El Buenos Aires Herald, diario de tirada limitada y de lengua inglesa, fue el primero que publicó denuncias sobre las desapariciones y asesinatos durante la dictadura militar argentina (1976-1983), lo que generó la sospecha errónea de que estaba protegido por la CIA, recordó su ex director, Robert Cox
Cox fue perseguido por la dictadura, sufrió amenazas y debió finalmente abandonar Argentina, experiencia traumática que resume el libro "Guerra Sucia, Secretos sucios", que escribió su hijo David y que será presentado los próximos días en Buenos Aires.
"Los periodistas argentinos tenían dos teorías: que nos respaldaba la embajada de Estados Unidos y que, en tanto periódico de idioma extranjero, teníamos inmunidad", recordó Cox desde Londres, donde reside desde 1979.
Sin embargo, la explicación de Cox a tres décadas de aquella experiencia se sintetiza en una frase: "los diarios argentinos fueron cómplices de la dictadura. El Herald no".
Cox recordó que pudieron publicar las primeras listas de desaparecidos porque "teníamos el respaldo invalorable" de Peter Manigault, editor de la Evening Post Publishing de Charleston, propietaria del diario y que "quería que hiciéramos lo que correspondía e informáramos la verdad". "Esa era la única diferencia entre el Herald y la prensa argentina de primera línea", enfatizó el ex director del Buenos Aires Herald. El diario fue también el primero que denunció la apropiación de los hijos de las víctimas de la represión cuando el abogado uruguayo Juan Pablo Schroeder acudió a Cox en la búsqueda de sus tres nietos desaparecidos, luego del asesinato de su hija y de su yerno, cuyos cuerpos aparecieron junto a los de los senadores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Durante días Cox publicó las fotos de Máximo (3 meses), Victoria (18 meses) y Gabriela (4 años) en la tapa del diario con el título "Help Me Save the Children" (ayúdenme a salvar a los hijos), pese a las amenazas de los generales, hasta que finalmente aparecieron los nietos de Schroeder. El director de Buenos Aires Herald también se comprometió junto con el sacerdote católico irlandés Kevin Mullen, secretario del nuncio papal en Buenos aires, en compartir información y estudiar las denuncias que recibían de los familiares de las víctimas.
Pero esa colaboración duró apenas algunos meses después del golpe militar de marzo de 1976, porque el "curita rojo", como habían bautizado los represores a Mullen, fue transferido por el Vaticano a París, debido a las presiones de la junta militar, recuerda Cox. El ex director del Buenos Aires Herald decidió abandonar Argentina en diciembre de 1979, cuando las amenazas habituales se transformaron en una evidencia reveladora: "alguien cercano a la familia nos estaba vigilando".
En una carta anónima se le expuso la rutina diaria de su familia, "hacía referencia a datos obtenidos mediante vigilancia electrónica de nuestras viviendas y contenía detalles específicos que sólo podía conocer alguien de adentro. Esa carta nos condujo sin escalas al exilio", confiesa en el libro, descubriendo un misterio de décadas sobre su partida del país.
Fuente: Agencia ANSA