Por: Roberto Caballero, Director fundador del diario*
No sé si este recuadro aparecerá publicado. Espero que sí. Como fundador del diario me atraviesan muchas sensaciones, la mayoría amargas, desde que la empresa editora comenzó a adeudar sueldos y aguinaldos, después de haberlo hecho regularmente durante seis años en cumplimiento efectivo de los convenios y las leyes laborales vigentes, hasta que se produjo la asunción del nuevo gobierno de Mauricio Macri y Cambiemos.
Durante ese lapso, Tiempo Argentino se erigió en referencia insoslayable dentro del mapa del periodismo rebelde al monopolio Clarín por la calidad de sus contenidos, por la audacia de sus coberturas y por ejercer una libertad editorial inimaginable en el resto de la comunicación concentrada de nuestro país.
Ahora veo con estupor que a la evidente negligencia empresaria de los actuales propietarios, Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, se suma un inédito contexto de apagón informativo de medios y periodistas críticos al oficialismo macrista, que va desde el despido de Víctor Hugo Morales, la salida de la TV pública de 678, hasta las listas negras y las persecuciones ideológicas en Radio Nacional, lesionando de este modo derechos democráticos básicos y afectando así la plural circulación de ideas e informaciones en una sociedad moderna como la argentina.
Ante este sombrío panorama general, hay que denunciar que el disciplinamiento a través de la pauta publicitaria y la retención indebida de pagos adeudados a la empresa editora que asfixia e impide el normal desenvolvimiento de la actividad periodística se traduce en los hechos en una mordaza repudiable, la forma más torpe de las censuras de parte de una administración que asumió el 10 de diciembre hablando de pluralidad y hoy hace todo lo contrario, intentando poner de rodillas a una redacción que desde su origen se desmarcó de las agendas dominantes y divulgó, entre otros muchos casos resonantes de los que habló el país entero, desde los detalles de la apropiación de Papel Prensa al affaire Niembro.
Es responsabilidad ineludible de todos los actores de esta trama, principalmente del Estado Nacional y la empresa editora, salvaguardar el derecho a la comunicación de los lectores y lectoras que ven expresadas sus ideas, perspectivas y opiniones en las páginas de Tiempo Argentino garantizando su impresión y circulación, así como el pago de los salarios caídos sin la destrucción de puestos de trabajo.
Estas líneas son las más dolorosas que me tocó escribir desde la salida del diario a la calle.
No puedo dejar de decir esto que digo por respeto a mis queridos compañeros, trabajadores y trabajadoras de prensa y a lectores y lectoras que nos acompañan día tras día en esta epopeya de hacer un producto que Clarín nunca quiso que existiera. Tuvimos problemas para imprimir, boicots publicitarios recurrentes, extorsiones desde el lado Magnetto de la vida a todo el que apoyara el emprendimiento, dificultades en la circulación, campañas difamatorias constantes, zancadillas de todo tipo, pero nunca hasta ahora la posibilidad real de que los medios concentrados y la derecha política de este país se salgan definitivamente con la suya.
Me sumo, entonces, consciente de las consecuencias, al reclamo general, presente en plazas y redes, de defender este diario por lo que simboliza y por todo lo que tiene para decir todavía, gracias a quienes lo hacen.
No al cierre de Tiempo Argentino.
*Publicado en la edición del día domingo 17 de enero de 2017