miércoles, 10 de febrero de 2021

Escribano: 60 años de periodismo y poder en La Nación

Durante los últimos dos años o más, al menos una vez por semana la Comunicación dejaba de ser el relámpago luminoso y fugaz que le permite la tecnología, que lo hace inasible y, en parte, incomprensible para quienes jamás pensaremos a la velocidad del rayo.

Los martes -alguna vez se añadía otro día de la semana, como sustituto o como extra- el tiempo se detenía para dejar el espacio para una conversación por la que pasaron 60 años de Periodismo. Empezaron como encuentros presenciales rodeados de libros, terminaron como Zooms que nunca reemplazaron el olor a café y papel. Por esas charlas transitaron asuntos del periodismo, los medios en general, la relación de éstos con la política, con las empresas, con la cultura, con los propios periodistas, de los periodistas entre sí y con ellos mismos, en fin, la vida un país que no sólo se vive, si no que se escribe y se publica todos los días.

Es que durante dos años, casi tres, con Hugo Caligaris nos encontramos con José Claudio Escribano. Esos nombres no dirán nada a mucha gente, lo sé, pero basta saber que como una combinación numérica que abre una caja fuerte, liberó un torrente de relatos y reflexiones que después derivaban en otras charlas con más personas, fuentes diríamos. También no empujó a la lectura de libros, documentos y más de 40 carpetas grandes de un desordenado archivo personal donde podían aparecer amenazas de muerte de guerrilleros dirigidas a quien comandaba un diario gravitante como era La Nación y, a vuelta de página, las cariñosas cartas de amor con dibujos infantiles de sus hijos que extrañaban a un padre que era arrastrado por la pasión de escribir la primera versión de la Historia.

Y nosotros escribimos esa historia. La que nos contó, la que nos dijeron algunos allegados y la que había quedado archivada en las carpetas. Se convirtieron en unas 400 páginas que presentamos a Editorial Planeta sin saber si, además de los que fuimos tallados por este oficio y por la influencia de Escribano, alguien más se interesaría en leer el material prodigioso que habíamos tenido la oportunidad de conocer.

La semana pasada recibimos la prueba de galera (digital, claro). Esta semana se imprime y será un libro sobre un estante la primera semana de marzo. A pesar de que era lo que pretendíamos, la noticia nos dejó algo perplejos.

Cuando después de la última lectura y envío final, la suerte estaba echada, para calmar los nervios abrí el libro que Hugo me había regalado unos días antes, cuando no sabíamos que estaríamos cerrando nuestro propio libro. Decía Irene Vallejo en El Infinito en un junco: “No olvidemos que el libro ha sido nuestro aliado, desde hace muchos siglos, en una guerra que no registran los manuales de historia. La lucha por preservar nuestras creaciones valiosas: las palabras, que son apenas un soplo de aire; las ficciones que inventamos para dar sentido al caos y sobrevivir en él; los conocimientos verdaderos, falsos y siempre provisionales que vamos arañando en la roca dura de nuestra ignorancia”

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