El cuidado y promoción del idioma es actualmente objeto de las políticas públicas y requiere un tratamiento específico en nuestra legislación.
Por: Francisco José Piñón*
Muchas veces, cuando se habla en nuestro país de la identidad y la cultura colectivas, se suele partir del axioma de que existe una cultura argentina, inacabada y debilitada, o pujante y floreciente, pero siempre única (y de rasgos muy parecidos, cuando se los singulariza, a los que son característicos de la pampa húmeda). Del mismo modo, se da por sentado que esa cultura se expresa unánimemente en español (o castellano), idioma montaraz que crece torcido, por no ceñirse a las normas de la Real Academia Española.
Tan natural se supone el vínculo entre la nación y la lengua que pocas veces se ha creído necesario ratificarlo legalmente. Es cierto que, en la última década, se han producido notables avances en el reconocimiento de la diversidad lingüística y cultural del país. Pero mucho queda por hacer para trascender el estadio declaratorio y traducir ese reconocimiento en hechos concretos: en su estado actual, por ejemplo, el proyecto de ley de Radiodifusión no hace ninguna mención a la cuestión del idioma o mejor, los idiomas. La nueva Ley de Educación contiene medidas importantes, como la generalización a todo el país de la modalidad de Educación bilingüe intercultural, haciéndose eco de la lucha que han venido dando los organismos representativos de los pueblos indígenas, y seguramente genera el espacio para encarar un tema tan sensible como el de la enseñanza de lenguas extranjeras.
De igual modo el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación ha puesto especial énfasis en el desarrollo local de tecnologías de la información y la comunicación, la construcción de la sociedad del conocimiento, la inclusión social y la reducción de la brecha digital, y ahí es necesario avanzar en una reflexión sobre la dimensión lingüística necesariamente implicada en estos objetivos: la brecha digital no sólo se reduce con una mayor oferta de conectividad y equipamiento tecnológico, sino también con un trabajo específico en el desarrollo de competencias lingüísticas y comunicativas entre los ciudadanos-usuarios.
Cualquier proyecto de -gobierno, por ejemplo, que sea realmente adecuado para nuestra sociedad, necesita una descripción cabal de la variedad argentina del español y una instrumentalización que la vuelva apta para su uso en la esfera digital. En la sociedad argentina, prolífica en producción cultural y preocupada para alcanzar buenos niveles educativos, las discusiones sobre el lenguaje y el papel que les cabe en su gestión tanto al poder público como a la sociedad civil, han quedando habitualmente postergadas: sólo en raras ocasiones, las cuestiones de lenguaje se han constituido en objeto de políticas públicas.
En un contexto de auge del turismo y de la demanda de enseñanza de lenguas en el mundo, nuestro país descubre el potencial que ofrece ese sector en tanto industria cultural.
Un crecimiento del público local en los cursos de español para extranjeros de casi 140% en los últimos cuatro años resulta en sí mismo una noticia. De la mano del Español Lengua Extranjera, y siguiendo el impulso pionero de movimientos sociales de defensa de los derechos de las minorías, tal vez llega el momento de trazar las líneas de una política lingüística argentina.
*Director del Instituto de Políticas Culturales, Universidad Nacional de Tres de Febrero
Fuente: Diario Clarín