionar el dominio de la burguesía, sino imaginar y tratar de construir un orden social socialista, superador del injusto, cruel e inhumano orden social capitalista.
En resumen, una experiencia que debemos conocer, estudiar y debatir, no para copiar, ni imitar, sino para aprender y tomar aquellos aspectos que puedan servirnos para nuestra militancia actual y para continuar el sueño de construir una sociedad igualitaria, sin explotadores ni explotados. Ese fue el sueño de los que emprendieron este hermoso proyecto, un sueño eterno, nuestro sueño.
Mirada Marxista
Periodismo masivo de izquierda en la Argentina. Del libro de Marcello Maggio sobre el diario El mundo (1973-1974).
Por: Agustín Santella
Los años 1970 fueron de gran movilización social y política, quizás uno de los mejores momentos del movimiento obrero y las izquierdas. Hubo una explosión de luchas sociales, la radicalización ideológica en las universidades y en la sociedad, aparecieron nuevas formaciones de izquierda buscando una nueva vías revolucionarias. La generación revolucionaria de los 1970 fue seguramente de las más radicalizadas. Bajo la inspiración de las revoluciones como China o Cuba, y las luchas del tercer mundo (Vietnam!), entendieron que la posibilidad de cambiar el mundo era algo concreto y cercano.
Marcello Maggio escribió un importante libro de investigación sobre una de las experiencias menos conocidas y no menos interesante de esta generación revolucionaria (1). Conocemos las grandes rebeliones populares, o las acciones guerrilleras espectaculares, pero se sabe menos de la política cultura y periodística de las organizaciones revolucionarias. Maggio reconstruye pormenorizadamente la aparición del diario El Mundo, que surgió como una pieza importante de la "política de masas" del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Este cotidiano de la tarde apareció entre el 28 de agosto de 1973 y el 13 de marzo de 1974 con 164 números en la calle.
El libro indaga en la dinámica de este medio desde una perspectiva del análisis comunicacional y periodístico, pero siempre estrechamente comprendidos dentro de los modos de la política, como parte de la estrategia de una organización partidaria, y en el contexto histórico más amplio. El lector encontrará aquí además una historia reflexionada y profundamente investigada del PRT. Tan solo por lo que se ve en estas páginas, podemos notar un autor que sabe de periodismo y de política, una buena combinación entre "análisis de la comunicación" e historia de izquierda.
Maggio las discusiones tácticas y estratégicas por las que atravesó esta organización marxista, por ejemplo, la comprensión del peronismo, de la democracia, la cuestión del sectarismo, de la lucha armada. La construcción de una prensa cotidiana de masas era pensada como parte de las políticas del "frente legal" usando los espacios que la legalidad permitiera. Pero no hay que olvidarse que el PRT venía desarrollando una política más bien ilegal. El autor se detiene en todos estos problemas de política, hace las preguntas, da la voz a los actores (mediante entrevistas a sus protagonistas).
La experiencia de El mundo se enmarca en la historia del periodismo obrero y popular en la Argentina, que se retoma en distintos momentos del texto. Otro marco muy interesante e instructivo del proyecto de este diario lo acerca al Partido Comunista argentino. Como frente legal y empresa, el PRT abrevó en la experiencia de cuadros del PC que estaban en el frente "económico", una red de empresas que los comunistas gestionaban (cuyo organismo interno partidario de carácter secreto se llamaba el Directorio). Pero esto es apenas un aspecto de una relación política mayor entre PRT y PC. Los jóvenes revolucionarios intentaron un acercamiento serio a los viejos comunistas (ver pp. 88-93). Abrieron las responsabilidades editoriales del medio a periodistas formados miembro del PC, haciendo así de este empresa periodística o una organización con distintas tendencias, a pesar de ser una creación de una organización partidaria.
Esto le trajo problemas políticos al PRT, como era esperable, ya que en puntos importantes había contradicciones político editoriales sustantivas. El PRT no abrigó expectativas en el gobierno de Perón e Isabel, mientras que el PC dio un apoyo crítico. Recordemos que el PRT expulsó una fracción porque intentaba que el partido votara a Perón en 1973. La experiencia del cotidiano El mundo sin embargo constituyó un lugar de intercambios entre ambas organizaciones. La ruptura fue completa más tarde cuando el PC acusó públicamente de "terroristas" a los militantes del PRT. Este tipo de acusaciones era ya parte de los acercamientos que los "comunistas argentinos" buscaron con sectores de las fuerzas armadas, como se evidenciará lamentablemente en su bienvenida al golpe de 1976.
No solo el PRT sino Montoneros (luego el PC) ensayaron cotidianos con tiradas masivas para llegar al público mas amplio. El Mundo publicaba, según su director Manuel Gaggero, unos 150.000 ejemplares en su edición de la tarde, que competía con La Razón con sus 400.000 y Crónica con 250.000 ejemplares (p. 144). No son pocos diarios! Pero Gaggero reconoce que el diario no pudo procurarse ingresos propios. La inversión inicial fue un millón de dólares, con aportes de cien mil dólares mensuales provistos por la organización política. Más allá de las ventas, no tenían ingresos por publicidad. Maggio escribe que Gaggero tuvo una entrevista con alguien de la Presidencia para conseguir publicidad oficial. El gobierno lo habría hecho condicionando la línea editorial, por lo menos matizando su ataques frontales. Dado que El mundo no accedió, sino incluso incrementó su crítica, estos avisos nunca llegaron. El final de este cotidiano, no obstante, se debe a represión sistemática que el gobierno peronista ejerció sobre el periodismo, hasta llegar a su cierre. Antes de eso por supuesto hubo allanamientos de ediciones, amenazas de muerte, quema de ejemplares, etc.
Se trata de un libro de lectura indispensable para historiadores y militantes de izquierda. Esta investigación tiene muchos aspectos difíciles de resumir en esta reseña. Uno de ellos es el modo en que el periodismo masivo plantea la cuestión de la propaganda desde otro ángulo. Maggio expone detalladamente las formas que encontraron los editores de este diario para superar el elitismo, y poder comunicar sencillamente ideas críticas (a través por ejemplo de Fierrito, la caricatura que aparecía en tapa y contratapa, o hablando de temas como deportes o carreras de caballos). Esto a su vez se vincula con la relación entre partido e intelectuales, un asunto que se plantea teórica y empíricamente muy claramente en el libro. En sus casi 200 páginas este texto resume una meditada complejidad de temas históricos, políticos, teóricos y empíricos. Hay que mencionar aquí (aún cuando esta reseña no sea "académica") que estamos frente a una investigación sistemática donde las hipótesis surgen del trabajo con las fuentes documentales y orales, de manera muy lograda.
En términos políticos lo indispensable del libro reside en que la izquierda se encuentra en un déficit evidente en su capacidad de producir un medio alternativo a la vez que masivo a la "prensa burguesa". Este libro constituye una base empírica de la arquitectura y problemas teóricos y prácticos para este tipo de empresas indispensables si la izquierda quiere pasar de la marginalidad a una política hegemónica.
1.- Marcelo Maggio, "Diario El mundo. PRT-ERP: prensa masiva para una política de masas", Editorial Cooperativa gráfica El río suena, Buenos Aires, 2012, 200 páginas.
La historia inédita de El Mundo, el diario del ERP
Financiado por la guerrilla, reflejó la radicalización de la época. Los conflictos internos, los atentados y la clausura que decidió Perón
Hay una forma de pensar la palabra “diario” que no aparece en los diccionarios: aquella que sostiene que poner en pie un diario es una aventura. Aventura de la voluntad, aventura ideológica, aventura estética. Muchas veces, una aventura muy riesgosa. Eso sabían quienes se pusieron como objetivo que el diario El Mundo llegara a los quioscos de todo el país en 1973. Eran años de pasiones políticas que también repercutían en el mapa de los medios: los partidarios de las distintas posturas que disputaban el poder en la Argentina sabían que un órgano de prensa masivo era una herramienta imprescindible en esa lucha de posiciones. También lo sabían los militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que decidieron poner los fondos que se necesitaban para rearmar el tradicional diario –en El Mundo de los ’30 había publicado sus aguafuertes Roberto Arlt– y lanzarlo a las calles con toda la potencia. En el staff había militantes perros, partidarios de otras tendencias políticas y simples periodistas que hacían del escribir su profesión. Este es el esbozo de una historia acerca de la conjunción pasional del periodismo y la política.
Según sus mentores, el diario debería poner el acento en las noticias políticas y sindicales que expresaran los avances y retrocesos del clasismo en la Argentina y debía ser amplio en sus miras. “A la primera reunión asistimos Benito Urteaga, por el PRT; Luis Alberto Cerruti Costa, que había radicalizado sus posiciones acercándose al PRT; el padre Ramondetti, de los sacerdotes por el Tercer Mundo; Alicia Eguren, viuda de John William Cooke; Félix Granovsky, del Partido Comunista, y yo, que militaba en el Frente Revolucionario Peronista –cuenta el abogado Manuel Gaggero desde las sierras de Córdoba, donde reside en la actualidad–. Urteaga propuso la compra de El Mundo para sacar un diario que reflejara el movimiento político que se estaba desarrollando, que fuera amplio y pluralista y que no se superpusiera ni con Estrella Roja, que era el órgano del PRT, ni con El combatiente, del Ejército Revolucionario del Pueblo” Un medio que tuviera capacidad de reflejar los conflictos obreros y la discusión que se incubaba entre los trabajadores de avanzada. En junio de 1973 se lanzaba a las calles El Mundo, diario de la tarde, que llegó a vender ciento cincuenta mil ejemplares con sus noticias en clave revolucionaria. Su primer director fue Cerruti Costa, luego reemplazado por Gaggero. Eran años en los que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. “Nuestros lectores se encontraban tanto en la militancia juvenil de aquellos días como en los sectores obreros más radicalizados. Le dábamos mucha bola a lo que pasaba en el interior, algo poco usual en otros medios. Los titulares reflejaban al movimiento sindical de base”, ilustra Gaggero.
“Yo era la jefa de la sección Interior, que tenía una gran carga política –recuerda Nora Lafón, reconocida en la actualidad por su labor como periodista de espectáculos–. Se reflejaban todos los conflictos de esos tiempos. Cuando me convocaron para trabajar no sabía bien a qué acuerdos políticos correspondía la línea editorial, que me encantaba. Sólo estando adentro me enteré que era del PRT. Una vez escribí que si un visitante europeo llegaba y veía en posiciones de gobierno a tantos sindicalistas hubiera podido pensar que presenciaba un proyecto socialista. Cuán errado hubiera estado, ya que la mayoría era casi fascista. Podía publicar eso sólo en El Mundo.” Uno de los columnistas fijos era el sindicalista clasista Agustín Tosco, quien editorializaba desde Córdoba los intensos conflictos que se desarrollaban en fábricas y sindicatos. “Durante varias semanas la tapa reflejó el conflicto de Villa Constitución –recuerda Gaggero en referencia a un movimiento que, a través de toma de fábricas, organización de piquetes, colocación de barricadas y grupos de obreros de autodefensa, logró derrotar a la patronal de Acindar y a la dirección sindical de la Unión Obrera Metalúrgica, conducida por Lorenzo Miguel–. Desde ese momento, la burocracia escaló su presión contra el diario.”
Mientras tanto, la vida en la redacción se desarrollaba con las particularidades que el extraño experimento mediático ameritaba. “Parte de la dirección periodística estaba en el Partido Comunista. De jefe de política había un peronista. La composición de la redacción no tenía la homogeneidad del diario Noticias, donde el 99 por ciento era montonero, por ejemplo –destaca Susana Viau, que hoy trabaja en Crítica–. Fui delegada sindical. La relación con la empresa no era como la que se daba con cualquier patronal, pero no podíamos hacernos cargo de sus errores. No éramos una máquina de generar conflictos, pero los que estaban había que solucionarlos de la mejor manera posible.”
Otro de los redactores fue el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa: “Era un tiempo muy loco, de explosiones culturales y políticas, de desorientaciones coyunturales y posiciones combativas –sintetiza–. Estaba encargado de la parte de Gremiales, que tenía mucha importancia en la línea editorial.” Cossa también recuerda las contradicciones que implicaba el formar parte de una redacción cuyos patrones eran los guerrilleros: “Había cierta tensión porque, por más empresa de izquierda que fuera, estaba la diferencia entre patrón y trabajadores. Muchísimos no éramos militantes del PRT y, aunque tuviéramos posiciones socialistas, había un sueldo de por medio. Esto produjo algunas diferencias. A veces los periodistas del PRT instalaban una sensación rara a la hora de cobrar: parecía que se estaba usando el dinero de los mártires, de los combatientes. En los pasillos, la broma era que estábamos esperando un secuestro y el pago del rescate para poder cobrar”.
El clima político y la estrategia revolucionaria del PRT también determinaba algunos tópicos periodísticos: “Trabajaba en la sección Internacional –cuenta el historiador José Vazeilles–. Un día publiqué un cable de France Press que manifestaba diferencias entre el Partido Comunista Francés y los grupos ‘consejistas’ y eso a la dirección del diario no le gustó. Me parecía ridículo, porque los ‘consejistas’ no tenían desarrollo en el país, y correspondía a la información de una agencia. Pero como el PRT estaba en acercamiento a los partidos de la Tercera Internacional para limpiar su pasaje por el trotskismo, se produjo el conflicto. Le planteé esto al recientemente fallecido Negro Pasquini Durán, que era el jefe de redacción y un gran periodista, pero decidieron sacarme de la sección y mandarme a Educación”.
Sin embargo, con sus particularidades, el diario había establecido su propia línea con calidad. La sección cultural no esquivaba las últimas tendencias: “Getino dijo sí a Godard”, titulaba en referencia al estreno, luego de la censura de años, de La chinoise, quizás el film más político del director francés. Una serie por entregas narraba la vida de Al Capone, el mafioso ítalo estadounidense. La gira del director Cerruti Costa permitía la publicación de crónicas desde Cuba y Vietnam desde una visión diferente a la de la mayoría de los medios masivos que no se hubieran permitido miradas complacientes acerca de la vida cotidiana bajo el socialismo. En la tapa aparecía el dibujo Fierrito, que ilustraba algún acontecimiento político o social, que era explicado en un lenguaje sencillo en las páginas interiores. “Fierrito, que era una especie de Martín Fierro contemporáneo y obrero, se volvió un personaje muy importante que sintetizaba lo que pasaba en el día –explica Gaggero–. En las charlas que hacía por el interior me preguntaban siempre por Fierrito.”
Los ataques hacia el diario por parte de los grupos paramilitares iban en aumento. Hubo un atentado en la gráfica donde se imprimía. “Como trabajaba en corrección, que estaba en la imprenta, me comí el bombazo que nos pusieron”, recuerda Viau. El 19 de enero de 1974 la compañía “Héroes de Trelew” del ERP intentó copar el regimiento de Azul, hecho que aceleraría el enfrentamiento entre el ala derechista y la izquierda del peronismo a través de una airada reacción de Perón. “Teníamos los partes del ERP, ningún otro diario tenía tantos elementos como los que teníamos nosotros. Pero cuando íbamos a mandar a la imprenta la edición, llegó un grupo de la Federal para impedirlo –relata Gaggero–. Cuando llamamos al jefe de la policía, nos dijo que el grupo operaba por su propia cuenta. Una vez impreso el diario, llegó la misma patota, esta vez estaban encapuchados y con metralletas, y comenzaron a quemar los fajos de diarios.” Las tensiones se incrementaron. Las asambleas en el diario discutieron el álgido tema de la línea editorial. “Un grupo planteaba que, en función de seguir sacando un diario de sus características, que publicara lo que otros no podían, debíamos matizar ciertas notas o tapas que eran netamente confrontativas”, recuerda Lafón. En una conferencia de prensa que brindó Perón, la periodista Ana Guzetti le pidió explicaciones acerca de los atentados parapoliciales. El presidente le contestó:
–¿Usted se hace responsable de lo que dice? Eso de parapoliciales lo tiene que probar. ¡Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie la causa contra esta señorita!
A.G.: –Quiero saber qué medidas va a tomar el gobierno para investigar tantos atentados fascistas.
P.: –Las que se están tomando, esos son asuntos policiales que están provocados por la ultraizquierda y la ultraderecha; la ultraizquierda, que son ustedes, y la ultraderecha, que son los otros. De manera que arréglense entre ustedes. (…)
Guzzeti fue detenida tras la conferencia de prensa. La clausura del diario estaba cercana. El 23 de febrero, luego de un acto en el que habló Lorenzo Miguel, un grupo de militantes de la Juventud Peronista de la República Argentina cercó el diario y tiroteó durante 20 minutos el frente del edificio. La seguridad repelió el ataque. Los trabajadores que lograron entrar fueron detenidos por la policía. “Nos llevaron en camiones celulares con celdas compartimentadas”, describe Lafón.
La situación no daba para más. “Sin embargo, para Perón estaba bien que existiera ‘el diario de los zurdos’. Habíamos acordado una entrevista televisiva con Perón que íbamos a realizar Jacobo Timerman, por La Opinión, y yo por El Mundo. Así se legitimaba el diario. Pero días antes de realizarla llegó la orden de clausura. Perón había sucumbido a la presión de la burocracia de Lorenzo Miguel”, detalla Gaggero. Al día siguiente apareció un último intento de darle continuidad a la experiencia bajo el nombre de Respuesta Popular. Sólo duró un número. El editorial denunciaba el cierre y prometía: “Sólo la patria socialista, construida por la lucha permanente de los explotados y oprimidos, permitirá resolver la problemática argentina y latinoamericana”. Firmaba Aníbal Bompla, cuyo apócope hacía referencia a las siglas AVOMPLA: A vencer o morir por la Argentina, la consigna guerrillera del momento. Esas fueron las líneas finales de aquella experiencia singular en la historia de los medios en el país.
Fuentes: Mirada Marxista, eltrendefinlandia, Revista Veintitrés