El libro "Las hamacas de Firmat" (editado por la Editorial Municipal de Rosario) se está comenzando a distribuir en Baires y Rosario.
El sábado pasado lo presenté en Firmat, mi pueblo natal. Hasta allí me acompañaron tres personas amadas que me sostuvieron el alma y la sonrisa: Quique Font, Victoria Esplugas y Gabby De Cicco. También vinieron los editores Oscar Taborda y Daniel García Helder, quienes tomaron el registro fotográfico que comparto. Podría estar un largo rato explicando lo que significó volver al pueblo, al barrio La Patria, a las hamacas, a mis amigxs de Firmat, a mis maestras que son las amigas de mi madre maestra, a los misterios, a lo que ya no es, a lo que seguirá siendo. Pero por ahora, las fotos lo cuentan mejor. Todo lo demás, quizás esté en el libro, que quedó hermoso. Tengo que agradecer a mucha gente de aquí y de allá a quienes iré escribiendo en estos días.
Una de las fotos, la última, registra el momento de la tarde donde ya la presentación había terminado, donde estábamos volviendo a Rosario en ese momento del día donde la luz se detiene antes de esfumarse (Joan Didion y Borges se refirieron a esta luz, entre otros). Fue entonces cuando me detuve ante el santuario del Gauchito Gil ubicado al costado de la ruta. Le dejé unos Virginia Slim, como había hecho hace dos años, cuando lo fui a visitar y a pedirle protección en un viaje que no sólo es geográfico. Mi versión del Gauchito es queer y le encantan los Virginia por más que sean cigarritos ligados a un estilo femenino. Ni él ni yo nos habíamos prometido nada que quiera revelar. Y sin embargo, los dos cumplimos nuestra palabra. Gracias a todxs lxs que estuvieron y lxs que están. Y que siga siendo rock.
Nota de Ángel Berlanga en Radar sobre "Las hamacas de Firmat", de Ivana Romero Una de las fotos, la última, registra el momento de la tarde donde ya la presentación había terminado, donde estábamos volviendo a Rosario en ese momento del día donde la luz se detiene antes de esfumarse (Joan Didion y Borges se refirieron a esta luz, entre otros). Fue entonces cuando me detuve ante el santuario del Gauchito Gil ubicado al costado de la ruta. Le dejé unos Virginia Slim, como había hecho hace dos años, cuando lo fui a visitar y a pedirle protección en un viaje que no sólo es geográfico. Mi versión del Gauchito es queer y le encantan los Virginia por más que sean cigarritos ligados a un estilo femenino. Ni él ni yo nos habíamos prometido nada que quiera revelar. Y sin embargo, los dos cumplimos nuestra palabra. Gracias a todxs lxs que estuvieron y lxs que están. Y que siga siendo rock.