Como  parte de la pelea entre el gobierno y Clarín por el control de los  negocios monopólicos de los medios y, en esa medida, de la influencia  que tienen sobre la opinión pública, el sábado pasado se publicaron en  ese diario dos artículos de ataques mutuos entre el ultra K embajador en  los EE.UU., Héctor Timerman y la patronal de la Noble. Lo más notable  de ambas notas es que quizá resulta más importante lo que ocultan que lo  que dicen.
Timerman, que se reconoce como prodictatorial “arrepentido”  hasta que "fracasó" su “proyecto editorial” de entonces y cerró el  diario La Tarde (La Opinión, de él y su familia, siguió abierto y pro  dictatorial un buen tiempo más), llamativamente esconde -en medio de su  verborragia crítica- que Clarín también apoyó a la dictadura y llegó  hasta el día de hoy sin ningún tipo de arrepentimiento.
Al día siguiente del golpe, por ejemplo, el diario de los Noble  titulaba: “Buenos Aires, caja de resonancia de la vida del país,  presentó ayer una imagen de normalidad”.
Y, en razón del “olvido”, Timerman coloca en el centro de sus  cuestionamientos a “los periodistas de Clarín” y no a la patronal de la  Noble y Magnetto. Ni lerdos ni perezosos, los Noble, los Magnetto y,  claro, los Kirschbaum, los Roa y los demás funcionarios amanuenses, se  esconden en la respuesta  que la adjudican a “la Redacción de Clarín”,  por supuesto que sin consultarla y seguramente en contra de la opinión  de la mayoría de los trabajadores, que nada tienen que ver con la  desesperada pelea del monopolio por la mantención de sus negocios y  prebendas.
La verdadera voz de los trabajadores –de la redacción y de todo  el diario- sería la de su representación gremial cuya elección es  combatida por la patronal, que hace diez años y para evitar la  organización sindical, despidió a 120 compañeros, incluida toda la  Comisión Interna recientemente electa, a la que nunca quiso reconocer,  como también desconoce a los delegados legítimamente elegidos hace un  año por los trabajadores de Canal 13. No de casualidad, es uno de los  aspectos de la crítica de Timerman (impedir la libertad sindical) que  los nobles-magnetos no contestan.
Además, ¿ no es de una perfidia muy grande que la Noble, que está  puesta en el banquillo en el caso de los chicos apropiados aunque -por  su poderío- haya podido y aún pueda escaparle a la justicia, evite dar  la cara en la respuesta a la acusación de “ser cómplice de la dictadura”  por tratar de evitar que los identifiquen y ensucie a centenares de  trabajadores de Clarín haciéndolos responsables de la contestación?
Y Timerman, ¿desde donde critica? Forma parte de un gobierno  “nacional y popular” que quiere pagar la deuda externa y a los fondos  buitre y volver a endeudarse con los organismos internacionales de  crédito en nombre de la “independencia nacional”. Apenas ha encarcelado a  40 gerontes de la dictadura que están más cerca del arpa que de la  guitarra como la “política sin concesiones” por los derechos humanos,  mientras colocaba bandas armadas para tratar de evitar que Memoria,  Verdad y Justicia pudiera llegar con su movilización a Plaza de Mayo el  pasado 24 de marzo.
Y que, además, quiere quitarle el monopolio a Clarín para  dárselo a empresarios amigos para que los medios sean todos como  “6,7,8”.
¿En que avanzó la pregonada “libertad de prensa” en los siete  años de gobierno K?. ¿O libertad de prensa es la censura rabiosa que se  ejerce en Canal 7, Telam o Radio Nacional?
¿O es la que se ejerce en todos los medios privados pro  oficialistas, inundados de pauta oficial, como los del grupo Szpolski o  en los de Hadad?
¿O falta la mágica “ley de medios” para que los sectores  populares tengan el acceso abierto a los medios de difusión? Sobre esto  no hay ninguna “reflexión crítica” de Timerman ni, claro, del gobierno  K, que permanentemente trata de bloquear toda manifestación opositora no  sólo, ni fundamentalmente, de la “derecha”, sino de los sectores  populares que pelean contra la miseria, los salarios de hambre, por la  vivienda, por el verdadero juicio y castigo a los represores de la  dictadura militar y contra los que hoy, desde todos los aparatos de  seguridad, ejercen la violencia contra los jóvenes, los trabajadores y  todos aquellos que salen a pelear por sus reivindicaciones.
Los trabajadores de Clarín no forman parte de esta pelea por el  control, no popular sino empresario del negocio de los medios. La voz de  ellos no es la del gobierno K, amigo de Clarín hasta que sus intereses  se enfrentaron y lo cambió por otros monopolios y tampoco la de la  negrera patronal de los nobles-magnetos.
Tienen el derecho y la necesidad de tener  su propia voz. Y de organizarse en defensa de sus intereses. Esto supone  tener delegados elegidos libremente por los trabajadores del diario.
Fuente: La Naranja de Prensa
