El periodista y escritor se anima a defender al gobierno de Kirchner. Niega que sea autoritario, destaca su política de derechos humanos y el discurso sobre la redistribución de la riqueza. Critica cómo funcionan los medios.
El escritor y periodista Orlando Barone abre la puerta de su departamento antiguo en el microcentro porteño y aclara que la noche anterior durmió muy poco. Lo desvelaron las elecciones de EE.UU., que siguió por TV hasta que se supo que Barack Obama sería el próximo presidente del país del norte. “Este es uno de los fenómenos que convierte al mundo en una aldea global”, dice a PUNTAL en el inicio de una charla en la que conversará sin censuras sobre temas de actualidad y en la que sentará su posición crítica sobre el rol de los medios en la sociedad.
Sin ponerse colorado, y a sabiendas de que se gana más detractores que defensores, rescata la gestión de Cristina Kirchner y también reivindica la del ex presidente Néstor Kirchner. Enumera sus logros y señala que los medios juegan un papel importante en el desprestigio del Gobierno. “Nunca asistí a una oposición mediática tan grande contra un gobierno como contra éste”, dice; y agrega que “los partidos de la oposición instalaron una mirada pesimista sobre el país” y el oficialismo “no logra siquiera reducir el impacto”.
-¿Se define como escritor, periodista o ambas cosas?
-Soy ex escritor, ex periodista, cada vez me siento más ex (bromea). Ahora, hablando en serio, en el fondo siento que traicioné un poco a la literatura. El periodismo me atrajo, fue una parte de mi vida muy importante (y digo fue porque ahora, con la madurez, tiene intersticios en donde se cuelan otras cosas y ya no está primero el periodismo y después la familia, sino al revés).
-Ahora está volviendo a escribir ficción: ¿Se siente más libre para hablar desde la literatura?
-Son dos desafíos distintos. Primero, porque desde la literatura escribís sobre los temas que te atañen espiritualmente, carnalmente; no escribís sobre lo que la agenda te marca.
El periodista escribe sobre lo que la agenda le manda, arrienda su inteligencia y cultura en favor de la agenda, nos alquila la historia inmediata para que nosotros la contemos.
Para un escritor, el periodismo es traicionar el pensamiento reflexivo. Pero a la vez a mí me resultó apasionante, porque te entrenás a ser llevado por la corriente, con la manada, con una obediencia, con una sumisión a tu profesión de una manera extrema.
-¿Hay libertad de prensa en la Argentina?, lo consulto porque se acusa a este Gobierno de coartar la libertad de expresión...
-(Reflexiona unos segundos) Yo nunca asistí a una oposición mediática tan grande contra un Gobierno como contra éste; nunca asistí a una andanada opositora tan fuerte. La Nación, Clarín, Crítica, Perfil, Revista Noticias, todos los grandes conductores de TV y radio.
Entonces, si el Gobierno es hegemónico y dictador y le pasa esto: ¿qué pasaría si no lo fuera? Cualquiera de los grandes conductores dice que no hay libertad de prensa y en el mismo acto se están contradiciendo.
-¿Cree que esta oposición tan fuerte que se hace desde los medios contribuye a este descrédito generalizado que tiene hoy el Gobierno?
-Hasta ahora decían que nunca los medios le habían podido ganar a la opinión pública.
Yo me hago una pregunta: ¿Existe otra opinión pública que no sea expresada a través de estos medios opositores?, ¿existe otra opinión pública, de estratos sociales a los que vos ni yo pertenecemos, que a la hora de votar pueden darnos una sorpresa? Respuesta: no lo sé. Daría la impresión de que no. Una segunda cosa que diría es que tiene influencia la presión informativa intencionada cuando el segmento sobre el que se impone esa presión es permeable; es decir, si hay una sociedad que empieza a descreer de un gobierno y recibe permanentemente estímulos para ese descreimiento, se junta la permeabilidad de la sociedad frente a la información.
-¿Cree que la sociedad argentina es poco crítica?
-Los medios tienen una parte demagógica que es necesaria: hacen negocios, trabajan para un cliente y lo que quiere el cliente le doy. Ahí pierde el periodista y el mejor empleado del mes es el más alcahuete. Además lograron, con la palabra campo, una construcción lingüística imbatible: la equipararon a Patria y a himno y hasta tuvieron la osadía intelectual (no sé si pensada, pero salió perfecta): lo de pequeño productor. La palabra pequeño implica niño, inocente, insignificante, para tenerle paternalismo, piedad, compasión, comprensión. Pequeño. Si un productor que tiene 500 o 300 hectáreas que valen 5 mil dólares cada una es pequeño, ¿qué es el peón golondrina?, ¿y qué es el hijo del peón golondrina?, ¿y qué es el del conurbano que no tiene ni un lote donde poner una casilla de barro? Esa construcción de pequeño fue un hallazgo idiomático que merece un estudio de expertos.
-¿La pasa mal expresando sus ideas en la radio?
-Tengo a mi favor que soy simpático (se ríe). En realidad, lo que me preocupa cuando estoy rodeado de una masa uniforme es que empiezo a desconfiar. Digo: ‘No puede ser que todos los periodistas piensen igual, que no haya otro Barone cerca’. Me pregunto si todos los empleados de los medios piensan igual que los medios en donde trabajan. Lo más triste es pensar que la sobrevivencia y el empleo liman la resistencia.
-¿Qué rescata de este Gobierno?
-Quiero que termine los cuatro años de mandato, que lo dejen gobernar.
-Pero, además, usted comulga con algunas ideas, ¿con cuáles?
-Comulgo con el tema de los derechos humanos; con la redistribución de la riqueza; me gusta que haya puesto la política de nuevo en escena; que haya tratado de limitar el poder de los economistas; me gusta que el riego país, que era 7.000 descendiera a 200 o 300 puntos; me gusta que no haya reprimido a nadie, que a pesar de que yo sufro el desorden ese desorden implica que puedo comprender la alteridad; me gusta que nunca en sus discursos o sus gestos se meten con los más débiles, que siempre estén contra los más fuertes y por eso pagan los precios. Un párrafo aparte: todos los gobiernos tienen focos de corrupción (nichos o containers, no lo sé, para eso está el periodismo con su mirada crítica). Lo que no me gusta es la generalización de nombres durante años sin aportar pruebas. Me pregunto: si un país tiene superávit fiscal (te sobre plata); tiene una caja superior a la que tuvo nunca (50.000 millones de dólares); entonces, si es corrupto, es un mago porque saca plata de un lugar que no sabemos.
-Con el tema de la distribución: ¿no le parece que hay un discurso que no se condice en la práctica?
-Diría que hay una desilusión entre el discurso y la demostración; de todos modos, creo que lo que se hizo los primeros cuatro años fue la integración de grupos que no estaban incluidos. Se incorporaron un millón y medio de jubilaciones: se puede decir que es probable que hayan jubilado gente que no lo necesita, pero un Gobierno que sale al rescate con 650 pesos es porque tiene este criterio de inclusión.
-En este sentido, ¿crees que los Kirchner están cerca del peronismo tradicional?
-El peronismo es un misterio argentino. Me da la impresión de que el peronismo generaba, en las épocas anteriores, una vivacidad popular de gesta épica de los sumergidos, de los apartados que venían a ser incluidos a partir de la política de distribución del ingreso probada en la realidad. Pero junto con eso dejó secuelas de odio, de rencor, de rechazo general que en aquel momento, como los vivas eran tan grandes, ese rechazo topaba con una pared de pasiones; ahora, el peronismo no genera esa vivacidad popular de entonces, pero sí el mismo rechazo y rencor de antes.
-¿Qué rol juega la oposición en este esquema?
-Creo que la oposición ha instalado sobre el país una mirada pesimista y el Gobierno no logra siquiera reducir el impacto con una sensación optimista. Todo cuanto haga el Gobierno está cargado de escepticismo.
De negros y mulatos -¿Cómo vivió las elecciones de EE.UU.?, ¿qué lectura mediática hace sobre el tema?
-Es un fenómeno que convierte al mundo en una aldea global. Los pensadores de la última parte del siglo pasado anunciaron que se instalaba esta aldea global y está: se ve en el campeonato mundial, en el funeral del Papa, en el acontecimiento de las Torres Gemelas, pero creo que lo de las elecciones adquirió un carácter inusual para una elección en EEUU. Tenía un ingrediente: el factor negro.
-¿Va a cambiar algo para la Argentina?
- Hay un candor provinciano entre quienes no viven en Nueva York, Manhatan o Chicago en creer que van a recibir alguna cosa nueva. Primero, esperemos que lo reciban los EE.UU, que no queden defraudados ante tanta expectativa; segundo, uno puede preguntarse si un presidente que le hace mucho bien a su país no le hará mal al mundo; además, no creo en la generosidad de los votantes norteamericanos: creo que los que votaron a Obama no pensaron en los que vivimos en este modesto país, con grandes problemas. ¡Nada! Ese pensamiento no corrió y diría que no corrió ni en el mismo EE.UU. para con los de otro Estado. Pero es cierto que es una elección que convoca mucha expectativa, es una elección esparcida a los cuatro vientos, es como si en la Antigua Roma se eligiera al César: en las Galias, en Persia, en los lugares en donde había dominios romanos también se celebraba la elección del César (o se abominada, no importa). Es una realidad innegable: estamos atravesados por el imperio. La pregunta que yo me haría frente a esta elección es por qué Obama, que es mulato, en esta elección triunfa como negro. Me pregunto si asumir que ser mulato es ser menos que negro. Sin moraleja.
Fuente: Diario Puntal
Foto: Rafael Calviño, ADN Cultura