viernes, 15 de noviembre de 2024

Las dos caras de Jorge Fontevecchia

Compartimos la carta abierta de los trabajadores y trabajadoras de Perfil sobre la crítica situación dentro de la empresa, los bajos salarios y la persecución gremial.

Quienes trabajamos en Perfil estamos viviendo una doble asfixia: la general del país, generada por el ajuste y el maltrato permanente del presidente Javier Milei, y la particular de la empresa de Jorge Fontevecchia, que nos humilla con salarios de pobreza, y encima nos adeuda parte de nuestro sueldo por no haber abonado muchos de los incrementos paritarios de este año.

Lejos de la teoría simplista de buenos contra malos, cada periodista, diseñadora, productora, fotógrafo, camarógrafo o administrativo de la empresa, observa cómo queda en el medio de una pelea política y de egos que no le pertenece.

A los sistemáticos incumplimientos, que realiza en loop y ya forman parte del lugar común entre las empresas de medios, Perfil ahora le suma una persecución gremial que supo practicar en otros tiempos. Por orden del mismísimo Fontevecchia y su adlátere, Gustavo Gonzáles, la compañía que se autopercibe como faro de la ética y moral periodística amenaza con acciones judiciales a la comisión interna, envía cartas documento a trabajadores y pretende que las asambleas no se hagan en la redacción, que es donde trabaja la mayoría. Más libertad de empresa que de prensa o de expresión.

Para colmo, a esta serie de intimidaciones, Perfil le agregó en los primeros días de noviembre otro castigo: un descuento discrecional en los haberes por los paros realizados durante octubre, una medida tomada por sus trabajadores –luego de agotar distintas instancias– para forzar a la empresa a que salde la deuda que acumula desde enero.

Vale aclarar que esos descuentos se aplicaron sobre sueldos que promedian los 400 mil pesos por mes y que, en algunos casos, apenas rozan los 300 mil. Ya no hablamos de sueldos de pobreza, sino de indigencia.

En privado, el directorio de Perfil explica que la crisis es producto de los cambios en los hábitos de consumo, de la transformación de la industria periodística –a la que Perfil se acopló tarde por errores flagrantes en el management de la empresa–, del desplome de la pauta privada y del fin de la pauta pública, potenciada sin dudas por la pelea pública entre Milei y Fontevecchia.

Sin embargo, resulta al menos curioso que Fontevecchia haya publicado el sábado 9 de noviembre, en medio de la tensión con todo el staff de trabajadores, que la empresa dio superávit por segundo año consecutivo. ¿Las ganancias de Perfil se generan a costa de sueldos de hambre y de incumplir mínimos acuerdos salariales que la misma empresa firma como parte de la cámara patronal?

Desde el Sindicato de Prensa de Buenos Aires, nos solidarizamos con Fontevecchia por los ataques y agravios personales que recibe del presidente de la Nación. No obstante, no podemos obviar que Fontevecchia, además de escribir sobre la ética periodística, también debería ejercerla. Y la mejor manera de hacerlo sería garantizar condiciones de trabajo dignas y cumplir con lo que la misma empresa se compromete ante el Estado en las paritarias que firma. En caso contrario, él y su directorio estarían practicando una violencia similar a la de Milei, pero con los trabajadores que cumplen tareas y sacan adelante todos los productos de Perfil.

Los vértices a veces se tocan. De la misma manera que el Gobierno de Milei hambrea a jubilados, trabajadores estatales, docentes, médicos y científicos, Fontevecchia hambrea a quienes trabajamos en Perfil. De la misma manera que el Gobierno de Milei amenaza y persigue a trabajadores aeronáuticos, del Hospital Garrahan o de los medios públicos, Fontevecchia amenaza y persigue a la comisión gremial interna y a quienes reclaman por mejorar sus condiciones de empleo.

Quizás en el fondo –o no tan en el fondo– Milei y Fontevecchia se parecen más de lo que se imaginan.
Trabajadores y trabajadoras de Perfil

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