jueves, 3 de septiembre de 2015

Fútbol para Todos y el factor Tinelli

Fútbol, televisión y política viven tortuosas metamorfosis, cuyos efectos alterarán el equilibrio construido hasta la fecha. ¿Cuáles son los planes de Marcelo Tinelli para dirigir la Asociación del Fútbol Argentino?
Por: Martín Becerra
El fútbol es espectáculo y burocracia, pasión de multitudes y estrellato individual, ocio y negocio (que es la negación del ocio), talento y tecnología, política local y globalización. Su matrimonio con la televisión comenzó temprano para ambos (de hecho, la segunda transmisión televisiva realizada en Argentina fue un partido de primera división) (1), conoció turbulentas pero provisionales separaciones y ahora que los oráculos de la tecnología anuncian la muerte de la televisión, el fútbol en el mundo entero ensaya nuevas fórmulas para mantener uno de sus principales ingresos.

Analizado desde una de las industrias culturales más emblemáticas como es la televisión, el fútbol es uno de los pocos contenidos que asegura niveles de audiencia altos y previsibles, ofrece un material que se renueva periódicamente, organiza un star system global-regional-local, instituye mitos, origina subgéneros en distintos soportes mediáticos que en muchos casos son eficaces al reciclar los viejos contenidos con nuevos formatos y forja vínculos identitarios variopintos.

Cuando todo el negocio audiovisual tambalea frente a la emergencia de depredadores digitales con bits en las venas, estas características del fútbol permiten seguir negociando millones por publicidad y auspicios, entre otros ingresos. Si el futuro de la televisión es la apuesta por acontecimientos en vivo que captan el interés masivo, el fútbol representa, en buena parte de Occidente, una de las pocas esperanzas de supervivencia para el medio. Como señala Pablo Alabarces, «el deporte es hoy la principal mercancía masmediática, el género de mayor facturación de la industria cultural, el espectáculo de mayor audiencia de la historia de la televisión galáctica» (2). A su vez, para el fútbol la televisión ha sido un dispositivo pedagógico que no sólo lo proveyó de recursos económicos sino, también, de cronogramas, disciplina y leyendas.

La negociación por la posesión de derechos de transmisión del fútbol es ardua y, en todos lados, presenta dos rasgos comunes: tiende a la concentración por el volumen económico comprometido y al reforzamiento de vínculos para obtener esos derechos de forma irregular o ilegal. El sistema de comercialización del fútbol incentiva la manipulación y el tráfico de influencias. Es más: hasta ahora el fútbol mundial en manos de la FIFA ligó su eficacia a la concentración, a la manipulación y al tráfico de influencias, como lo revela el llamado FIFAgate desatado en mayo de 2015 a partir de una investigación judicial en Estados Unidos por prácticas de corrupción en el organismo.

En efecto, es muy difícil que la exclusividad de los derechos que concitan máxima atracción y mueven millones de dólares no esté soportada por una porosa red de relaciones entre directivos de clubes y federaciones, empresas intermediarias de los derechos de televisación, consultorías, emisoras de televisión y gobiernos que con muy poco esfuerzo y escasa inversión definen casi toda la suerte del negocio de las transmisiones. La lógica indica que los beneficiarios de las decisiones de esa red de relaciones retribuyan los favores recibidos. Con buenos contactos se puede pasar de mendigo a millonario en corto plazo.

Economía política del fútbol argentino
Si las federaciones y confederaciones de fútbol pesan a la hora de definir derechos de televisación y su intervención, copiosamente regada con sobornos, genera su mayor fuente de ingresos, la perspectiva de los clubes es ligeramente distinta. Para los clubes de fútbol, el dinero por derechos de televisación es crítico pero no sería la mayor fuente de ingresos, según un estudio sobre la economía del sector realizado por Ariel Coremberg, Juan Sanguinetti y Marisa Wierny (3). De acuerdo con estos investigadores, que consideraron como universo la Primera A, el Nacional B y la Primera B hasta 2014 incluido, en el fútbol argentino la venta de entradas y cuotas sociales representa un tercio de los ingresos de los clubes (30%), mientras que la televisión aporta solo un quinto (20%). En Brasil, por ejemplo, la televisión representa casi el 50% de la economía del fútbol y en Europa el 36%. En el Viejo Continente, además, la publicidad y el esponsoreo alcanza el 42% de los ingresos del fútbol contra un magro 22% en Argentina. Los autores indican que la estructura de ingresos de los clubes profesionales es bastante diversificada y heterogénea en relación al tamaño de los mismos y a la división en la que compiten.

El aporte de la televisión sufrió espasmos desde que la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) firmó el contrato de exclusividad de televisación con Torneos (4) en 1991, con vigencia hasta 2009, cuando se dio por finalizado ese contrato a instancias del primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien impulsó el programa Fútbol para Todos. Esta fue una de las numerosas iniciativas que mostraron en el terreno de la política de medios la filiación transgresora del kirchnerismo luego de la ruptura de los buenos lazos que había anudado con el Grupo Clarín (el principal multimedios del país) hasta 2008 (5). Entre esas iniciativas se cuentan la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (2009), la elección de la norma nipo-brasileña de televisión digital terrestre (TDT, 2009), la impugnación de la sociedad entre el Estado, Clarín y La Nación en la productora de papel Papel Prensa S.A. (2009-2010-2011) (6), el incremento de la participación estatal en el financiamiento de medios privados oficialistas y estatales (2009-2015) y la más reciente ley de TIC [tecnología de la información y las comunicaciones] «Argentina Digital» (2014). A diferencia de varias de esas políticas de comunicación, cuya concreción fue incompleta, sesgada o careció de impacto social, Fútbol para Todos tuvo un alcance masivo y enorme eficacia.

En 2009, el gobierno dispuso una partida de 600 millones de pesos (unos 60 millones de dólares) para inducir la ruptura del contrato de televisación entre la AFA y Torneos (que sigue operando los derechos internacionales). El incremento de presupuesto fue constante y superó a la inflación del período. En 2015 el presupuesto nacional previó 1.664 millones de pesos (más de 160 millones de dólares) para Fútbol para Todos, de los cuales tenía previsto destinar 1.440 millones a la AFA que, a diferencia de los clubes, depende, en un 75% de sus ingresos, de los derechos de televisación. Esta dependencia supera el plano económico e implica una subordinación de la AFA al gobierno, sobre todo a partir de la muerte del expresidente de AFA, Julio Grondona, en julio de 2014. Diversificar la fuente de ingresos no solo dará mayor oxígeno económico a la conducción del fútbol sino que, además, atenuará la influencia hoy decisiva del gobierno.

Fútbol para Todos supuso el desarancelamiento de la recepción de los contenidos de los partidos de la liga argentina de fútbol, tanto en sus transmisiones televisivas como también por dispositivos móviles (con la aplicación Fútbol para Todos en teléfonos móviles) e Internet. Al no pagarse por acceso a esos contenidos, se presume que la recepción es gratuita. El cambio realizado con esta iniciativa le confirió a la televisación del fútbol su carácter social y recreó el valor cultural –y no sólo mercantil– del deporte. No obstante, y a pesar de las promesas iniciales de los funcionarios a cargo de Fútbol para Todos, la gestión del mismo fue turbia (hay un lapidario informe de la Auditoría General de la Nación sobre anomalías en la administración de este programa, además de una investigación judicial en curso) y careció de transparencia.

Desde la perspectiva social, la presunta gratuidad de la recepción abierta del fútbol significó un giro copernicano tan potente que trasciende al gobierno que lo impulsó. La legitimidad de la medida es tal que no hay expresión política o social significativa que promueva públicamente (aunque sí reservadamente) restaurar el pago como condición de acceso. En verdad, con Fútbol para Todos la recepción del fútbol es abierta pero no gratuita, aunque la distinción suene secundaria: todos quienes quieren ver los partidos pueden hacerlo sin pagar más que los impuestos que son el sostén económico canalizado por el Estado para pagar el programa.

Con el Estado como financiador (de la AFA, de los clubes y de las transmisiones), se amplió el acceso a un espectáculo de interés público por el que antes los argentinos debían pagar dos veces: cuando afrontaban el abono de la tv de pago y cuando lo hacían con los partidos premium difundidos a través de sistemas pay per view. Estos cargos se sumaban, claro, a los impuestos, que antes de 2009 también sostenían parte del sistema de televisación del fútbol de modo indirecto. La calidad técnica de las transmisiones no fue afectada por la creación de Fútbol para Todos y, en pleno proceso de migración hacia la digitalización, se ampliaron los formatos de transporte de las señales y se multiplicaron, asimismo, las aplicaciones y dispositivos de acceso.

El Estado montó un dispositivo mixto en la organización del circuito productivo de Fútbol para Todos. Aunque la conducción del sistema es estatal-gubernamental, hay tercerizaciones, participación privada y comercialización de un porcentaje menor de la pauta publicitaria. El proceso de producción consta de la planificación de la agenda de partidos, que es dispuesta por el Estado: el horario del último partido de los domingos es una reacción gubernamental para disputar audiencia al programa Periodismo para Todos conducido por el periodista opositor Jorge Lanata en el canal del Grupo Clarín. Además, se combina la producción privada de las transmisiones (la realización fue delegada por el gobierno a la productora La Corte, adquirida en 2015 por Cristóbal López, del Grupo Indalo) y la exhibición de los partidos, en vivo y en directo, es compartida por la pantalla del canal generalista estatal (Canal 7, cuyo eslogan es «La TV Pública») y emisoras privadas de aire y de tv paga (en algunos lugares, no obstante, la promesa de la recepción abierta de estos contenidos es incompleta si no llegan los canales que trasmiten determinados partidos cuando el canal 7 no trasmite toda la fecha).

La concentración del cronograma de partidos en cuatro días de la semana exige un ritmo productivo dinámico y edición en tiempo real de contenidos con materiales propagandísticos de la labor gubernamental (y en ocasiones, censores de políticos opositores) que se emiten en los entretiempos y que se difunden en zócalos durante las transmisiones. Los zócalos, a su vez, no son siempre respetuosos de las disposiciones de la ley audiovisual porque interrumpen la visión del juego. Pero la impronta propagandística de Fútbol para Todos no se limita a los entretiempos y a los zócalos y alcanzó momentos hiperbólicos. En 2011, durante un clásico Independiente-Boca, Marcelo Araujo hizo una apoteosis de Julio Grondona y sentenció que era «el (Néstor) Kirchner de la FIFA». Araujo había sido el relator ícono de la etapa privada del fútbol en manos de Torneos y luego de Fútbol para Todos hasta 2015, donde ofició además de responsable periodístico.

La recordada sobreactuación de Araujo sirve para enfocar otro aspecto fundamental de Fútbol para Todos: el kirchnerismo fue transgresor no solamente porque liberó del arancelamiento la recepción televisiva del fútbol, sino también porque supo combinar ese objetivo, virtuoso desde la perspectiva social, montándose sobre la putrefacción del grondonismo (que excede al entonces presidente y expresa un sistema de complicidades del que participaron casi todos los dirigentes del fútbol local durante décadas). El kirchnerismo a través de Fútbol para Todos cohabitó con el grondonismo hasta la muerte del mandamás de la AFA.

Por ello, el análisis del circuito productivo de Fútbol para Todos sería incompleto si no diera cuenta de que ese dispositivo alimentó una organización (la AFA) que absorbió los recursos del Estado sin rendir cuenta alguna y que gozó del permiso de su financiador (el Estado) para manejar a piacere esos recursos (7). Parte de la justificación inicial de la ruptura del contrato con Torneos en 2009 fue la precariedad económica de los clubes de fútbol y la necesidad de que la televisación aportara mayores ingresos para sanearlos. A seis años de ejecución de Fútbol para Todos, la precariedad de los clubes no solo persiste, sino que se agudizó.

En efecto, la federación y los clubes mostraron economías ruinosas antes de la cesión de los derechos a Torneos, durante los 18 años de exclusividad de los que gozó esta empresa (cuyo máximo directivo, Alejandro Burzaco, es uno de los acusados en el marco del FIFAgate) y también a partir de la creación de Fútbol para Todos que, en su seis años de existencia, consumió más de 7.500 millones de pesos (unos 750 millones de dólares). Tanto la crónicamente ruinosa de la economía del fútbol argentino como la dotación de recursos estatales invitan a replanteos, sobre todo en el contexto de restricciones presupuestarias como el que afrontará el próximo gobierno nacional.

El negocio de Tinelli
A mediados de agosto de 2015 el conductor y empresario televisivo Marcelo Tinelli, también vicepresidente de San Lorenzo, fue habilitado formalmente para competir por la presidencia de la AFA en una decisión por unanimidad de los clubes que, además, acordaron que la designación del futuro presidente del fútbol argentino se haga en marzo de 2016, con el expreso objetivo de conocer y negociar con el futuro presidente del país, quien asumirá su cargo en diciembre de 2015.

Tinelli ya montó oficinas en la sede de la AFA y toma las riendas de la institución, con conducción errática desde la muerte de Grondona. La designación de marzo de 2016 parece, así, un trámite simbólico que ratificará el liderazgo de facto de Tinelli. Su llegada a la cúpula de la AFA tiene en la economía su principal baza: Tinelli promete un plan de negocios diferente para multiplicar y diversificar los ingresos, que considera insuficientes dados la realidad y el potencial del fútbol local. Con ello, la conducción del fútbol busca atenuar la sujeción económica y –por extensión– política con el gobierno nacional.

Para ello, Tinelli debe jugar a múltiples bandas. Tiene que diseñar con delicadeza un esquema de saneamiento de una institución carcomida por manejos discrecionales, desvío de fondos, patrimonialismo y denuncias de corrupción a gran escala pero, a la vez, contener a muchos dirigentes que posibilitaron esa situación. Es decir, tendrá que conocer en detalle y luego corregir el «rojo» de la herencia sin afectar en exceso a sus responsables. La unanimidad lograda por el carismático conductor y empresario expresa el resultado parcial de una negociación por la amnistía por las tropelías políticas, económicas y administrativas que caracterizaron al grondonismo. Por supuesto, tal unanimidad tampoco sería posible si en el imaginario de esos dirigentes no hubiera conciencia de que el próximo gobierno –sea cual fuere el resultado electoral de octubre próximo– tendrá a Tinelli como interlocutor privilegiado.

La amnistía es la bisagra entre el pasado y el futuro. Es, pues, condición para que Tinelli pueda desplegar un nuevo modelo de negocios en el fútbol, lo que, junto con su popularidad y masividad, constituye su principal crédito. Tinelli es un hombre de negocios pero, a su manera, también lo era Julio Grondona. Mientras que Grondona fundó un sistema patrimonialista de gestión artesanal y anudó lazos con la política de los clubes, la política nacional y empresarios del sector a partir del flujo de influencias y negocios irregulares en los que lo único cierto y estable era su liderazgo, Tinelli promete modernizar la administración, planificar la economía dotándola de certidumbre, sanear las finanzas y subordinar la política a la capitalización de nuevos negocios. Está por verse si estos nuevos negocios superan el umbral de la irregularidad.

Tinelli no es solo un cambio respecto del grondonismo, sino también de la retórica del interés social propia del kirchnerismo a escala nacional. El discurso de los candidatos a presidente más votados en las elecciones primarias de agosto último (PASO) –Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa– sintoniza a la perfección con este giro, que será imposible sin el apoyo del Poder Ejecutivo dada la centralidad que posee el Estado en la organización y financiamiento del fútbol en el país.

La consagración de Tinelli amplía y profesionaliza la autonomía del mercado en la organización del fútbol argentino en coincidencia con un recambio presidencial en el Estado que vaticina un rango aún más generoso de políticas que faciliten la comercialización de los espacios públicos. Es decir que con Tinelli, la encogida autonomía de la conducción del fútbol espera recobrar el protagonismo cedido a la política, pero con los negocios como principal argumento.

Las opciones que puede explorar el plan de negocios de Tinelli son variadas pero no infinitas y parten del supuesto de nutrir a la AFA de ingresos mayores y más diversificados respecto de los derechos de televisación. La revolución tecnológica en información y comunicación, que digitaliza todos los contenidos y multiplica plataformas de producción y transporte y dispositivos de acceso, puede ser aliada del cambio de aires en la AFA.

El menú variado para lograr el propósito de Tinelli requiere de la alteración, con distinto grado de profundidad, de los modelos de comercialización vigentes en los siguientes rubros: transferencias, cesiones y derechos de formación de jugadores; exhibición de los partidos en la televisión y en otras pantallas, segmentando entre derechos por geografía (nacionales, internacionales), por tipo de torneo (campeonatos locales de las distintas divisiones, torneos internacionales), por escala de clubes y por selección nacional (con negociaciones caso por caso, dada la heterogénea escala de los clubes), por tecnología (televisación, streaming para transmisión en directo vía Internet, on demand con contenidos disponibles durante cierto período, contenidos de acceso en diferido, aplicaciones específicas para móviles y para decodificadores de tv digital –abierta y de pago–, entre otras); porcentaje de participación estatal y privada en la publicidad de los partidos; participación de los clubes y de la AFA en la recaudación de esas tandas, publicidad estática en estadios, patrocinios, explotación de marca, calendario de encuentros oficiales, amistosos y giras (de la selección y de los clubes), explotación de inversiones posibilitadas por la AFA (total o parcialmente) como el uso de instalaciones sociales para recitales y festivales, estacionamientos, museos y establecimientos formativos. Y apuestas.

Asimismo, el lobby que se desató para reactivar el proyecto de AFA TV, del que participan, entre otros, el empresario Cristóbal López (del grupo Indalo y uno de cuyos activos es la productora fundada por Tinelli, Ideas del Sur) dependerá no solo de la voluntad y capacidad de desarrollo de la conducción de Tinelli sino también del compromiso del futuro gobierno nacional con las señales audiovisuales creadas por el kirchnerismo –especial, DeporTV, que emite en abierto a través de la plataforma de televisión digital terrestre (TDA) y con el que AFA TV se superpondría– y con el Programa Fútbol para Todos en función de la amplia legitimidad de la que gozan las transmisiones en abierto.

La economía política del fútbol valida la tesis sobre el vínculo íntimo entre fútbol, televisión y política que irradia determinaciones mutuas: es difícil que un movimiento de peso en una de estas actividades carezca de impacto en las otras. El presente registra que fútbol, televisión y política viven tortuosas metamorfosis, cuyos efectos alterarán el equilibrio construido hasta la fecha.

1. Mirta Varela: La televisión criolla. Desde sus inicios hasta la llegada del hombre a la Luna 1951-1969, Edhasa, Buenos Aires, 2005.
2. Pablo Alabarces: «¿De qué hablamos cuando hablamos de deporte?», en Nueva Sociedad nº154, Marzo-Abril 1998.
3. A. Coremberg, J. Sanguinetti y M. Wierny: La contribución del fútbol a la economía argentina, 2015. Disponible en
4. Hasta 2012 su nombre era Torneos y Competencias.
5. Cuando Cristina Fernández de Kirchner lanzó Fútbol para Todos, uno de sus objetivos fue dañar una de las fuentes de ingresos del Grupo Clarín, ya que éste es copropietario de TyCSports, una de las señales de tv paga que emitían los partidos, en sociedad con la empresa Torneos (cuyo accionariado lo componen DirecTV, Nofal, Galarza y DLJ Merchant Banking Partners).
6. V. Martín Sivak: Clarín, la era Magnetto, Planeta, Buenos Aires, 2015; Graciela Mochkofsky: Pecado original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder, Planeta, Buenos Aires, 2011; Martín Becerra: De la concentración a la convergencia: políticas de medios en Argentina y América Latina, Paidós, Buenos Aires, 2015.
7. V. Alejandro Casar González: Pasó de todo: cómo la AFA, la FIFA y los gobiernos se adueñaron de la pelota, Planeta, Buenos Aires, 2015.

Foto: 
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Fuente: Nueva Sociedad

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