Por: Edelmiro Franco
Edgar Astudillo (foto) es un periodista con más de 30 años ejerciendo la profesión, sobrevivió a un atentado y es uno de los reporteros que más amenazas de muerte ha recibido en el caribe colombiano, por ser defensor de víctimas de la guerra y del proceso de paz.
La última amenaza de muerte la recibió el pasado 24 de septiembre, cuando su nombre apareció en una lista de la banda criminal “Los Rastrojos”, junto a otras 22 personas entre quienes figuran el periodista Leiderman Ortiz Berrío, los congresistas Iván Cepeda y Claudia López, así como la exsenadora Piedad Córdoba.
En el panfleto que circuló en el departamento de Córdoba, en el norte de Colombia, los comunicadores y los dirigentes políticos fueron calificados de “bandidos que apoyan el terrorismo, chavismo, izquierdismo, a las FARC y al ELN”.
Al gobierno de Juan Manuel Santos, lo acusaron de cómplice y poner en riesgo con los diálogos de paz la política de seguridad democrática, la principal bandera de su antecesor Alvaro Uribe Vélez.
Es tan alto el riesgo que tiene Astudillo para ejercer la profesión en el departamento Córdoba, que la Unidad Nacional de Protección (UNP), le puso dos escoltas y un vehículo para que pueda ejercer su profesión.
“Yo pensé que ya esta ola de amenazas contra mi vida y mi familia ya había pasado. Soy nuevamente víctima y lo más grave es que a los escoltas la Unidad Nacional de Protección les debo dinero y el vehículo está inmovilizado por falta de gasolina... Siento que mi vida está en peligro”, contó Astudillo a Notimex.
Hace un año tuvo que salir por varios meses de Montería (capital del departamento de Córdoba), la ciudad donde ejerce su profesión, por una amenaza directa de la banda criminal “Los Paisas”, que operan en la región.
El departamento de Córdoba, en el norte de Colombia, es una región que históricamente es estratégica para todos los grupos ilegales: narcotraficantes, paramilitares, guerrilla y traficantes de armas, que operan en este país andino.
Es un departamento que tiene empinadas montañas, como el Nudo de Paramillo, pero posee salida al mar Caribe, que es una de las rutas predilectas para las bandas criminales para sacar droga e ingresar armas, dólares e insumos químicos.
Un día en la mañana, en julio de 2013, Astudillo iba caminando por una calle de Montería, acompañado de un policía, “cuando de un momento a otro aparecieron varios vehículos, me cerraron el paso, varios hombres se bajaron con armas y me amenazaron… eran de la banda criminal Los Paisas”, contó el comunicador.
Este hombre, que tiene una voz prodigiosa para el periodismo radial, recordó que ese día, pensó que se iba morir, que difícilmente podía sobrevivir a las armas automáticas que portaban sus agresores.
“Yo miraba al policía- recordó- y lo vi como temblaba, casi se orina del miedo. Yo mantuve la tranquilidad y solo escuché cuando me dijeron: todavía no lo vamos a matar… le damos un plazo para que salga de Montería… Le aconsejamos que no duerma esta noche en su casa… ¿sí nos escuchó?… se va o se muere”.
En ese momento Astudillo, solo tragó saliva, respiró, sintió algo que no podía pasar por la garganta, quizá era rabia e impotencia de la fuerza de la palabra contra las balas de los sicarios, de los narcotraficantes, porque “Los Paisas”, son de las nuevas Bandas de Criminales (Bacrim), como las denominan las autoridades.
“Eran como las once de la mañana y a las cuatro de la tarde yo ya estaba en el aeropuerto para salir con destino a Bogotá. Estuve varios meses en la capital como desplazado, buscando trabajo para sobrevivir. Es muy pero muy difícil sentirse desplazado”, recordó Astudillo.
En Bogotá solo permaneció algunos meses buscando trabajo, tocando puertas en las oficinas de periodistas amigos, presentando su hoja de vida en diferentes entidades públicas y privadas. La angustia por sobrevivir “me estaba carcomiendo el cuerpo junto a ese frío tan hijueputa que se siente en Bogotá”.
Entre julio y noviembre de 2013, Astudillo vivió en casa de su hijo, un joven periodista, que tiene su propio programa radial los sábados en una emisora local, pero la pauta publicitaria no alcazaba para vincular a su padre en el equipo de trabajo.
Durante el tiempo que permaneció en Bogotá, Astudillo recibió un auxilio del gobierno equivalente a unos 280 dólares al mes, un monto que difícilmente alcanza para vivir dignamente en cualquier ciudad de Colombia y bajo la zozobra de la muerte.
El popular periodista radial del departamento de Córdoba, salía todas las mañanas de la casa de su hijo- en el sur de Bogotá- a recorrer la ciudad, en busca de trabajo y solo encontraba amigos solidarios que lo invitaban a tomar café o a caminar por la Plaza de Bolívar, en donde él jugaba con las palomas que revoletean a diario y que simbolizan el sueño de la paz de los colombianos.
“Mi hermano, me cansé de estar recorriendo la ciudad buscando trabajo, de ser desplazado, de tomar café con mis amigos, que por mucho que quisieran ayudarme no podían, pues ninguno era empresario de los medios”, comentó entre sonrisas.
Astudillo, quien siempre saluda a sus colegas con la frase: “Amigo del alma”, a finales de 2013 decidió regresar a su tierra, a sentir el calor del caribe, en donde tiene su familia y ante todo su trabajo en el periodismo regional, apoyando el proceso de paz, a las víctimas de la guerra, pues él está en esa larga lista de seis millones 700 mil personas afectadas directamente por este conflicto de 50 años.
Diez meses después del retorno a su tierra natal, es nuevamente objeto de amenazas de muerte de los grupos de la extrema derecha, pero en esta ocasión se resiste a salir de Montería y solo espera que el gobierno de Santos le garantice la seguridad.
“Soy víctima de la guerra, pero no quiero ser desplazado”, enfatizó Astudillo a pesar de que la muerte lo ronda en Córdoba, uno de los enclaves de los grupos armados de la extrema derecha colombiana.
El testimonio de Astudillo, es un caso típico de los riesgos que enfrentan los periodistas colombianos, dirigentes sociales y políticos que le apuestan a la paz, el perdón y la reconciliación, pero cuando hablan de estos temas se convierten en la principal blasfemia para los grupos de extrema derecha.
Las amenazas de muerte contra los periodistas siguen en aumento, el pasado 28 de apareció otra lista con los nombres de ocho en el departamento del Valle del Cauca (sur-occidente).
En este último panfleto figuran periodistas de los diarios El País, Q'Hubo, El Tiempo, el noticiero Más Pacífico, Caracol Radio y una emisora comunitaria de Buenaventura.
Los panfletos fueron firmados por los grupos autodenominados “Los Paisas” y “Los Rastrojos”, organizaciones que surgieron después de las desmovilizaciones de las derechistas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en el gobierno de Uribe Vélez ( 2002- 2010).
Entre enero y agosto de este año la Defensoría del Pueblo conoció 93 casos de periodistas amenazados (51 más que en 2013) y 56 fueron clasificados con un nivel de riesgo extraordinario, por parte de la Unidad Nacional de Protección (UNP)”.
Fuente: Notimex