Por: Jorge Fontevecchia
Sobre Zaffaroni, escribió ayer en el diario PáginaI12 el diputado socialista Jorge Rivas: “Para ellos, es simplemente un juez K. Alguien, por lo tanto, de quien hay que decir que es corrupto, venal, o autoritario, o genuflexo, o todo eso junto. Ellos son la mal llamada oposición, que encabezan los medios de comunicación dominantes en el mercado, y en la que se reparte codazos un variopinto conglomerado de aspirantes a nadie sabe bien qué”.
En otro párrafo Rivas dice: “Sucede que Zaffaroni es un jurista sólidamente comprometido con los derechos humanos, con la persecución penal de los delitos de lesa humanidad, y que imparte cátedra acerca de la inutilidad y la injusticia de la mano dura para combatir el delito. Y sucede que es uno de los símbolos de la renovación de la Corte Suprema, mérito fundacional del gobierno de Néstor Kirchner. Para la mal llamada oposición, un blanco perfecto”.
Y Rivas concluye su texto diciendo: “De modo que están decididos a poner en práctica cualquier artimaña, por repudiable que sea, con el fin de ensuciar el camino a esas elecciones en las que prevén la victoria del proyecto que encabeza la presidenta Cristina Fernández. La respetabilidad de Eugenio Zaffaroni se cotiza muy bajo para ellos. La campaña de difamación que están sosteniendo así lo demuestra”.
La de Rivas es apenas una de las tantas manifestaciones de apoyo a Zaffaroni y de repudio a los medios. Por Internet se hizo circular un texto que solicita a periodistas que adhieran con su firma para sostener: “En los últimos días, los diarios Perfil y Libre –del mismo grupo editorial– han pretendido instalar la idea de que el reconocido jurista Eugenio Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, regentea prostíbulos. A partir de allí, nuevos artículos en Clarín, La Nación y otros medios dieron continuidad a la instalación de esa idea, transformándola en una bola de nieve que continuaba creciendo y ensuciando a una persona honesta. A los abajo firmantes no se nos escapa el rol que cumple Zaffaroni en esta sociedad y en este momento de la democracia argentina”. Más adelante agrega: “No pode-mos pecar de ‘imparciales’ frente a estos hechos, que tienen que ver con la ética de nuestra profesión, pero aun más con la defensa de un Estado de derecho respetuoso de las garantías constitucionales y los derechos humanos (...) Como trabajadores de prensa, no podemos callarnos cuando un sector del periodismo se pone al servicio de este tipo de maniobras”.
También se atribuyó la difusión acerca de los departamentos de Zaffaroni a que el abogado de La Alameda –la ONG que denunció al juez– había sido defensor del ex represor Scilingo y a que el titular de la ONG, Gustavo Vera, está vinculado al cardenal Bergoglio, quien operaría para desgastar a Zaffaroni por sus conocidas posiciones anticonservadoras.
La verdad es mucho más simple, por lo menos en lo que hace a Perfil.com (no fue el diario Perfil sino su sitio en Internet el que tuvo la primicia) y luego el diario Libre. Un vecino de uno de los departamentos alquilados por Zaffaroni, enojado porque le habían robado dentro del edificio y sospechando que los autores eran clientes de quienes alquilaban a Zaffaroni, contó lo que le sucedió a un redactor de Perfil.com, a quien conocía. El redactor le propuso la nota a su jefe y ese mismo día –el viernes 22 de julio– la colocó como una de las cincuenta noticias que se publicaron diariamente. En ese momento, no se sabía que en 2009 La Alameda había denunciado los más de 600 departamentos donde se ejercía la prostitución y que entre todos ellos, cinco eran propiedades de Zaffaroni. Por eso se publicó primero sólo el caso de un departamento, el denunciado por el vecino. Nunca se imaginó la dimensión de la noticia y el diario Perfil no estaba enterado ni publicó nada.
Luego comienza a espiralizarse con la lógica de la bola de nieve: el diario Libre reproduce la nota de Perfil.com. Enterada La Alameda de las publicaciones, denuncia –primero– que no eran uno sino tres los departamentos de Zaffaroni que fueron alquilados a prostíbulos, haciendo que ya no sólo Libre sino también Clarín difundiera la novedad destacadamente. Y dos días después, una nueva denuncia de La Alameda aumenta a cinco los departamentos en cuestión, volviendo a hacer que el tema ocupara la tapa o menciones en tapa de varios medios.
No caben dudas de que muchos de quienes no simpatizan ideológicamente con Zaffaroni aprovecharon la noticia para testimoniar su rechazo al juez y algunos hasta para descargar su resentimiento. Pero la noticia no se originó con ese fin, ni hubo premeditación de ningún tipo. La denuncia comprobada de cualquier vecino sobre un hecho similar que involucrase como propietario a cualquier otro alto funcionario público hubiera sido igualmente publicada.
Sería hipócrita no reparar en que por su carácter escandaloso, se trata de un tema que despierta enorme interés en las audiencias: hasta apareció una mediática porno star que atendía en uno de los departamentos y que salió a hablar en los programas de TV de la tarde. Justificar la bola de nieve exclusivamente desde la intencionalidad ideológica es no comprender la dinámica de los medios masivos y la relación de muchos de ellos con las demandas de su público.
Creer que Perfil.com pu-blicó que un departamento donde funcionaba un prostíbulo era de Zaffaroni porque Zaffaroni es un juez “comprometido con los derechos humanos” y “la persecución penal de los delitos de lesa humanidad” es una demostración de desconocimiento de la historia de Editorial Perfil. Que el Gobierno se enfrente con Clarín y La Nación porque les atribuye delitos de lesa humanidad en la adquisición de Papel Prensa, nada tiene que ver con Perfil. El apasionamiento militante de muchos simpatizantes kirchneristas les impide ver más allá de la condensación y juntan todo. El enfrentamiento que practican hacia los medios les hizo desarrollar tendencias paranoicas, encontrándole a cada hecho motivos persecutorios que a veces son fundados pero otras lindan con el disparate más absoluto.
Uno de sus célebres seminarios –el de 1973– Jacques Lacan lo tituló Los no incautos yerran. En francés hay un juego lingüístico con la palabra padre en el título y el foco de su seminario no era el de nuestro caso pero hay una enseñanza que aplicar. Y es que aque-llos que tanto se esfuerzan por no ser incautos, por no ser engañados, que tienen la omnipotencia de encontrarle a todo un sentido, se terminan equivocando al buscar en cada hecho una causa que cierre con su perspectiva del mundo. Se enredan en su propia circularidad, se rayan y pasan de vueltas.
Una cosa es el vaciamiento de la palabra política de Del Sel y Macri –crítica a éstos con la que personalmente coincido– y otra es tratar de llenar de contenido político toda palabra dicha por los medios.
Fuente: Diario Perfil