Por Sergio Kisielewsky *
Hace muchos años circuló un libro llamado La red y la tijera, de Jorge F. Lorez McGregor, que se anticipó a los modos de censura del capital concentrado estableciendo qué debemos leer, informarnos y saber. Allí ya se hablaba de las grandes cadenas de noticias que seleccionan lo que debemos conocer y, en especial, aquello de lo que no debemos enterarnos. Cómo se fragmenta la información y cómo se la analiza como un territorio de disputa de ideas. Algo parecido se da en la práctica de hoy. Debemos conocer la realidad de los números que da a conocer la Sociedad Rural, pero no se informa sobre la situación que atraviesan los pequeños productores, campesinos y peones rurales. De eso no se habla. Nombrar el “conflicto del campo” es como decir “los argentinos”. No todos tienen los mismos intereses ni todos la misma tradición e historia.
¿Dónde estaba el reclamo “del campo” en la década del ’90? Erigiendo la política neoliberal de Menem y De la Rúa. ¿Les preocupó alguna vez la situación de miles de familias desalojadas de sus tierras? ¿Qué tipo de efecto tendrá el cultivo de soja sobre la tierra? Los datos de sus ganancias son de dominio público. No se sabe por qué un sector de la Federación Agraria se encolumna con la visión de la Sociedad Rural. ¿A qué lucha conduce esta metodología? ¿A qué objetivos conduce este conflicto?
La cuestión es política y en estos cuatro años la vieja derecha se hartó de los juicios a genocidas y de la recomposición de la clase trabajadora en número y forma. Su odio va más allá del tema del campo. Su problema es visceral porque viven estos años como atacados por fantasmas que sólo ellos generaron. La derecha tiene una formidable oportunidad para salir a flote y, como se sabe, hunde al país en el intento. El 11 de marzo, fecha de inicio del lockout patronal, los precios se fueron a las nubes. Antes era con la paz de los cementerios, de las dictaduras y ahora con las diatribas a un gobierno legítimo que representa demasiado en su imaginario. Se empieza a hablar de distribución de la riqueza y para ellos eso ya es mucho.
Mientras tanto, en el plano gubernamental no se convoca a todas las reservas que hay en el país para avanzar hacia una coalición progresista superadora de las divisiones del llamado campo popular. Es como si el gobierno se cerrara más en vez de abrirse y sumar aliados en una batalla que será dura, larga y que recién comienza. La batalla de ideas se dará desde muchos ámbitos y el primero es en la lucha de intereses.
América latina recorre nuevos rumbos y eso pone muy nerviosos a los grupos económicos y los colosos del imperio que no dudan en trabajar 25 horas diarias en desestabilizar y confundir. Pero aquí se juegan otras cosas. “Basta de odios”, dicen algunos prelados. “Atacan a las instituciones”, dicen señoras que perdieron las elecciones hace muy poco. “No hay libertad de prensa”, dicen los medios sojeros y no informan a la ciudadanía sobre la verdadera renta que generan las grandes plantaciones de soja. ¿Estarán muy ocupados en difundir ferias de agro-industria y ganadería? No se habla, por ejemplo, del capitalismo que aún no se desarrolló en nuestro país. Las clases parasitarias entendidas como los grandes propietarios de la tierra y la burguesía transnacional obtienen muchos beneficios del no desarrollo.
Veamos el conjunto. El Gobierno debe convocar ya a los sectores productivos en serio. Otorgar la personería a la CTA y reunirse con los representantes obreros, pequeños empresarios, pymes, intelectuales y elaborar las “Bases para el Bicentenario” que está a la vuelta de la esquina.
Se fundó el partido agrario que intenta ser el trampolín de la derecha para volver a aplicar su política de garrote vil. El rol de la prensa es más que interesante. Evoca la actitud de los Gainza Paz con el primer peronismo que, alineados con la cúpula eclesiástica, echaron leña al espíritu militar del levantamiento de 1955. La tierra, la renta, la escarapela y demás símbolos son propiedad de los que no trabajan. Los que están en la producción saben que con esos símbolos no se jode, no se los utiliza así porque sí. El Gobierno debe retomar la iniciativa. No supo aún llamar a un amplio diálogo con los sectores más vulnerables. Se pueden hacer muchas cosas y lo principal es la acción y en eso el Gobierno peca de ingenuo y la derecha no lo es. Por eso convoca a un nuevo lockout aún más agresivo, más político, generando ellos mismos su propio partido, su propio movimiento en pinzas junto a los actores sociales desplazados en 1983 y el 2003.
La política de derechos humanos no es un dato menor, en especial el juicio a Menéndez, el chacal de Córdoba. El lockout de los dueños de la tierra conlleva también el repudio a una política donde se reivindica la lucha de las Madres y Abuelas para poner negro sobre blanco lo ocurrido en nuestro país. La discusión recién comienza. Es hora de dirimir ideas.
* Escritor y periodista
Fuente: PáginaI12