lunes, 28 de noviembre de 2011

HBO demanda a Cuevana, cenizas de un volcán

Por: Pablo Sirvén
Un sonoro cacerolazo virtual hizo retroceder a Telefe justo un minuto antes de presentar una demanda contra Cuevana, el sitio creado hace dos años por tres amigos argentinos que facilitan a doce millones de personas en el mundo acceder a estrenos de películas y series sin pagar un peso.
Un llamado a último momento desde la central de Telefónica, en España, hizo recular al canal de las pelotitas, después de evaluar que el clamor popular podía hacerlos crujir casi tanto como a parte del mundo árabe.
Telefe, que ya viene bastante golpeado en materia de rating, no podía darse el lujo de exponerse a un escarnio continuo de Twitter y Facebook, desde donde ya se llamaba a un boicot activo, si la emisora insistía en avanzar legalmente sobre Cuevana.
Por eso Telefe lo está pensando mejor con vistas a armar un frente más pertrechado con otros poderosos de la industria local e internacional.
Mientras tanto, alguien hackeaba a Cuevana, o simulaba un ciberataque, para adelantar un rediseño de su portal y su ahora única cabeza visible, Tomás Escobar, de 22 años, rompía el silencio con un comunicado para agradecer las adhesiones, referirse al supuesto hackeo y expresar con cierto cinismo su deseo de que "podamos seguir compartiendo más contenidos, más cultura, siempre del lado del usuario".
Es que lo que empezó siendo una divertida travesura de amigos, lo que siguió como una suerte de Robin Hood virtual que reparte gratis a todos lo que otros pretenden cobrar, desde hace un tiempo se ha convertido en un potencial gran negocio que Escobar intenta plantar mejor antes de que los grandes protagonistas de la industria del entretenimiento mundial se lo coman crudo.
Pero ya no es sólo Escobar o las empresas de cine y TV las que decidirán si Cuevana sigue y de qué manera. Hay un tercer personaje en esta historia con final abierto que tampoco piensa quedarse callado: el público, que ya cree que Cuevana le pertenece a la sociedad y no piensa renunciar a sus ventajas tan fácilmente como tampoco está dispuesto a soltar una moneda para continuar recibiendo un servicio que hasta ahora le viene de arriba. ¿Quién ganará la partida? Está por verse y tendrá que correr todavía mucha agua bajo el puente.
Vivir del aire sería lo más lindo del mundo. Nos haría menos feroces y todos estaríamos bastante más relajados. Pero hay gastos y alguien siempre termina pagando, salvo los que roban, los mantenidos y los que reciben regalos. Todo cuesta. Y ese costo alguien lo tiene que asumir: particulares, Estados, empresas.
Todos pagamos en algún momento y también nos pagan por nuestro trabajo, sean productos concretos o creaciones artísticas. Se pueden compartir costos, achicar los márgenes de ganancia, donar durante cierto tiempo, para causas nobles, ciertas pertenencias, pero monetizar lo que hacemos se torna indispensable para sobrevivir y poder acceder, a su vez, a bienes producidos por otros.
La intangibilidad de Internet nos hace pensar románticamente que allí sí podríamos vivir del aire, en un socialismo definitivo e igualitario, etéreo e ideal, que nos haga felices a todos, intercambiándonos gratis aquello que se nos ocurra en el momento en que queramos sin necesidad de meter nunca la mano en el bolsillo. Una suerte de paraíso virtual donde nos podemos servir tantas veces se nos ocurra los deliciosos frutos que encontremos a nuestro paso.
Sin embargo, nadie cuestiona que para lograrlo haya que comprar primero un dispositivo informático no precisamente barato (computadora, notebook, celular, tableta, etcétera), se deba pagar, además, mensualmente a una empresa que nos provea la bendita conexión a tal panacea, sin olvidar que cada dos meses debemos abonar puntualmente la factura de luz porque sin electricidad no hay enter que valga. Cierto que con wi-fi cada vez más libre y buena batería podemos casi obviar los dos últimos gastos. Y Si Cristina Kirchner te regaló la compu?¡bingo!
El espíritu mayormente libertario de los creadores -artistas, autores, realizadores- choca con las necesidades perentorias del órgano más demandante del organismo humano: su estómago. ¿Cómo llenarlo si lo que ellos hacen toma dominio público y nadie se hace cargo de sus honorarios?
El público está cada vez menos dispuesto a pagar (o, al menos, a pagar tanto) por películas y discos. Por eso la piratería física y virtual se hace un picnic en el particular tiempo que nos toca vivir. Millares de personas que serían incapaces de llevarse nada que les sea ajeno, no sienten el más mínimo reparo cuando se trata de capturar contenidos artísticos de terceros.
Cierto es que la propia industria se muestra muy contradictoria: las casas de electrodomésticos ofrecen equipos sofisticados que fomentan la reproducción de obras y las copias truchas salen de los mismos estudios de cine y de las discográficas. La única industria de contenidos que está a salvo de la piratería -la de los diarios, ya que fotocopiar un ejemplar resulta más caro que comprar directamente el original- ¡sube sus contenidos gratis a la Red! Festivales de música y ambiciosas obras de teatro subsidian el precio de sus entradas al público, que de otro modo serían mucho más caras, al hacer descansar buena parte de sus onerosos costos en importantes sponsors que corren con los gastos más pesados.
La demandada gratuidad de los contenidos en Internet funciona casi en paralelo al avance sobre el espacio público también en el mundo físico (piqueteros, okupas, asentamientos, manteros, etcétera). Y coincide empresarialmente con un momento donde las nuevas marcas de la virtualidad -Google, Facebook, YouTube, Twitter, etcétera- también interpretan de una manera laxa y ubicua las leyes aplicadas al soporte evanescente en el que se mueven. Ni qué hablar de los gobiernos que pensarán que el favor de sus votantes bien justifica precarizar algunos derechos comerciales e intelectuales.
Internet todavía atraviesa su época de las cavernas. Como le sucedió al mundo físico, llevará su tiempo civilizarlo y su propio devenir irá dibujando las reglas que se le puedan aplicar. Pretender que en el mundo virtual se implementen exactamente las mismas leyes y modalidades que en el mundo material es una ingenuidad sin destino.
La humanidad no ha sido transformada tanto por las ideologías y religiones como por las transformaciones tecnológicas: la rueda, la imprenta, las armas, la luz, y ahora las redes sociales. Los abogados tendrán que ser muy creativos para poder dotar a Internet de carreteras de legalidad que no impliquen censura y que atemperen lo más posible las oprobiosas diferencias que se dan en el mundo físico entre ricos y pobres.
"Escobar Tomás y cuevana.com sobre infracción a la ley 11723." La causa penal así identificada es la N° 46.940/11, la lleva el Juzgado de Instrucción 36, Secretaría 123, con intervención de la Fiscalía de Instrucción N° 4.
Sin hacer bandera ni ruido, un jugador más que importante de la industria internacional del entretenimiento (HBO) acaba de desembarcar en los tribunales argentinos con esta demanda, que toma estado público a partir del presente artículo.
¿Soportará esa señal la previsible ira de los anarcoburgueses virtuales? Pronto lo sabremos.

La oferta de la TV a demanda
En menos de un año, la Web se llenó de contenidos audiovisuales de calidad
Por: José Crettaz
El fenómeno del video a demanda por Internet está saliendo del closet techie en la Argentina. En menos de un año, se multiplicaron los lanzamientos, hubo intensas campañas publicitarias, y se desató una guerra de precios y de oferta de contenidos exclusivos que recién empieza. ¿Cómo funciona la nueva TV on demanda por la Web? Algunos servicios, como los que ofrecen las tres principales telefónicas (Speedy OnVideo, Arnet Play y Claro Ideas), requieren un decodificador que hace de puente entre Internet -donde residen los contenidos- y el televisor, donde se ven.
En los últimos días, "la abuela" que Antonio Gasalla popularizó en el programa de Susana Giménez, demuesta en prime time lo fácil que es conectar el decodificador al televisor para ver películas y series. Las propuestas de las telefónicas incluyen la posibilidad de alquilar películas que estuvieron en cartel entre tres y cuatro meses atrás.
Pero en el país también hay otras plataformas que sólo se ven en la web o que requieren de un cable HDMI o VGA para conectar la notebook al televisor y disfrutar allí de cine y series de alta calidad. Es el caso de Netflix, que tiene cerca de 25 millones de usuarios, 400.000 de los cuales están en América latina (la mayoría de ellos en Brasil y Mexico). Para sortear ese paso, esa plataforma permite ver sus contenidos mediante consolas de videojuegos Wii o PlayStation, dispositivos que ya están conectados a la TV.
Netflix, cuyo catálogo tiene al menos un año de antigüedad, promete sumar más títulos ajustados al gusto local y, sobre todo, dar pelea en las vacaciones de verano con servicio familiar: "Sólo para niños", una sección diseñada para menores de 12 años en la que los niños pueden navegar y acceder al catálogo mediante íconos de sus personajes favoritos (Bob Esponja o Phineas y Ferb, por ejemplo).
También se ven las películas en la PC -y en la TV mediante un cable conector- con Cuevana, sitio tan popular como cuestionado por su gestión de los derechos de autor. Esta semana, tras un amago de denuncia por parte de Telefe y un supuesto hackeo, Cuevana renovó su plataforma con la idea de iniciar el camino hacia una "mayor legalidad". De hecho, la película Stephanie , con Antonio Birabent y Soledad Fandiño, estará en exclusiva por ese sitio, que prevé enriquecer un catálogo de títulos exclusivos para 2012. Tomás Escobar, creador del sitio, también invitó a productores a subir sus creaciones y ponerlas a disposición de los 12 millones de usuarios únicos mensuales que pasan por allí.
Mientras Cuevana busca entrar en el sistema, otros sitios van en la dirección puesta: Monsterdivx, Moviezet y el más conocido SeriesYonkis cobraron fuerza en los últimos días gracias al ajetreo que colapsó a Cuevana. También están las plataformas de nicho, como la pionera Mubi, de cine independiente y de festivales, que fue pionera en esta nueva forma de ver.
Como si esto fuera poco, ya está on line Vesvi.com , un sitio del grupo Infobae, del empresario Daniel Hadad. Vesvi le podría poner presión a sus competidores por varias razones. A las plataformas de las telefónicas porque saldrá con abono más barato, de 25 pesos. Y a Cuevana, porque Vesvi también ofrecerá películas gratis, pero mediante acuerdos con sus propietarios.
Fotos: María Victoria Gesualdi/Perfil y Eugenio Mazzinghi/Rolling Stone
Fuente: Diario La Nación

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