Por: Alejandro Borensztein, Arquitecto y productor de TV
Por suerte este viaje fue cortito. La misión era la de siempre. Escrito con marcador sobre la factura de luz, el mensaje ordenaba: "Te me vas con ella a Quito y a Caracas, y me la cuidás como si fuera lo último que nos queda". Firmado: NK de Fernández. Me gustó la franqueza. ¿Será lo último que nos queda? En general, la Compañera Jefa se sabe cuidar solita bastante bien. Pero con el baboso de Chávez hay que estar alerta.
De todos modos, yo prefiero las misiones a Europa o EE.UU. Para subdesarrollo, con nuestro país me alcanza y me sobra.
Al regreso, nos estaba esperando todo el gabinete. En la terminal, Aníbal Fernández me agarró de un brazo y, disimuladamente, me empujó hacia el baño. Yo sabía que tarde o temprano me iba a comer un garrón.
Adentro estaba el ministro de Economía, Boudou, frente al espejo con un micrófono en la mano. Aníbal sacó un cepillo de su bolsillo para simular otro micrófono, se levantó los bigotes (cosa que no hacía desde la reelección de Menem), se los enganchó con un clip, se paró frente al espejo y mirándome de reojo arrancó: "Escuchá esto, pibe: Recupera Battaglia en mitad de cancha, toca para Riquelme, engancha... pase en profundidad para Palermo..., está habilitado... encara Martín... Martinmartiiiiiiiin!!!... cantalocantalocantalocantalo!... Goooooll!!!..." Me mira: "¿Cómo me ves?". Boudou lo para: "¡Esperá Aníbal! Falta mi comentario... Perfecto el pase de Román... Palermo definió como los grandes... así son los goleadores, aparecen cuando más se los necesita... Igual me quedaron dudas, ¿no estaba en offside, Aníbal? Marche un telebeam para esta noche..." Frena y me mira: "A propósito, pibe, ¿vos sabés cómo se hace andar el aparato ése?". Aníbal se sacó el broche y el tegobi cayó pesadamente, como si fuera el telón de la Scala de Milán, sobre ese labio superior que hace años pasó a la clandestinidad. Definitivamente, me cuesta entender a estos tipos. Aníbal me encara entusiasmado: "Necesitamos uno que sepa de televisión. ¿Nos das una manito?" No sé qué decir: "Yo hice un ciclo con Tití Fernández y Benedetto, pero de transmisiones deportivas no sé nada".
A un costado, estaba Randazzo, con auriculares puestos. ¿Será el nuevo comentarista de campo? "No", me respondió Aníbal. "Está escuchando el celular de Alberto Fernández". Randazzo se saca los auriculares: "Acaba de llamar a Romario, pidió una de muzzarella con pepperoni y dos porciones de fugazzeta. ¿Anoto esto también?". El jefe de gabinete le pega en la cabeza como Moe a Larry.
Aníbal estaba exultante. Repetía el bocadillo que usó toda la semana. "¿Por qué 40 millones de argentinos tienen que pagar para ver el fútbol? Ahora todo el mundo podrá verlo gratis". "Bueno –le contesto yo–, gratis, lo que se dice gratis, más o menos. Si el Gobierno va a poner 600 palos, quiere decir que la guita la ponemos todos nosotros. Los que nos gusta ver el fútbol y los que no. Si me daban a elegir, yo hubiera preferido gratis el gas o la luz. Lo bueno de todo esto es que ahora, con la guita fresca que el Gobierno les va a dar, algunos clubes van a poder ponerse al día, no sólo con la mosca que les deben a los jugadores, sino también con los barrabravas, que parece que no cobran hace meses. Seamos sinceros. Ustedes hacen esto para atacar a un multimedios, por el sólo hecho de que, en algunos temas, no opina lo mismo que el Gobierno. Eso está muy mal, acá y en cualquier parte del mundo. Lo demás son excusas".
Aníbal se puso duro: "Eso lo decís porque tenés tu página en Clarín y siempre hiciste programas en el 13". "No es verdad", me defendí. "Hice programas en todos lados y escribir en un diario no significa ser obsecuente con su dueño. Escribo lo que quiero y lo que pienso. Y esto es lo que pienso". Ahí me di cuenta de que no tenía que hablar más. Randazzo se sacó los auriculares. "Vos te hacés el macho porque nosotros somos buenitos. ¿Por qué no te animás decirle lo mismo a Chávez por lo de Globovisión?" La comparación me asustó. "Vamos muchachos, ustedes saben que cuando tienen razón yo los apoyo, pero cuando meten la pata se la tienen que bancar. ¿A quién se le ocurrió que es buen negocio sacarse la foto abrazados con Grondona?" Aníbal me miró canchero: "Después de abrazarnos con Chávez, no le vamos a hacer asco a Don Julio, no te parece?" "Puede ser", le dije yo. "Pero nunca se olviden de que para el Club de los Malos, el jefe de la AFA está en el top five".
De pronto, se escuchan los altoparlantes: "AeroJaime anuncia la partida del vuelo 425 con destino a Río de Janeiro". Aníbal se enoja con Randazzo: "¡Te dije que ya hay que cambiar a esa locutora, chambón!" Le sube y le baja la mano sobre los ojos y le da otro coscorrón, como Moe a Curly.
Me rajé a esperar el equipaje. En eso aparecen dos valijones grandes como una casa. De Vido se adelanta: "¡Son mías!" La Presidenta, que esperaba las suyas, lo miró extrañada. "¿Qué hay ahí Julio?" El ministro contesta nervioso: "Ropa de abrigo. Camperas, tapados, bufandas". "Pero si venimos de Caracas. Hacía 32 grados a la sombra". Más nervioso aún contesta: "Por las dudas. ¿Vio qué loco que está el clima, últimamente?" El tipo agarró el equipaje y pasó por la aduana mientras las chicas que controlan se limaban las uñas de los pies. Ninguna quiere terminar posando para la tapa de Playboy.
Yo aproveché para hablar con el canciller. "¿A qué fuimos a Venezuela?". "A reforzar el eje Caracas-Buenos Aires", me contesta. "No se ofenda, ministro, pero la verdad es que lo del eje suena feíto. ¿Nunca vieron películas de la Segunda Guerra? A veces pienso que ustedes se complican solos. Tienen a toda la oposición a la deriva y no lo aprovechan. ¿Todavía no se dieron cuenta de que cuando ustedes aflojan la cuerda, Lilita se desinfla y cuando la tensan, ella crece de vuelta? Los radicales, teniendo tipos como Gerardo Morales, todavía creen que Cobos es su hombre. Se ve que no les alcanzó con De La Rúa. Y ni hablar del PJ disidente. De Narváez declaró que él tiene dos candidatos presidenciales: Macri y Solá. Lo único que todavía no dijo es a cuál de los dos va a traicionar primero. Si el Gobierno se calmara, las cosas les serían un poco más fácil". Me miró fastidiado: "Lo mío es lo internacional. No me rompas los quinotos".
Entré al baño para hacer una escala antes de llegar a casa. Frente al espejo estaba Aníbal Fernández. Su bigote ahora era sostenido por dos tensores fuertemente amurados a la pared azulejada. Con su mano derecha le hablaba al cepillo que hacía de micrófono y, con la otra mano en alto, atesoraba una canilla de bronce que arrancó de la mesada. "...quiero compartir este Martín Fierro a la mejor labor deportiva, con todo el Gobierno nacional, y especialmente con todos los técnicos que están detrás de cámara y que hacen posible que nosotros podamos estar domingo a domingo junto a Uds. También quiero compartir..." Lo dejé hablando solo. No quise interrumpir tan emotivo momento. Cuando estaba saliendo escucho que el ministro me habla: "No te vayas". Dejó la canilla, aprovechó el cepillo para hacerse el brushing en el tegobi y me preguntó: "Cuando el delantero está en la misma línea que el defensor, ¿es offside?" Lo miré con cierta preocupación y lo palmeé en el hombro. Son un gobierno raro. A veces me dan ternura y a veces me parece que están completamente locos. El ministro me miró entusiasmado: "¿Te parece que me sale bien el 'cantalocantalocantalo'?". "No se Aníbal. Andá a cantarle a Macaya".
Fuente: Diario Clarín