martes, 23 de noviembre de 1999

La historia del hombre al que le compraron un canal sin pagarle

Amadeo Grandinetti reclama desde 1982 un dinero que le corresponde por la venta de Canal 11 al Estado. Le dicen que tiene razón pero no le pagan

Amadeo Grandinetti tiene una curiosa historia para contar. El hermano del padre jesuita Héctor Norberto Grandinetti, fundador de Canal 11, está terminando el libro Dicon SA-Telefe, una historia que se las trae, donde relata cómo se transformó de exitoso empresario a hombre estafado por el Estado nacional. Grandinetti asegura que el Estado le debe alrededor de 3 millones de dólares, precio que valdrían hoy las cerca de 10.000 acciones suyas de Telefe que nunca le fueron liquidadas. Desde 1982, cuando se estatizaron los canales, los diferentes gobiernos vienen reconociendo la deuda, pero hasta ahora ninguno se hizo cargo de las acciones que quedaron en el camino. "Los medios de comunicación hacen oídos sordos cuando envío cartas", se queja Grandinetti, que tiene 79 años y espera que el gobierno electo pueda resolver el conflicto.

Grandinetti cuenta que su hermano materializó en 1961 un sueño de muchos años, invirtiendo 10 millones de ese entonces en la fundación del canal. "Hasta el papa Juan Pablo II llegó a autorizarlo. Después, los trepadores inventaron Telerama, sigla que se comió a Dicon SA y Canal 11." Amadeo recuerda que "necesitábamos alguien que hablara bien inglés para realizar compras de equipos en Estados Unidos. Por eso se contactó a un muchacho que andaba casi en la ruina. Era Pedro Simoncini, quien luego fue nombrado apoderado del canal".

Amadeo Grandinetti puso un 10 por ciento de la inversión, y Simoncini fue abarcando cada vez mayor poder en la dirección. En un momento, Simoncini convocó a Grandinetti y le dijo que la TV ya no era negocio, que había que vender el canal y que ya había un comprador: el propietario de Crónica, Héctor Ricardo García, que adquirió el 97,74 por ciento de las acciones. El 2,26 por ciento restante lo mantuvieron Amadeo Grandinetti con 10.000 acciones, César Codebo (ya fallecido) con 2800 y 400 acciones a nombre del señor Santamaría. Cuando el gobierno de facto decidió estatizar los canales, pagó el 97,74 por ciento a García, pero obvió el resto.

En agosto de 1982, la Dirección General de Fiscalización y Control de Gestión consideró que debía pagarse 26.500 dólares a Grandinetti, debido a la compra que el Estado había hecho de Dicon Difusión Contemporánea S.A., que luego se transformaría en Telefé. Tiempo después, la Inspección General de Justicia y el Ministerio de Economía de la Nación también reconocieron la obligación del Estado de pagar la deuda. Las privatizaciones del gobierno menemista volvieron a obviar el faltante: Grandinetti presentó entonces una impugnación de la venta. "Hubo una acción delictiva y manipuladora del ComFeR, ya que el presidente León Guinsburg no tomó en cuenta mi impugnación", dice. En esa privatización, el canal volvió a quedar en manos de Simoncini. "En 1990, cuando fui a impugnar la venta me dejaron llegar hasta la planta baja. Allí, el empleado que se encontraba no quería recibirme la impugnación porque decía que estaba fuera de término. Discutí un buen rato y decidí no moverme del ComFeR hasta ver a Guinsburg. Al rato apareció el presidente, quien al verme dijo 'no hay dudas, es igual al cura. Tómele la impugnación del Canal 11', me dio la mano y se fue."

El siguiente paso, según Grandinetti, fue una promesa de Raúl Rachid --liquidador del 11-- de que en cuanto se vendieran 14 propiedades del canal pendientes se cancelaría la deuda. Diez años después, Grandinetti cuenta que "en una de las cartas que envié al Poder Ejecutivo me encomendaban a ver al presidente del ComFeR a quien yo estaba denunciando". El 21 de diciembre de 1996 Grandinetti recibió un llamado esperanzador. Uno de los tantos liquidadores del Canal 11, Francisco Paz le informa tener conocimiento de los reclamos que hacía Amadeo, ex dueño de una imprenta. Las conversaciones se diluyeron durante catorce meses hasta que Paz fue reemplazado por Julio César Maggi, quien le aseguró que "el Estado no tiene obligación de adquirir esa deuda en forma compulsiva". Grandinetti se ríe indignado: "¿Compulsiva? Si hace años que vengo pidiendo que me paguen lo que es mío. Telefe es un antro de corrupción". Si la deuda hubiera sido cancelada en la primera venta, Grandinetti habría recibido casi 30.000 dólares. Hoy el Estado le debe 3 millones.
Fuente: Página/12

jueves, 10 de septiembre de 1998

La Nación no acepta el derecho a réplica

Editorial del Diario La Nación:
El mal llamado derecho de réplica
Según un fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia, el llamado derecho de réplica está vigente en la Argentina. Al adoptar esa posición, el tribunal se ha apartado ostensiblemente de las normas y los principios consagrados por la Constitución Nacional en resguardo de la libertad de prensa.

El caso que motivó este desafortunado pronunciamiento de la Corte se originó a partir de la querella entablada por el particular Horacio Rozenblum contra la Editorial Atlántida por un artículo publicado en la revista Somos en agosto de 1992. En esa nota periodística se hacía referencia a la posible vinculación de Rozenblum con una operación fraudulenta del Banco de Crédito y Comercio Internacional.

El mal llamado derecho de réplica suele ser presentado como un instrumento para la defensa de la dignidad o el honor de una persona afectada por una publicación periodística. Se parte del error de suponer que una persona que ve lesionada su honra no tiene, en principio, protección jurídica alguna. En realidad, no es así:esa persona está amparada por el Código Penal, que castiga los delitos contra el honor y, por lo tanto, puede accionar criminalmente contra quien haya utilizado la vía periodística para injuriarla, calumniarla o deshonrarla.

La institución del derecho de réplica es, pues, completamente innecesaria. Como lo han señalado prestigiosos constitucionalistas, imponer a una publicación periodística la obligación de difundir gratuitamente la réplica de cualquier persona que se considere ofendida por alguna noticia o información significa vulnerar el derecho de propiedad, violar la garantía constitucional contra la censura previa y avasallar el derecho de los órganos de prensa a determinar libremente su línea editorial.

Con su nuevo pronunciamiento, la Corte -con la sola disidencia del doctor AugustoBelluscio, que calificó de inconstitucional el derecho de réplica- ha consagrado, una vez más, una doctrina restrictiva de la libertad de prensa, inconciliable con la esencia del sistema democrático.

Ya el 16 de abril de este año, al fallar en el caso Petric c/Página 12, el tribunal se abstuvo, inexplicablemente, de confrontar la pretendida aplicabilidad del derecho de réplica con ciertas normas esenciales de la Constitución: concretamente, con la prohibición de la censura previa, establecida por el artículo 14, y con la prohibición impuesta al Congreso para dictar leyes que restrinjan la libertad de imprenta, consagrada en el artículo 32.

En su fallo del caso Conesa Mones Ruiz c/diario Pregón, de Jujuy, dictado el 28 de abril de este año, la Corte reconoció el derecho de réplica a un legislador provincial a raíz de la publicación de un artículo periodístico sobre su actuación política. En esa oportunidad, el máximo tribunal contradijo el criterio que había sentado en otro fallo anterior ("Ekmekdjián c/Sofovich), donde se afirmaba que el derecho de réplica no es aplicable cuando se trata de cuestiones de índole política o electoral. Y contradijo también lo sostenido en el caso "Petric", donde se había dicho que la réplica es inviable cuando se trata de contradecir opiniones y no de la simple rectificación de un hecho.

Es lamentable que la Corte Suprema prosiga con una política pendular que acarrea inseguridad y promueve la autocensura. Su nuevo fallo sobre el derecho de réplica -el tercero en lo que va del año- debilita la vigencia del Estado de Derecho, en la medida en que prescinde del articulado de la Constitución y lesiona gravemente la libertad de expresión, pilar de la democracia.

sábado, 25 de abril de 1998

Rosa

Por: Osvaldo Bayer
Rosa se llamó la niña que nació a las 3.15 horas del 2 de abril de 1977 en el Hospital Municipal de Quilmes. Su madre era Isabella Valenzi. Llegó embarazada de siete meses y medio al hospital, custodiada por uniformados de la policía de la provincia de Buenos Aires, seccional primera de la zona. Diez hombres de gorra y botas que mostraban un celo inusitado en custodiar a una prisionera que, por su estado, no tenía posibilidades de huir. Diez hombres de la Patria y la sociedad argentina.
Policía Bonaerense para servir a usted, a los argentinos de bien y antimarxistas por añadidura. Sí, la misma Policía Bonaerense de Klodczyk y Prellezo. Servidores del bien común. Custodios decididos y penetrantes de la joven embarazada de siete meses y medio, enemiga de la Patria y las instituciones, de Dios, la Santísima Trinidad y la Virgen María, siempre atenta y misericordiosa para protegernos de los desviacionismos. La policía de Camps, el general de la Nación, muerto mucho después en la cama, asistido por diligentes enfermeras del Hospital Militar y por el capellán militar y por obra y gracia de las leyes de obediencia debida y punto final de Alfonsín, Jaroslavsky y ensemble. Camps, general de la Nación, murió mansamente, casi plácidamente, y fue a reunirse a monseñor Plaza, obispo católico, apostólico, romano y bendecidor de picanas eléctricas y tachos para submarinos. Monseñor. Los dos están a la diestra del Señor en su santo descanso. Oremos, que Dios, en su infinita caridad, nos perdonará. Pero no, jamás podrá ser olvidada ni perdonada la escena de la Policía Bonaerense trayendo a la joven embarazada Isabella. Jamás. Volvamos a la escena, merecedora del pincel de los tres Brueghel, del lápiz de un Otto Dix, de la imaginación perversamente denunciatoria de un George Grosz. La joven embarazada traída en la noche, del Pozo de Quilmes, con los ojos abiertos al horror y al terror milico, pero con todo el amor a la vida que le estaba ya asomando de su vientre y que ella soñaba con llamarla Rosa, igual que aquella Rosa Luxemburgo, muerta a culatazos porque había creído que era posible alimentar a todos los niños del mundo. Pero nada de sueños: ¡atención, artistas del mundo! A la escena entró el médico policial, policía y bonaerense, doctor Jorge Antonio Bergés. Dueño y señor de la vida y de la muerte. La mente más perversa que haya habitado suelo argentino por los siglos de los siglos. Dios de calabozos y cuchas, de gayolas y mazmorras. El más valiente de los valientes, allí. Rey y señor de presas embarazadas y de recién nacidos. Macho a lo Massera, su bienamado maestro. En ese momento entró él en la sala de guardia de obstetricia del hospital Isidro Iriarte de Quilmes. El. Y ya no permitió ningún diálogo entre los médicos, las enfermeras y la parturienta. Ordenó la separación inmediata de madre e hijita después del parto. Ni se la dejó mirar. La joven madre fue a dar a la caja de una camioneta sin identificación. En nombre de Dios, Patria, Hogar y Jorge Rafael Videla. La pequeña Rosa fue remitida a la Sala de Neonatología, donde aparecerá muerta según los libros de la historia clínica pediátrica. Mientras en el libro de partos aparece el nombre de Isabella Valenzi groseramente borrado y, sobre raspado, escrito N.N.

La gran batalla del doctor policial Jorge Antonio Bergés estaba ganada. Se santiguó y agradeció a su propia madre por haberlo traído al mundo y al cura aquel que le enseñó el catecismo. Pero no se crea que esto es sólo una historia de perversidad y alevosía. Aquí nace de pronto la centellante luz del altruismo, la más lozana de las valentías, la lealtad a la vida en las figuras de dos mujeres coraje: la partera María Luisa Martínez de González y la enfermera Genoveva Fratassi. Las dos cumplirán con su deber solidario cuando la joven madre grita nombre y dirección de sus padres sabiendo que la llevaban a la muerte y pensando sólo en el futuro de la Rosa recién nacida. La partera y la enfermera llevarán la noticia al lugar indicado. De esto se enterará el doctor de la Policía Bonaerense Jorge Antonio Bergés. Inexorable. Las dos servidoras de la vida y de la ética serán secuestradas y desaparecerán. Poco después fueron vistas en el campo de concentración El Vesubio, cuyo dueño de vidas era el tristemente célebre coronel Durán Sáenz. Nada más. María Luisa y Genoveva no volvieron a la vida.

(Me pongo de pie, con emoción y humildad. Gracias María Luisa; gracias, Genoveva).

(Jamás ningún gobernante de la tierra bonaerense propuso un acto de desagravio a las víctimas y de admiración al gesto de las dos heroínas. Sólo el silencio. Jamás el general Balza bajó su sable en señal de vergüenza y duelo por el sacrificio de estas mujeres. Sólo el silencio. Jamás la Iglesia Católica exaltó las figuras de estas mujeres que cumplieron con los principios del Sermón de la Montaña. Sólo el silencio.)

Hace dos años, en esta página propuse que la comunidad de Quilmes recordara a estas dos mujeres ejemplo, bautizando con su nombre a las calles donde habían vivido. Esta proposición fue hecha suya por el Partido Socialista Democrático de Quilmes por intermedio de su secretaria general Mónica Frade y elevada a los bloques justicialista, radical y del Frepaso. Pasaron dos años, la respuesta fue el silencio o el pase burocrático. Hace poco, al cumplirse el 22 aniversario del golpe videlista, el mismo socialismo democrático volvió a insistir, con un agregado, que a la calle Magallanes, donde vive el secuestrador Bergés, se le ponga el nombre de su víctima, Isabella Valenzi, la joven madre sacrificada por el tétrico verdugo.

Reaccionaron los concejales radicales ofreciéndose poner el nombre de Madres de Plaza de Mayo a la calle donde vive el monstruo pringoso. Pero se me ocurre que el nombre que debería llevar esa calle tendría que ser "Rosa", el de aquella niñita nacida de esa madre humillada hasta el hartazgo. Llamar "Rosa" a la calle donde hoy, todos los días, dos autos patrulleros de la Bonaerense custodian la cueva del sanguinario delincuente. "Rosa", para que ese nombre se le meta por todos y cada uno de los poros de paredes y ventanas y el escondido escuche así las risas y los llantos del bebé que él alejó de su madre.

Señores concejales radicales: las Madres de Plaza de Mayo no necesitan del nombre de ninguna calle; a ellas ya les pertenecen todas y cada una de las anchas avenidas bordeadas de florecidos jacarandaes nacidos de la tierra que contiene la generosa sangre derramada por sus hijos.

Contra el silencio de hoy, propongamos que todos los 2 de abril, el día en que vio la luz la pequeña Rosa, las maestras pongan jarrones en sus escritorios y que ese día los alumnos traigan rositas silvestres para esos jarrones, en recuerdo de Rosa, la niña recién nacida, a quien se le negó la caricia, la ternura, la tibieza de los brazos de su joven madre.
Fuente: Página/12

lunes, 12 de mayo de 1997

Archivos encontrados: Adiós al Boleto


Por: Albino José Serpi

El boleto, ese rectangular y diminuto papel inscripto con el nombre de la empresa de transporte, la leyenda "vale por un viaje", y una cifra con un montón de números nos abandona. Y cómo dejarlo ir sin despedirlo.

Así como era arrojado al suelo cada vez que el pasajero terminaba su viaje, también otra tantas veces fue el testigo mudo de etapas pasadas de nuestras vidas. Es que el boleto viene de antes, desde la época del tranvía, cuando un guarda portando una cilíndrica cajita de metal cortaba el boleto uno por uno.

Era conservado por las damas en un pequeño monedero cuando iban al trabajo o en la elegante cartera de charol cuando viajaban hacia el cine. Los hombres, en épocas de traje y corbata, solían ubicarlo en el ojal de la solapa o, reduciéndolo con múltiples doblados, los aprisionaba entre el anillo y el dedo.

Los estudiantes solíamos mezclarlos en los bolsillos de los desprolijos primeros pantalones largos con machetes para las pruebas de industrial, mientras las chicas sabían atesorarlos en los libros.

El boleto supo ser señalador de biblias de aquellos pasajeros que se trasladaban a las iglesias del centro y comprobante oficial de los gastos del cadete de la oficina.

Unos y otras algunas veces supimos de la vergüenza que significaba no encontrarlo a tiempo cuando el inspector lo reclamaba con el ceño fruncido. Otras veces lo tuvimos en nuestras manos al viajar hacia la escuela, la cancha, la casa de nuestra novia, el saladillo, la florida, o en horas tardías regresando al hogar después del baile.

Boleto con cifra visible que nos alegraba la ingenuidad de niños cuando era capicúa, boletos con muchos números para motivar el espíritu caballero de los quinieleros.

Existieron los coleccionistas y las cadenas de solidaridad para lograr miles de boletos a cambio de un sillón de ruedas para lisiados. Fue impreso con publicidad y también con la inscripción "Rosario, Cuna de la Bandera".

Como a los hombres el tiempo comenzó a desplazarlos de a poco. Los colectivos fueron incorporando sistemas que arrojaban por un minúsculo buzón un comprobante computarizado.

Y, ya al final, el tradicional boleto blanco y negro cruzado a veces con una franja de color deja de acompañarnos. Llegaron las tarjetas, prácticas, seguras, eficientes.

Puede que además de sus ventajas dentro de poco tiempo sean diseñadas con motivos coleccionables como paisaje, flora, fauna, rompecabezas, publicidad y hasta sorteos.

Puede también que los jóvenes papás junto a sus pequeños hijos la utilicen como si fueran naipes para armar castillos de fantasías o que los solidarios inicien nuevas cadenas para lograr sillones de ruedas.

Y mientras damos la bienvenida a la moderna tecnología, valga la oportunidad de despedir al boleto como un símbolo del tiempo que pasamos y no caer en la descortesía de no haber despedido en ese momento a la fogata de San Pedro y San Pablo, la yapa, el festejo de las fechas patrias, la calesita del baldío de la esquina, la pelota de goma para jugar a las cabezas, a rayuela, el cine del barrio con 3 películas por función, el grito de gol de Fioravanti o Muñoz, el televisor blanco y negro, el Capitán Piluso, Sui Generis, Titanes en el Ring…

Apúrese lector, busque rápido entre la pelusa del bolsillo del saco, en el jeans, la camisa o algún lugar un boleto, guárdelo. Le ayudará a recordar, será bueno tenerlo.

Adiós pasado, Adiós Boleto.
Fuente: Diario La Capital

sábado, 22 de febrero de 1997

Señales, revista semanal de actualidad

Señales, revista semanal de actualidad
Sábados de 9 a 12:00 hs. desde el 22 de febrero de 1997 en el aire de...
Aire Libre, Radio Comunitaria, 91.3 MHZ
Rosario, Santa Fe . Argentina

¿Qué son las Señales?
Señales, como programa integral de larga duración, posiciona a la información, la entrevista, la música, el comentario con opinión y las investigaciones, en su justo lugar.

Somos una decena de profesionales en comunicación social, lo importante es el grupo humano que formamos y en esto Aire Libre, Radio Comunitaria es especial.

Estamos trabajando desde mucho antes de salir al aire, este estilo, que se nutre de la profesionalidad de nuestra gente, que va mucho mas allá de los nombres. Todos “los de este lado de la radio”, recuperando una imagen que marcó un estilo en comunicación.

Señales se propone no ser un mero canal de difusión de información, cultura y servicios.
Nos proponemos:
Tener una visión crítica de los hechos que acontecen.
Valorizar la palabra.
Incentivar las experiencias comunitarias.
Ofrecer oportunidades.
Encaminar soluciones.
Revelar nuevos talentos.
Crear canales de participación.La palabra alternativa puede usarse como cajón de sastre en el cual caben muchas cosas, mientras que la palabra alteratíva es una definición en positivo, en la cual las cosas que caben son solo aquellas que están por el cambio.

 Aire Libre, Radio Comunitaria, una voz alterativa

La vocación por la marginalidad es una forma de autosatisfacción intelectual y ética en la que uno hace una pequeña experiencia, se encierra en ella y se encanta, en el doble sentido de la palabra encantar: gustar y encandilar. Se encanta y se encandila con la pequeña experiencia. No debemos encerrarnos en la radio como panacea, ni tampoco en la pequeña experiencia, muchas veces neutralizada por los grandes medios.

Comunicación sensual es un concepto que tiene toda fuerza para combatir un mal de la comunicación alternativa que es su rigidez.

El sentido de lo rígido, el sentido de la transmisión de conocimiento, y también el sentido de la retórica tradicional como contenido. Lo que hay que buscar es una comunicación que vaya no solo a la razón o la racionalidad del ser humano, sino que vaya al ser humano integral, a la emotividad, a la sensitividad. Esta idea de comunicación sensual expresa muy bien que tenemos que tener ante todo un sentido lúdico. Es increíble cómo la comunicación alternativa no tiene sentido del humor, no vive.
Rafael Roncaglíolo, periodista, en charla con compañeros/as de F.M. La Tribu, en el Congreso Mundial de Radios Comunitarias México, 1992. 

martes, 8 de octubre de 1996

Santiago 2815: De la “casita robada” a la Casa de la Memoria

Después de 17 años de ocupación ilegal, la Gendarmería abandonó la casa de Santiago 2815, que fuera usurpada al matrimonio de ciegos Etelvino Vega y María Ester Ravelo, el 17 de setiembre de 1977, en un operativo de las fuerzas conjuntas de la dictadura militar y cedida por el Comando del II Cuerpo de Ejército al Centro de Suboficiales y Gendarmes Retirados y Pensionados en noviembre de 1978.

En una silenciosa siesta de agosto de 1994, los vecinos del barrio revivieron las imágenes de hace 17 años cuando camiones verdes se estacionaron frente a la ex sodería del matrimonio de ciegos y empezaron a cargar los muebles y útiles del Centro de Gendarmes, pero esta vez, para irse.

El hecho fue mantenido en silencio ante el inminente fallo de la justicia civil que declarará curadora a Alejandar Leoncio de Ravelo.

Como ocurriera en febrero de 1993, los vecinos fueron quienes registraron las maniobras de los gendarmes que quisieron borrar los rastros de su presencia en la "casita robada" durante 16 años.

Autoridades de Gendarmería reconocieron haber dejado el domicilio de Santiago 2815 de Rosario, por lo que el hecho es el triunfo de la memoria y la obstinación de las abuelas de Iván Vega --Piti-- el chico que al momento del procedimiento contra sus padres tenía dos años y que salvó su vida gracias a la acción de una vecina que se lo llevó a una prima.

"Estoy contentísima", dijo la Negrita, Alejandra Leoncio de Ravelo, mientras que la Gringa, la vecina del matrimonio de ciegos, rogó "al padre celestial para que el Piti y la Negrita vuelvan y estén bien, porque hace tiempo que se fueron".

Mirando por un espacio que quedó despintado del grosero gris con que los gendarmes cubrieron paredes, cristales y ventanas luego del primer acto que realizaron las Madres de Plaza de Mayo en marzo de 1993, por la recuperación del inmueble, se puede observar el amarillo original de la casa, mientras los rayos del sol se meten iluminando los mosaicos del interior.

El timbre no funciona y el teléfono da permanentemente ocupado. Ya no está el cartelito escrito a máquina que señalaba el horario de atención a los gendarmes retirados. "Se fueron una tarde. Llegaron los camiones verdes y empezaron a cargar algunos muebles. Yo sabía que algo había pasado, pero como soy nueva en el barrio no entendía bien de qué se trataba", apuntó una mujer encargada de la tienda de Santiago y Rueda, donde antes, otra señora, apuntó gran parte de la historia que luego verificó la justicia civil santafesina.

Laura, la "Gringa", la mujer que se animó a acompañar a Alejandra Leoncio de Ravelo a denunciar los hechos ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y la que mejor reconstruyó los hechos frente a este periodista en febrero de 1993, dijo que "luego de la publicació en el diario, los vecinos no me quisieron saludar, pero les gané por cansancio, porque siempre saludaba igual".

Al verificar la huida silenciosa de la Gendarmería, la "Gringa" aspiró a que "ojalá el Padre Celestial los ayude y los tengan bien a Piti y a la abuela, a la Negrita. Yo quiero que ellos dos vengan. Ya es hora. Hace rato que se tuvieron que ir", dijo la mujer que nunca se tragó aquella historia de "una familia de subversivos" con los que los militares quisieron inocular el miedo entre los vecinos del barrio.

Para la Negrita existía la urgencia de contar con la casa. "El Iván está apurado para tener la casa poque tiene muchos apremios de plata y ninguna de las dos abuelas lo puede ayudar", le confesó a este cronista.

La Casa de la Memoria

Iván Alejandro Vega recuperó su casa, después de 17 años de usurpación, el 29 de diciembre de 1994, como consecuencia del operativo de fuerzas conjuntas que hizo desaparecer a sus padres, el matrimonio de ciegos compuesto por Etelvino Vega y María Esther Ravelo, el 17 de setiembre de 1977.

Alrededor de las diez de la mañana de aquel jueves 29 de diciembre de 1994, en el juzgado de primera instancia de circulación de la 4ª nominación, Iván, en compañía de su abuela Alejandra Leoncio de Ravelo, el abogado Norberto Olivares, y tres integrantes de los organismos de derechos humanos, acordaron con las autoridades del Centro de Suboficiales y Retirados Pensionados de Gendarmería, el traspaso de la vivienda y la entrega de las llaves que quedó en depósito en el tribunal.

Dentro de algunos meses funcionarán en la casa, algunos de los organismos de derechos humanos rosarinos, que alquilarán el lugar al joven, quien seguirá viviendo en la ciudad de Santa Fe. La emotividad que rodeó a la recuperación de la casita despertó adhesiones en tribunales y de parte de vecinos anónimos.

Un triunfo político de los organismos de derechos humanos, un hecho histórico por lo que representa recuperar parte del "botín de guerra" de los proveedores de la muerte, una victoria contra la impunidad, una demostración de las posibilidades de la justicia en democracia; son algunas de las frases que intentarán reflejar la jornada de ayer que protagonizaron Iván Alejandro Vega y su abuela Alejandra Leoncio cuando las llaves de la casa de Santiago 2815 pasaron a sus manos.

Pero también hay otras lecturas.

Las que se acercan a los sentimientos. El amor de las víctimas frente a la soberbia de quienes se creen impunes por toda la eternidad.

Una postal: terminado el trámite en los tribunales provinciales, el presidente del Centro, Julio Alberto García, en compañía de otro gendarme, ni siquiera contestaron el saludo de este cronista. Mientras tanto, desde distintas oficinas, los empleados saludaban efusivamente a Iván y a la abuela coraje. Lágrimas, pañuelos blancos y sonrisas de un lado; arrogancia, rostros duros y paso apurado, del otro.

Marta Maders, hermana del asesinado senador cordobés Regino Maders, calificó al hecho como "un canto a la esperanza, esto nos anima también a nosotros para que algún día podamos decir que se terminó la impunidad".


Por la tarde, después de las 18, en la Marcha de las Madres, en la Plaza 25 de Mayo, la presencia de Hebe de Bonafini y la Negrita Ravelo era el símbolo de uno de los pocos triunfos de la dignidad contra los proveedores de la muerte.

Dos horas más tarde, enfrente de la casa, hubo un acto popular celebrando la recuperación de algo más que un inmueble.

A cinco años del indulto presidencial, Rosario demostró que la resignación no es el único camino para vivir.


"La persistencia de la lucha de los organismos y de estas madres como en el caso de la Negrita, hicieron que la sociedad legitimara el reclamo y que más allá de los años transcurridos, esto termina siendo una reivindicación de los luchadores sociales desparecidos", apuntó el abogado Norberto Olivares, uno de los artífices de esta rareza política que ayer se concretó en Rosario.

"Para nosotros es un triunfo político porque en esta época en donde nada se recupera, donde ninguno de nosotros hemos recuperado nada en relación al botín de guerra, configura para nosotros una gran alegría", dijo Elida de López, una de las Madres de Plaza de Mayo que vino de Santa Fe acompañando a Alejandra Leoncio.


En la tarde del miércoles, el muchacho de veinte años y su abuela, ingresaron en la casita de Santiago 2815 y descubrieron los resultados del saqueo. No hubo posibilidad de controlar el llanto. No tenía por qué haberla. Nadie podrá contestar quién pagará por esas lágrimas.

En la casa de al lado, Laura --la Gringa--, la vecina que colaboró con su testimonio ante la CONADEP acompañando a Alejandra de Ravelo, recibió al Piti como si tratase del regreso de un hijo propio. Le contó de sus travesuras y de su versión de la historia, de su mamá y de las visiones que tuvo en sus sueños.

En marzo del 95, en Santiago 2815, la casa albergó el trabajo de Liga Argentina por los Derechos del Hombre, a través del pago de un alquiler mensual que recibió el hijo del matrimonio de ciegos.

Gracias a ese alquiler, Iván siguió con sus estudios para recibirse como técnico electrónico, mientras su abuela, Alejandra, continuó buscando a su hija, la "pinina" María Esther.

En aquella mañana, el amor, la memoria y la esperanza le ganaron una batalla a la soberbia y a la impunidad. Ahora seguirán las demandas contra el Comando del II Cuerpo de Ejército y la Gendarmería por daños morales y económicos. Pero esa es otra historia.

"Algún día tenía que volver, pero le daba mucho más tiempo. Lo veía medio jodido sobre todo porque había que sacarle la casa a la Gendarmería", dijo Iván Alejandro "Piti" Vega, el único sobreviviente del operativo de fuerzas conjuntas ordenado por el entonces omnipotente Agustín Feced.

Cuando se encontró con la Gringa, la vecina que lo cuidaba y lo mimaba, Piti sintió viejas puertas internas. Algunas abiertas, las otras, por ahora, cerradas. "Me recordaba las travesuras cuando era chico. Un montón de cosas. Lástima que yo no tengo memoria".

Iván trabaja ahora en un taller mecánico de la ciudad de Santa Fe. No le va muy bien, "vos sabés cómo andan las cosas". En medio de una comunidad que respira pasión a través de Colón y Unión, el hijo del matrimonio de ciegos desaparecidos prefiere otras alegrías. "La verdad que no me gusta el fútbol".

Ni el perro dejaron con vida cuando ingresaron por la persiana metálica de la vivienda de Santiago 2815, donde funcionaba la sodería LODI SRL, de propiedad del matrimonio. Los saqueadores ni se molestaron por eliminar la escritura que prueba la usurpación. Estaban convencidos que la impunidad se perpetuaría por toda la eternidad. Al Piti ni siquiera le dejaron el cochecito. Apareció a los dos días en la casa de una prima de Alejandra, entregado por cuatro muchachos, a bordo de un Renault blanco 4 L.

Dentro de poco viajará a San Luis para ganarse unos pesos y ayudar a su otra abuela, doña Lina, que hace rato no se encuentra en buen estado.

Tiene la misma mirada que su abuela y el marrón claro de sus ojos repite la emoción, la alegría y la sorpresa de encontrarse definitivamente en su casa, donde espera recibir a Osvaldo Bayer, quien en diciembre de 1992, reactualizó el caso a través de una contratapa de Página/12.

"Lo viví con alegría porque le van a dar la casa a mi nieto, pero a la vez con tristeza, porque lo que yo más quería que estuviera ahí, no lo encontré en la casa", dijo Alejandra Leoncio de Ravelo, la mamá de María Esther, la habilidosa hacedora de empanadas que vivió hasta la noche del 17 de setiembre de 1977 en Santiago 2815.

Al otro día, desde un remoto lugar la llamó para decirle que debía pasar a buscar al Piti por la casa de una prima. Desde entonces, Alejandra recorrió comisarías, regimientos, viajó por toda la provincia, llegó hasta La Perla en Córdoba y a otros "chupaderos" en Buenos Aires, intentando reencontrarse con la Pinina.

El poco dinero que tenía se lo devoró el camino y el dolor. El viejo kiosko que atendía quedó en ruinas. "No tenía voluntad para atender a la gente", sostuvo Alejandra cubierta del pañuelo blanco que empezó a exhibir desde los primeros momentos, cuando muchos la amenazaban de muerte también a ella.

"Yo no se por qué se tuvieron que quedar 17 años en un lugar que sabían que no era de ellos. Por qué hicieron eso", se preguntó la Negrita que vivió la devolución de las llaves pensando en su hija.

"La seguiré buscando mientras viva", promete la abuela - madre coraje. Cansada, con dolor de cabeza, y mucha voluntad para atender a los pocos medios de comunicación que le dieron cobertura a la entrega de las llaves, la Negrita no dejaba de repetir el sentido de la recuperación de la casa para el futuro del nieto: "en el poco tiempo de vida que Dios me preste, quiero que Iván pueda ser lo que la madre y el padre hubieran querido. Todo esto es un fruto de la lucha". Cuando está sola suele quebrarse, "pero siempre me acuerdo de Hebe que nos dice que tenemos que aguantar, aunque a veces no se puede", cuenta la Negrita. Casi veinte años después, la vida de Alejandra se ha convertido en una búsqueda de justicia cotidiana, otro de los tantos nombres con que se pronuncia el amor y la memoria.

"Entrar al paraíso".
23 de marzo de 1995.
Inauguración de la Casa de la Memoria.
Lo que dijo Osvaldo Bayer.

"Es como llegar al paraíso.

Partimos de la abyección, de los más bajos sentimientos del hombre, de lo inimaginable en perversión, de lo cobarde, del abuso total del poder, o de la gota que deshace la rosa o que destroza la mano de un niño. De la petulancia más deleznable del uniformado.

17 de setiembre de 1977, el día de la vergüenza argentina.

Ningún hecho más definitorio del gobierno de los generales.

La definición de lo cobarde por excelencia.

17 de setiembre de 1977, Rosario, calle Santiago 2815, la única batalla ganada por el general borracho, Leopoldo Fortunato Galtieri, un bochornoso remedo mussoliniano de torpeza y brutalidad.

¿Crearemos alguna vez la orden de Santiago 2815?. ¿Le entregaremos como condecoración a los nuncios apostólicos Pío Laghi y Ubaldo Calabresi para que se la cuelguen al cuello al héroe de la calle Santiago, teniente general Leopoldo Galtieri?.

El 17 de setiembre de 1977 se consumó la hazaña más grande de este siglo del ejército nacional. Rosario fue testigo. Las fuerzas conjuntas lograron la captura de tres enemigos de la patria occidental y cristiana, Emilio Etelvino Vega, de 33 años, ciego, María Esther Ravalo, de 23 años, ciega, Iván Alejandro Vega de 3 años, y el perro lazarillo del matrimonio.

Una vez capturados, intervendría un famoso cuadro de la gendarmería argentina, el comandante Agustín Feced, hombre probado en mil batallas con su picana eléctrica. Su fama atravesó todas las latitudes y alguna vez alguna alma piadosa, inspirada en los principios cristianos de monseñor Bolatti, pondrá en su tumba como homenaje a quine tanto hizo para que se impusiera en el país el plan económico de Martínez de Hoz, una picana de oro.

A este Feced, el bravo gendarme, se le murieron los dos ciegos en la tortura, un episodio bastante común en la vida de este servidor de la Patria. Pero sus sacrificios no fueron en vano, porque vendría el resarcimiento por tantos servicios prestados a la bandera nacional, el derecho a la pertenencia de los ciegos y de su hijito. Todo se llevaron en camiones del ejército. Todo, hasta los enchufes. Hasta el triciclo del pequeño Iván.

En cualquier país civilizado, eso es llamado por su nombre, saqueo, rapacidad, latrocinio, pillaje, depredación, atraco, expoliación. En el país argentino de los tiempos de Videla eso era la normalidad. Tan normal que hoy ocupan altos cargos políticos hombres acusados de revendedores como el Chiche Aráoz, por ejemplo, o qué decir del ministro Camillón, funcionario del sórdido Viola, a quien no pudo escapársele el mito de sus fuerzas armadas, siendo él, como es calificado, el hombre más informado de la política argentina.

Pero todavía no hemos terminado con esta historia de vileza y de infamia. Recurrimos a la ironía y la causticidad para no claudicar de pura indignación ante tanta ruindad. Vendría, para el hartazgo, la ocupación de la casa de los ciegos por Gendarmería Nacional, hasta hace muy poco. Fue la burla máxima contra nuestras instituciones, contra nuestra democracia.

Todos esos gendarmes que entraron en esta casa y sabían su origen, han quedado machados de por vida en el pecado original de la inmoralidad y la corrupción. Hasta trajeron a sus familias aquí, si, hasta sus mujeres y sus niños a divertirse.

¿Hay a acaso un ejemplo igual en la historia del mundo?

Ni Nerón ni Caracada, ni en el atroz fundamentalismo de la Inquisición, porque aquí se junta la crueldad con la concución, la sevicia con la avidez. Todos ellos, desde Videla hasta el último suboficial represor deberán soportar por siempre la mirada de nuestros ciegos, nuestros queridos Emilio y María Esther.

Recuerdo bien ese mediodía caluroso en mi ciudad natal, Santa Fe, cuando me vinieron a ver nuestras queridas Madres de Plaza de Mayo. Entre ellas estaba la abuela, la Negrita, con mucha timidez pidió hablar conmigo y me fue dando uno a uno los detalles de la tragedia. Indignación, impotencia y profundo dolor me fueron invadiendo. Pensé en ese momento en los políticos que habían votado obediencia debida y punto final, pensé en Alfonsín y todos sus ministros y partidarios, pensé en el indultador Menem y todos sus ministros y partidarios. Me sentí sucio en una sociedad sucia. Egoísta, que no merecía tener niños ni pájaros ni cielos azules.

Fue así que escribí mi denuncia que titulé "La Mirada de los Ciegos". Salió en contratapa de Página/12, el 5 de diciembre de 1992. De inmediato tomó en sus manos la denuncia Rosario/12 y su periodista Carlos del Frade fue destapando toda la suciedad visitando a gendarmes y militares que solo eran capaces de responder con el consabido no se, no me consta o remítase a los superiores. Respuestas cobardes, inmorales que reducen a la insignificancia a sus autores.

El tema fue extendiéndose, difícil de parar. Fue Ricardo Molinas el primero en poner la cara y lo siguieron los concejales rosarinos Luis Cuello y Silvia Fernández León. Mientras las bancadas radicales y justicialistas se callaban la boca. El senador nacional Losada, del radicalismo, hizo viajar a la abuela Ravelo desde Santa Fe. Fui a acompañarla con las Madres de Plaza de Mayo y nuestros abogados, pero el senador no apareció. Nos atendió un amanuense que ponía cara de sorprendido frente a todo lo que decíamos. Recibimos la respuesta habitual de "el senador se va a ocupar" y por siguiente se borró por el tiempo de los tiempos.

Después fue aquel gran encuentro frente a la casa robada del 25 de marzo de 1993. Nosotros viajamos con las Madres y allí estaban los organismos de derechos humanos de Rosario, el inquebrantable del Frade, amigos, vecinos, periodistas. Nunca olvidaré el discurso de Hebe y la cobardía de los gendarmes, de los cuales no se asomó ninguno.

Mi imagen no es injusta ni se inspira en la ética del sermón de la montaña: se escondieron como las ratas. En el frente de esta casa quedón inscripta la indignación de la juventud. Y después prosiguió la labora ininterrumpida de nuestros abogados, de los cuales voy a nombrar a esta hermosa persona que es Beto Olivares, de esos seres sabios, sacrificados y silenciosos. Para ellos toda mi admiración y agradecimiento. Y mi recuerdo emocionado para todos aquellos abogados asesinados por sus principios éticos en la defensa de los derechos humanos.

A raíz de eso publiqué una segunda contratapa que titulé "Nuestra casa de Ana Frank", donde predecía que esta casa se convertiría en los tiempos maduros de la decencia en lugar de visita de niños, adolescentes y jóvenes de nuestras escuelas, colegios y universidades, para revivir con unción el destino de Emilio y María Esther y aquel pequeño Iván, hoy ya hombre, testimonio vivo de la memoria, el amor y la constante acusación contra los asesinos de uniformes y sus secuaces civiles. En aquella nota elaboré el deseo de que esta casa fuera el monumento constante que recuerde a los miles de jóvenes víctimas de la impiedad, tal cual lo es en Amsterdam la casa de la niña que significa permanente vida ante el crimen y la discriminación, Ana Frank, la expresión de la inocencia y la alegría de vivir.

Para mi, hoy es como entrar en el paraíso.

No deseo otro paraíso que este.

Que el de la verdad, el de la justicia, el de la eterna lucha por los valores éticos.

Esta casa es un templo, mucho más que las iglesias que fueron manchadas con sangre al darle el sacramento a los asesinos.

Un templo de la dignidad.

Gracias Emilio Etelvino Vega. Gracias María Esther.

Gracias a ustedes".

En Santiago 2815, a 19 años de la usurpación de uno de los más sanguinarios grupos de tareas que asolaron Rosario, bajo las órdenes de Galtieri y Feced, los Hijos por la Identidad, la Justicia contra el Olvido y el Silencio, se reúnen todos los sábados por la tarde, intentando hacer política desde "los afectos", rescatando "la ética de toda una generación" y sintiendo la necesidad de hacer algo por los marginados del sistema.

lunes, 27 de mayo de 1996

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