viernes, 6 de marzo de 2009

Chau Argentina

Por: Daniel Schweimler
Luego de tres años como corresponsal de la BBC en América del Sur, reflexiono sobre mis impresiones del país al tiempo que me preparo para dejar Buenos Aires.
Estoy tentado a escribir sobre clichés de Argentina, la pasión por el público o la sensualidad del tango. Cómo este país de excelentes cortes de carne, suelo fértil y potencial frustrado, de alguna manera se las arregla para brincar de una crisis a otra.
Sin embargo, generaciones de analistas mejores calificados que yo, no han dado respuestas convincentes. Por lo tanto, en su lugar, voy a hablar sobre dos personas que conocí en Argentina, quienes -para mí- representan dos lados de este hermoso, amigable pero a menudo frustrante país.
Argentina es tierra de inmigrantes, la mayoría españoles e italianos pero un gran número de ellos vienen del Reino Unido, Francia, Rusia, Alemania, entre otros.
Aparentemente los argentinos han moldeado una identidad homogénea pero aún se trata de una sociedad dividida.
Pedro Eddy es el nieto de un inmigrante inglés que, al igual que muchos, vino a construir lo que una vez fue un eficiente sistema de ferrocarriles.

Tierra fértil
Los empleados del sistema de ferrocarriles trajeron consigo el fútbol, deporte que -como sabemos- ha perdurado en el tiempo y ha prosperado. La evidencia de las raíces británicas se observan en el nombre de los clubes como el Boca Juniors, Newells Old Boys y Chaco Forever.
Hoy en día, no queda mucho de las vías férreas, pero Pedro Eddy aún está allí, hablando español e inglés fluido y trabajando grandes extensiones de tierra ubicadas a varios cientos de kilómetros al sur de Buenos Aires.
Argentina tiene uno de los suelos más fértiles del mundo y es uno de los principales productores de trigo, maíz, soya y por supuesto, carne de primera.
Es imposible entender a Argentina si no se aprende sobre las vastas extensiones de tierra en el interior del país y a la vez sobre el espíritu, la generosidad -y a veces la dureza- de aquellos que domaron esta tierra inhóspita.
Pedro es un hombre de la tierra. Habla con resentimiento contenido sobre la devastación que a largo plazo ha sido causada por los irresponsables métodos de labranza empleados por sus vecinos y sobre los gobiernos nacionales a quienes ahora -y en el pasado- el campo nunca les ha mirado la cara.

Desigualdades
Uno de sus empleados, un gaucho vestido con los tradicionales pantalones holgados, con un sombrero de ala ancha y un bigote de la década de 1930, nos cocinó una vaca, un asado tradicional argentino acompañado con un vino tinto local de primera calidad.
A pesar de las apariencias en Argentina -como en el resto de Sudamérica- padece de grandes desigualdades en la distribución de la riqueza.

Un gaucho en Argentina
Es perfectamente posible vivir en vecindarios fuertemente custodiados de clase media y alta y nunca visitar uno de los barrios pobres que rodean las principales ciudades argentinas.
Allí sus residentes se desplazan entre las sombras, recolectando y reciclando basura, sus hijos piden monedas en la calle o hacen malabarismo al lado de semáforos en los centros de las ciudades y los periódicos hacen mucha bulla con los asaltos, robos de vehículos y los asesinatos ocasionales perpetrados por esta clase marginalizada cuando intenta romper nuestras defensas.
El resto del mundo lucha por hacer frente a la crisis económica global, pero los argentinos estuvieron en esa posición recientemente.
Hace siete años la economía argentina implosionó, miles perdieron sus ahorros y la mitad de la población pasó a ubicarse estadísticamente por debajo de la línea de pobreza.
"Bienvenidos a la clase media" se lee en una pancarta que está justo a la entrada de un barrio humilde de Buenos Aires.
Julio Arrieta vive allí, en una casa de ladrillos con todos los aparatos eléctricos que necesita -nevera, horno y televisión.
"Esperaba que fuera más pobre", me dijo mi hijo de diez años que me acompañó a entrevistar a Julio, simplemente porque los hijos de la mitad pudiente de Buenos Aires nunca entran a estas áreas demonizadas.
Y a menudo es por una buena razón. Sin embargo, en esta oportunidad, con la protección de Julio y varios de sus robustos hijos me sentí seguro. Además, Julio es respetado tanto dentro como fuera de su barrio.
Julio tiene una compañía de producción que entrena y contrata a actores locales para que trabajen para directores de cine nacionales y extranjeros.
Se trata de gente genuinamente pobre cargada con todo el sufrimiento, la ira, la frustración y la mala alimentación que implica ser pobre y que ningún maquillaje o método actoral podría reproducir en Hollywood.
Julio también ofrece servicios de seguridad y de comida para aquellos que quieran rodar sus películas en una verdadera zona pobre. Cuando no hace eso, escribe y produce obras de teatro y películas e incluso organiza un festival de cine para los residentes del barrio.

Crisis económica
Una película es sobre extraterrestres que aterrizan en un barrio pobre. "¿Por qué siempre aterrizan en vecindarios de clase media en Estados Unidos?" se pregunta. "¿Tendrán miedo de que le robemos sus tapacubos?"
Conocí a mucha gente como Julio en los barrios humildes, en comunidades indígenas y en empresas controladas por sindicatos en Argentina.
Ellos luchan contra todo tipo de obstáculos para mantener su dignidad, armados sólo con su sentido del humor y un altruismo que raramente he encontrado en otras partes del mundo.
Mientras empaco mi franela de Boca Juniors que guardo de recuerdo, Argentina está en el umbral de la crisis económica global.
Mucha gente aquí, bajo la experiencia de su propia crisis económica, teme lo peor.
Sin embargo, también tienen más experiencia que la mayoría para superar estas situaciones.
Esas cualidades están tipificadas en dos Argentinas muy diferentes, Pedro y Julio.

Fuente:
BBC Mundo

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