Carlos Slim es todo un poder en México. Casi un estado dentro del estado. Sus compatriotas le bautizaron como ‘el ingeniero’, apelativo empleado para referirse a la tercera persona, dependiendo del mes, más rica del mundo. Es dueño de todo un emporio donde se cruzan intereses en el mundo de la telefonía (Telmex), la banca (Inbursa) o el tabaco (Cigatam), por citar algunos de los sectores de la economía mexicana donde participa. Sin embargo, no está presente de manera directa en el negocio de los medios de comunicación. El poder de su sombra lo hace innecesario.
La posible llegada de Carlos Slim a España es tan recurrente como las nevadas en invierno, aunque no por esperada termina ocurriendo. Ahora, sin embargo, la delicada situación financiera que atraviesa PRISA ha vuelto a colocar al magnate mexicano como candidato propicio para rescatar al primer conglomerado de medios en España. Además de dinero, su relación de amistad personal con Felipe González, ex presidente del Gobierno y a su vez íntimamente ligado a Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA, facilitaría cualquier decisión al respecto.
El posible desembarco de Slim en el mundo de los media españoles preocupa más al otro lado del Atlántico que en la propia piel de toro. La semana pasada, una delegación de empresarios mexicanos visitó Madrid. Al frente de la expedición figuraba Alejandro Puente, presidente de Canitec, la patronal de operadores de telecomunicaciones por cable, y azote de ‘el ingeniero’ por oponerse a su entrada en el negocio de la televisión por cable mexicana, un ámbito al que Telmex tiene restringido el acceso de acuerdo con las condiciones de su licencia administrativa como operador.
Puente ha gastado tres intensos días de trabajo en Madrid. Un viaje relámpago para proclamar los riesgos que encierra la posible entrada de Slim en España y apelando a la reciprocidad que operadores como Telefónica, competidor del magnate, no tienen para competir en el mercado de las telecomunicaciones mexicanas. Su discurso advierte del riesgo monopolista que supone ‘el ingeniero’ para los sectores donde interviene, si fuera el caso de la televisión de pago, por su capacidad económica para romper el mercado. Una situación que podría repetirse, en el caso español, si entrara en Prisa.
El discurso del presidente de Canitec encierra muchas más claves. La patronal de operadores por cable, que ofrecen el triple servicio (internet, tv de pago y telefonía), acoge entre sus integrantes a otro de los gigantes mexicanos: Televisa (Cablevisión), propiedad de la familia Azcárraga, probablemente otro de los grandes poderes privados de México. Este sí, sin embargo, construido en torno al negocio de los medios de comunicación. Equivalente, salvando las distancias, con el desempañado por el fallecido Jesús Polanco desde Prisa, con quien contó como socio para crear Radiopolis.
Curiosamente, para su entrada en el mercado ibérico, Televisa no escogió a Prisa como aliado natural. La cadena mexicana es accionista (40%) de La Sexta, la televisión en abierto impulsada y participada por Mediapro (Jaume Roures), que espera el permiso del Gobierno para reconvertir al formato de pago parte de la oferta de contenidos de sus canales de televisión digital terrestre (TDT). Una posibilidad que desarbolará la plataforma de televisión por pago de Prisa, privada ya para entonces -marzo de 2010- de uno de los contenidos premium para su funcionamiento: los derechos de la liga española de fútbol.
De esta manera, la llegada de Slim a España, es decir, al mundo de los medios, televisión de pago incluida, supone una doble amenaza para su compatriota y competidora Televisa. Dos frentes abiertos para resistirse al interés del ingeniero por jugar al negocio de los contenidos: es decir, a formar parte directa del cuarto poder. Además, aliándose con Prisa, precisamente su socio para el mundo de la radio en México. Y porque si de reciprocidad se trata, no tendría mucho sentido que Slim pudiera jugar en el tablero español y no pudiera hacerlo en el propio. ¿Es o no un riesgo?
Fuente: Cotizalia