Entrevista a Sandra Rodríguez, viuda de Carlos Fuentealba. "Era un tipo valioso que inclinó la balanza hacia el lado de la vida". Reveló que el docente asesinado no quería cortar la ruta en Arroyito.
Neuquén.- Sandra Rodríguez cuenta que hace unos días, por primera vez, pudo ver las fotos de su Carlos tirado en la ruta. Dice que en esas imágenes vio el horror del fusilamiento pero a la vez sintió tranquilidad, pues su compañero "militante de la vida, no tenía el gesto de los abatidos: su rostro se mostraba fuerte, como era él, era un roble que murió de pie, aunque lo hayan fusilado por la espalda".
También notó en esas fotos que en su mano, el maestro Carlos Fuentealba (41 años) apretaba un muy ochentista pañuelo negro con arabescos blancos.
"Era un pañuelito mío que él se animaba a usar; para mí ver ese pañuelito fue sentir que en ese momento, cuando se iba, me tenía en su manito", dice la viuda del maestro neuquino asesinado el 4 de abril cuando con otros docentes intentaban llegar a la intersección de las rutas 22 y 237, para hacer un corte.
Sandra cuenta que el día de las fotos le costó otro día de terapia psicológica.
"El no quería ir a ese lugar, era poco estratégico, muy descampado. Y lo había expresado, yo lo veía con miedo a pesar de que era un hombre muy valiente. Le dije que si había represión que saliera enseguida y esa era la idea que tenía. Desde que salió no paré de mandarle mensajitos por el celular, todavía los tengo, le pedía que tuviera cuidado".
Sandra Rodríguez es menuda y tiene gestos mansos, pero habla firme y parece elevarse cuando la referencia es para su Carlos y para sus hijas, Camila (14) y Ariadna (10).
"Nos lo arrancaron, pero a pesar de todo creo que ellas, mis hijas tienen una base, porque han tenido mucho padre y ahora van a tener mucha madre".
De San Isidro a Neuquén
La mujer, de 39 años, es porteña del barrio de Pompeya pero de muy chica se mudó con sus padres Martínez, un barrio paquete de San Isidro, provincia de Buenos Aires. Allí se hizo maestra, siguiendo los pasos de su mamá, Margarita, que por estos días se ha instalado en Neuquén junto a su papá, Julio, retirado de la Fuerza Aérea.
A pesar de la cuna lejana, Sandra se identifica como maestra neuquina.
Pero sus primeras clases las dio en San Isidro, en cuyo tradicional Colegio Nacional cursó el secundario.
"Fue un cambio drástico del que me siento muy orgullosa", afirma ahora sentada a la mesa y mate en mano en la casa de su amiga Silvia Ciuffo. Es que en Neuquén encontró su lugar en el mundo y a su Carlos.
Está decidida a ser mucho más que la viuda del maestro Fuentealba. No lo dice en esos términos pero lo deja en claro con su postura.
Es desde esa condición que edifica el espacio de lucha que se conformó en la Comisión Carlos Presente, Justicia Ya (Cocapre) que esta semana se presentará en Buenos Aires, en CTERA. En la Capital Federal también se reunirá con el ministro de Educación, Daniel Filmus, candidato a la jefatura de gobierno de esa ciudad.
"Todo es complicado, pero cada vez que nos preguntamos qué haría Carlos en esta situación nos respondemos que no se quedaría quieto", aporta Silvia, "una de las amigas de hierro que tenemos", agrega, a su lado, Sandra.
Carlos Fuentealba llegó a Neuquén a los 12 años, becado por la escuela salesiana de Junín de los Andes. Era el mejor alumno y vino como pupilo para estudiar en la escuela industrial. Sandra desembarcó a los 22. Ambos se conocieron militando en el "el viejo MAS".
"Para mí Carlos murió el 4 de abril, en la ruta, más allá de lo que haya pasado en el hospital" , advierte.
¿Por qué fue a Arroyito si tenía miedo?
Porque sentía que tenía que ir y porque eso era lo que había decidido la mayoría. Pero era un lugar poco estratégico para lo que se quería hacer. Creíamos ingenuamente que (los policías) no iban a dejar que lleguen las trafics, pero las dejaron llegar, dejaron que lleguen y buscaron el enfrentamiento.
¿Cree que esa acción fue premeditada?
Claro que sí, nunca antes hubo una represión tan rápida y tan violenta. Le dije a Carlos que cuando tiren el primer gas que se fuera, pero los cercaron de una manera horrorosa, fue una cacería. El periodista (Edgardo) Pino lo decía en la radio, estaba horrorizado por lo que estaba pasando. Nunca voy a olvidar la voz de ese chico cuando dijo que el herido era Carlos, mi Carlos.
Sandra Rodríguez dice que desde el 4 de abril hasta ahora ha hecho cosas que le parecen increíbles, como lo es haber hablado en un acto ante más de 30.000 personas.
“No pensé nunca que había tanta gente, pensé que iban a estar los que están siempre pero había 30.000 personas pidiendo justicia y la renuncia de (Jorge) Sobisch, que ese día tendría que haber renunciado”.
¿Qué piensa de la actitud de Sobisch?
Es una persona enferma de poder, que reivindicó la orden de reprimir y que dice que los volvería a hacer, lo dice cada vez que puede. Se maneja como un dictador y hubo metodologías que continuó usando, organizando gente para tomar escuelas, haciendo callar, tapar, queriendo hacer olvidar... y que sigue de campaña electoral como si nada hubiera ocurrido.
¿Qué siente al ver la cara en todos lados... afiches, remeras, spots?
Al principio me dolía, porque es una popularidad que nunca habría deseado, pero ahora lo acepto. Un psicólogo muy sabio me dijo que la realidad es que nosotras, por mí y mis hijas, siempre, por el resto de nuestras vidas, vamos a ser cuatro, quizás cinco o seis pero siempre más de cuatro. Creo que de alguna manera él murió protegiéndonos.
¿Cómo?
Para él era importante luchar pero se estaba cuidando y cuidaba a sus compañeras. Se subió a un primer auto, de donde bajó para darle el lugar a una compañera, se subió a una trafic y volvió a bajar para que se siente otra compañera, porque eran muchas las mujeres y creo que él estaba pensando: "Si estuviera Sandra acá, habría que resguardarla para resguardar a sus hijas", y eso estaba haciendo. Era un tipo valiente que dejó la balanza muy inclinada hacia el lado de la vida.
"Sobisch es capaz de usar a su familia para lavar culpas"
El gobernador Jorge Sobisch ha mencionado en más de una oportunidad que tenía una cierta cercanía con la familia de Carlos Fuentealba, pero se excusó de decir cuál era la proximidad. Sandra Rodríguez dice que ella sabe a que se refiere el gobernador: es tío de una amiga de la viuda.
"Es una compañera que estudió conmigo los tres años en Bellas Artes (uno de los tres títulos de docente que tiene la viuda es el de maestra de Artes Visuales). Es una amiga que quiere mucho a mis nenas, que me quiere mucho, que no dudo del amor de ella, que es el de nosotros, pero yo siempre separé su nombre de su apellido, que es Sobisch", explicó.
"El gobernador es capaz de usar a su propia familia y a lo honesto que tiene esta relación y este cariño con tal de lavar sus culpas", sostuvo Sandra.
"No tuve ningún tipo de acercamiento de nadie del gobierno ni de ningún funcionario, sí del señor presidente. Fue una vergüenza que Neuquén haya sido la única provincia que no declaró asueto", afirmó Rodríguez.
Una gran historia de amor detrás de la tragedia
"Detrás de esta historia de final trágico hay una gran historia de amor y eso es lo que Carlos no dejó, cuando miro las fotos está sonriendo y siendo feliz", afirma Sandra Rodríguez.
"Hoy en mi vida no le encuentro un sentido a ser docente, por el dolor que llevo encima. Lo he dicho siempre, para mí es un honor ser docente pero hoy no le encuentro sentido", agrega la mujer que dice que dentro de poco cumplirá con la ceremonia de arrojar las cenizas de su marido al lago Huechulafquen.
"Amaba viajar, enseñar y estudiar, quería conocer Ushuaia y La Quiaca porque adoraba a León Gieco".
Fuentealba trabajaba en siete escuelas y completaba unos 1.800 pesos mensuales: "los lunes y los martes no le podíamos hablar, estaba con todo, era mucho trabajo", dice su esposa. "Trabajaba mucho y tenía un compromiso muy grande. En Buenos Aires todo te invade, todo te saca identidad, en general sos un número. En este camino mío, nos encontramos los dos acá, aprendiendo a llevarnos bien en esto, compartiendo experiencias de cada uno de nosotros pero con la misma raíz filosófica.
Este era nuestro lugar, Neuquén, él de Junín y yo de Buenos Aires. Lo único que discutíamos a veces es por qué andaba tanto, cuando yo me escapé de esa invasión permanente de todo que es Buenos Aires", cuenta.
¿Cuál es su deseo?
No quiero convertir a Carlos en alguien inmolado por la sociedad pero sí recordado como se debe, con una memoria activa, con una acción, para pedir juicio y castigo a los culpables, a todos, a los materiales e ideológicos.
Fuente: Diario Río Negro