Londres, The Guardian. Por Tim Dowling
El tele-evangelismo tiene una larga y poco gloriosa historia en USA, cargada de casos de corrupción financiera y escándalos sexuales. Y, sin embargo, avanza.
Ha llegado a ser una rama completa y distintiva de las emisiones, con sus propias audiencias específicas y anunciantes. Sus valores de producción rivalizan con los de las grandes cadenas.
La mayoría de las veces, si se apaga el sonido, prácticamente no se distingue de la televisión común.
En los primeros tiempos el tele-evangelismo se hacía con poco. Y se notaba. Los programas iban dedicados en su gran mayoría a la recolección de fondos: líneas telefónicas estaban perpetuamente abiertas, las peticiones eran constantes y había una noción predominante de que vuestro dinero, dado con suficiencia, podría compraros alguna especie de intercesión.
Cuando el tele-evangelista Pat Robertson fundó la Christian Broadcast Network en 1960, su show estrella, 'The 700 Club', se llamó así por su objetivo central: inscribir a 700 personas que contribuyeran con US$ 10 dólares para pagar las cuentas.
El 'Club de los 700' sigue fortaleciéndose, pero hoy Robertson es una Ophra derechista y fundamentalista, pontifical y descontrolado por turnos, que ofrece consejos financieros (los lunes) y ejercicios (los miércoles), así como respuestas alentadoras a las preguntas de la tele-audiencia.
-¿Por qué tantos odian a USA y quieren destruirnos, cuando damos tanto?- pregunta un e-mail.
-Están celosos de nosotros y odian nuestra prosperidad y nuestra bendición- dice Robertson a la cámara.
Los espectadores aplicados del programa 700 Club saben que en ocasiones dirá algo verdaderamente loco. En el pasado, culpó por los atentados del 11 de septiembre a los paganos, los grupos pro aborto y la American Civil Liberties Union, y una vez describió al feminismo como un “movimiento político socialista, anti-familia, que alienta a las mujeres a abandonar a sus maridos, matar a sus hijos, practicar la hechicería, destruir al capitalismo y hacerse lesbianas”.
Por el momento, no obstante, parece estar siguiendo las instrucciones de su receta médica.
Más arriba, por God TV ('Dios TV', parte de una red global de TV), el Dr. Rooney Howard-Browne está entregando su “Gran Despertar” en una iglesia de Texas. Toca a las personas en la frente y exclama: “¡Fuego de Dios!” Caen al suelo y se retuercen.
El público ríe. Entrevista a suplicantes desfallecidos post Fuego de Dios, y el público ríe. Gente habla en jerigonza y todos ríen. “Algunos de ustedes necesitarán que se les asigne un chofer”, dice Howard-Browne. Más rizas. No hay nada más sofisticado que esto durante los 20 minutos que me quedo.
En la Trinity Broadcasting Network, la anfitriona del show de chats, Paula White intercambia latitudes Cristianas con un “cowboy de la fe”, ante las grandes finales del rodeo.
Cada ve que ella cita la Biblia, el verso relevante aparece en pantalla.
Luego viene el locuaz Gregory Dickhow, pastor principal de la Life Changers Internacional Church, cuya fijación personal religiosa-motivacional parece estar basada por entero en la idea de que todos necesitamos comulgar con mucha mayor frecuencia, incluso todos los días.
“Cuando todo esté en contra tuya, rompe ese pan”, dice, agitando una ostia.
Un poco más tarde, el anfitrión de “Cambiando tu Mundo”, el Dr. Creflo A Dollar (parece un anagrama pero no he podido llegar a ninguna parte), formula la pregunta: “¿Quiere Dios que seáis pobres?”
La mala noticia es que, si Jesús fue pobre, debemos esforzarnos por seguir su ejemplo. La buena noticia es: ¡Jesús NO fue pobre! Como evidencia, el Dr. Dollar gasta una relajante media hora citando escrituras que sustentan su criterio.
El Dr. Dollar, descubro, es un adherente a lo que a veces se conoce como Teología de la Prosperidad, una doctrina cristiana que equipara al éxito con el favor de Dios.
Es lo que manda en este momento en el tele-evangelismo estadounidense. Esta particular rama de tele-evangelismo ha sido fuertemente influida por el auge de los “infocomerciales”, el advenimiento de los orientadores de vidas y de las técnicas de poder personal de gurus financieros como Tony Robbins.
Cómo encajan sus enseñanzas de que la codicia es buena con la palabra de Dios varía de predicador en predicador, pero tienen una cosa en común: todos son extremadamente ricos. Aunque los programas ya no ruegan minuto a minuto por dinero, entre su publicidad, los infomerciales y los especiales programados de recolección de fondos les está yendo al parecer muy bien.
Otro rasgo del tele-evangelismo moderno es que coopta todas las formas de psicología pop y de jerga nutricional. Veo un programa completo que explica por qué la comida “viva” es Digna de Dios y por qué Jesús no quiere que comas azúcar.
“El azúcar es como arrojar nafta al fuego para las células del cáncer”, dice un experto. Es como mirar televisión diurna en un universo paralelo donde todo el mundo es un cristiano renacido.