domingo, 18 de septiembre de 2005

Nora Lagos, la directora que La Capital ignora

En 1953, a los 28 años de edad, fue la primera mujer que estuvo al frente de La Capital, poniendo el diario al servicio del sistema peronista. "Gracias a mi no lo expropiaron", diría después. Tras la caída de Perón, dirigió periódicos semiclandestinos como parte de la Resistencia y estuvo exiliada en Paraguay, luego de un escape de novela a través de selvas y ríos
Por: Guillermo Lanfranco

Podría haber seguido el destino marcado por su familia, pero cambió de bando con tanto empuje que quedó en la vereda de enfrente. Se envolvió en la bandera del primer peronismo y devino en la única mujer que estuvo a cargo de La Capital en toda su historia, convirtiendo a un diario que había sido acérrimo opositor del gobierno, en un órgano oficialista sin medias tintas. Cuando asumió esa responsabilidad, en setiembre de 1953, tenía apenas 28 años. Dos años después ‑hace exactamente medio siglo‑ acompañó la caída del gobierno de Juan Perón con su propia caída. Fue el principio de una nueva etapa: se sumó a la Resistencia Peronista que durante un lustro enfrentó a la Revolución Libertadora y sucedáneos. Su aporte fue la edición de periódicos semiclandestinos, actividad que la llevó repetidamente a la cárcel, incluyendo un escape de aventura a Paraguay junto a un futuro miembro de las Fuerzas Armadas Peronistas, una de las primeras guerrillas en la década del `60. Nora Lagos, bisnieta de don Ovidio, el fundador del decano de la prensa argentina, ya era leyenda ‑blanca o negra, según quien la contara‑ antes de su muerte en noviembre de 1975. Hoy, al cumplirse 50 años del golpe que derrocó a Juan Domingo Perón, su figura vuelve casi como personaje de novela, inscripto en hechos que forman parte de la historia local y nacional del siglo XX.

Otro rumbo
Nora Lagos nació el 14 de febrero de 1925 en Buenos Aires. Su padre era Carlos Lagos, director de La Capital desde 1916 hasta 1940, nieto del fundador y activo dirigente de la democracia progresista, cuando la lideraba Lisandro de la Torre. La madre era María Teresa Chauvin, de nacionalidad francesa.

La vida de Nora podía seguir el derrotero de tantas chicas de clase alta de la época: estudios secundarios, matrimonio con alguien del círculo social frecuentado y una rutina hogareña y sin sobresaltos. Pero en 1947 conoció al hombre que acompañaría su destino por los próximos años. Hugo Mac Dougall usaba su apellido materno en lugar del paterno Mascías, una forma de ganar glamour en los ámbitos artísticos donde se movía. Escritor de origen, había devenido en guionista ‑alentado por su amigo Homero Manzi‑ de un cine nacional que estaba viviendo tiempos dorados. Malambo, El Cura gaucho, Tres hombres del río, El tambor de Tacuarí fueron algunas de las épicas criollas ‑tan propias de esos años‑ a las que prestó su pluma. Hasta hizo su aporte a la primera televisión argentina, guionando una novela histórica llamada Heroínas de Mayo. Hugo y Nora se integraron a los círculos culturales afines al peronismo y frecuentaban y recibían en su piso de avenida del Libertador a personajes de la farándula de entonces, como Enrique Muiño, Zully Moreno, Tania, Discepolín, Tita Merello y Mirtha Legrand.

Pero a principios de la dΘcada del `50, los acontecimientos políticos metieron la cola en la vida en la pareja Mac Dougall‑Lagos. Desde 1947 el gobierno peronista venía construyendo una arquitectura de medios favorables a su gestión, que no ahorraba recursos oscuros a la hora de sumar voces y plumas. En Buenos Aires, los diarios La Epoca, Democracia, Crítica, Noticias Gráficas, El Mundo y La Razónformaban parte de una cadena oficial construida alrededor del grupo editorial Alea, del Estado. Solo los tradicionales y conservadores diarios La Prensa y La Nación ‑y el más reciente Clarín‑ estaban por fuera del sistema de medios del peronismo, presionados por las restricciones que desde el IAPI (organismos oficial que controlaba el intercambio comercial con otros países) se imponía a la distribución del papel prensa importado.

Mientras, en el Congreso Nacional una comisión encabezada por el diputado ‑rosarino de origen‑ ex conservador José Emilio Visca se encargaba de fiscalizar las "actividades antiargentinas" de los diarios de todo el país, con atribuciones para intervenir en sus contenidos, suspenderlos y hasta clausurarlos. De hecho, esto sucedió en muchas oportunidades cuando alguna publicación no sintonizaba con el discurso oficial o se excedía en las críticas al peronismo, una modalidad que alcanzó su punto máximo ‑y más simbólico‑ con la expropiación de La Prensa, que terminó en manos de representantes de la CGT.

En la capital de los cereales, la familia Lagos veía cómo el cerco se iba cerrando sobre su empresa, con riesgo cierto de correr la misma suerte que los Gainza Paz ‑dueños de La Prensa‑ a quienes les habían confiscado todos sus bienes, incluyendo cuentas bancarias. La Capital había apoyado abiertamente a la Unión Democrática en 1946 y sus directivos eran de filiación demócrata progesista o demócrata nacional.

Con acuerdo de la familia -explícito o no-, Nora Lagos fue la clave para evitar el peor de los destinos para el diario y sus dueños. "En 1952 mis padres estaban por irse a España y pasan por Rosario para arreglar algunas cosas. Pero les gustó el ambiente, se engancharon y torcieron el rumbo de sus vidas", cuenta a Rosario/12 la menor de las hijas que Nora tuvo con Mac Dougall y que lleva el mismo nombre que su madre.

En septiembre de 1953 los acontecimientos se precipitan. El día 5 una breve información daba cuenta en la página 4 del diario que "El general Perón recibió ayer a la Sra. Nora Lagos y a su esposo Hugo Mac Dougall. Durante la entrevista, que se prolongó por espacio de más de una hora, los visitantes conversaron con el primer magistrado acerca de algunos problemas vinculados al periodismo". El 20 del mismo mes, tomaba sentido ese suelto noticioso: Nora Lagos asume como directora de La Capital ‑cargo que en los hechos ya venía ejerciendo‑, gracias a un fallo judicial que había desplazado del timón a sus parientes. Era la primera mujer ‑y hasta ahora la única‑ con esa responsabilidad en toda la historia del decano de la prensa argentina.

Las columnas
Si bien eso de que "pertenecen al pueblo" había servido para adaptar las columnas del diario a lo que aconsejaran algunas circunstancias, para Nora Lagos la frase de su bisabuelo tenía un sentido unívoco: "Nuestro lema seguirá siendo siempre el de Ovidio Lagos, y nuestra divisa el amor a la Patria, porque amando a la Patria estaremos unidos al gran patriota que nos manda este saludo: ¡Adelante, muchachos!" El "gran patriota" al que hacía referencia no era otro que el general Perón, quien había mandado ese saludo en oportunidad de visitar Rosario para inaugurar el nuevo local de la CGT en calle Córdoba al 2000. En la edición del 1º de setiembre se publica una gran foto donde Perón abraza a Nora, señal de que 1) ella ya ejercía gran influencia sobre la línea del medio aun antes de ser directora y 2) su condición de editora y de militante peronista eran la misma cosa.

"Al confundirse en un abrazo con la señora Lagos, el general Perón le dijo: `Lleve este saludo a los muchachos'", cuenta el cronista, para luego avanzar en una interpretación libre de la escena: "No pensó el Presidente en la empresa. Su recuerdo unió a la institución con aquellos que la engrandecen mediante su labor cotidiana y su inquietud incesante. Perón, al pensar en La Capital, pensó en los muchachos que la escriben y componen".

Sin el respaldo de la familia, desplazada a la fuerza de la conducción, por necesidad y/o convicción Nora se recostó en los empleados, lo que marca una impronta constante en los dos años en que manejó el diario. "Estaba muy en contacto con nosotros, los otros Lagos nunca bajaban al taller, pero ella siempre lo hacía", recuerda hoy José Giorgio, quien había ingresado al diario como trabajador gráfico en 1939, a los 15 años de edad. "Se quedaba hasta las 4 de la mañana para esperar la salida de los ejemplares de rotativa", cuenta su hija.

La mujer de físico menudo y pelo corto asumía el rol de nave insignia del periódico. Una delegación de obreros textiles o una de boyscouts visitaban el diario y ahí estaba Nora para la foto. Podía recibir a un grupo de escritores o al embajador alemán, como ir a un agasajo del sindicato de periodistas. Todo quedaba registrado en una imagen que se publicaba al día siguiente, aludiendo a la presencia de "la señora directora Nora Lagos".

Las ocho páginas de cada edición ‑acotadas por la escasez de papel‑ rebosaban de información oficial, mientras se repetían los editoriales laudatorios hacia Perón y sus acciones, con un alineamiento explícito y sin pudores. Y así como existía una sección fija dedicada a "Noticias gremiales", no se veían muchas informaciones partidarias por fuera del justicialismo.

Cada vez que Nora podía acceder a "El General", en los días siguientes se repetía la foto de saludos hechos llegar por el líder a los dependientes del diario a través de la directora. Incluso Nora llegó a repartir entre todos los empleados copias de fotos autografiadas con una dedicatoria especial de Perón.

El cenit de su adhesión al gobierno peronista lo alcanzó en agosto de 1954, cuando viajó al Paraguay junto al Presidente, donde dio conferencias mientras Perón le devolvía al dictador Stroessner los trofeos conquistados durante la guerra de la Triple Alianza.

A todo esto, Hugo Mac Dougall, desde el cargo de subdirector, editaba el nuevo suplemento literario del diario, de perfil "litoralista", según su propio mentor. "Era un espacio cultural muy bueno", recuerda Gary Vila Ortiz, "donde se le daba lugar a autores de distintas vertientes". El primer número fue abierto por un poema de José Pedroni e incluso hasta se generó un "comisión de amigos" del suplemento, encabezada por al arquitecto Sinópoli y el ingeniero Angel Guido, cuyos actos contaban con la locución del joven Jack Benoliel. Mac Dougall también había tenido su momento sublime peronista al escribir el guión para la película Caballito criollo (1953), inspirado en el afecto que el general le profesaba a los equinos de raza nacional.

La caída
Después de aquel discurso del "cinco de ellos por cada uno de los nuestros que caiga", en agosto de 1955, la suerte del gobierno de Perón estaba echada. El 16 de setiembre ‑también viernes como en este mes de de recordación‑ comenzó la insurrección a la que le llevó un fin de semana afianzarse, entre apoyos y rebeliones hacia el gobierno de distintas facciones de las Fuerzas Armadas. El lunes 19, La Capital era un hervidero. "Este diario se había convertido en el baluarte agitativo del peronismo -cuenta, como testigo directo de ese día, Juan M. Vigo en sus Memorias de un combatiente de la Resistencia-. Allí concurrían todos los dirigentes obreros de la gran ciudad y una inmensa cantidad de público de los barrios populares en busca de noticias. Centenares de personas se renovaban constantemente delante de las pizarras o recorrían el edificio, como si fuera casa propia, comentando animadamente las noticias".

En esa jornada se precipitaron los acontecimientos, cuando Perón le pidió a los militares que dispusieran del poder. Como el canto de cisne de una época que terminaba, al día siguiente el editorial de La Capital habla del "supremo sacrificio" de Perón al renunciar a la presidencia, vaticinando que así todo "tendrá el amor de su pueblo, que no lo arrancará jamás de su corazón". Fue quizás el último acto de Nora en el edificio de calle Sarmiento, ya que rápidamente la familia Lagos -solo hizo falta un telegrama judicial desde Buenos Aires- recuperó la conducción del diario, perdida dos años atrás. "Gracias a mi no lo expropiaron", diría Nora años después. "Los Lagos eran antiperonistas, pero estaban agradecidos a ella porque les había salvado el diario", ratifica el ex gráfico Giorgio, en una definición que aparece repetida en varios testimonios.

Claro que esos eran momentos de revanchas grandes y pequeñas. "Los mismos empleados a los que ella les había comprado los muebles para su casa, la escupieron cuando se iba", recuerda Giorgio algunas escenas de la salida de la directora, que de inmediato fue a parar a la cárcel. Poco después un editorial habla de "la restauración espiritual" (29/09/55) resultante de la Revolución Libertadora, aunque al lado una pequeña noticia evidencia que algo no andaba bien del todo: "Salvo en Rosario, ha sido levantado el toque de queda".

Es que a la caída de Perón le siguieron seis días continuados de huelgas que desconocieron los llamados del nuevo gobierno. La ciudad a orillas del Paraná ratificaría su fama de "capital del peronismo" a lo largo de la resistencia posterior al golpe. Y Nora Lagos estaba dispuesta a hacer su aporte.

Resistente
Ni bien fue dejada libre, Nora Lagos comenzó a editar por su cuenta un periódico semiclandestino llamado La Argentina (justa, libre y soberana). "Salía un número a la calle, se lo cerraban y la metían presa", señala el historiador Eduardo Zanella. Algunos ejemplares se vendían en los quioscos, pero la mayoría los repartían los propios militantes peronistas que iban a buscarlos hasta la puerta de la casona de bulevar Oroño 1345, donde ella misma los recibía. "Se presentaban graves dificultades para imprimirlo, porque los imprenteros, amenazados por los `libertadores', se negaban a hacerlo", cuenta Vigo en su libro sobre la Resistencia. Una accedió, la que estaba ubicada en la esquina de San Martín y Urquiza, donde se hacía un viejo periódico llamado La Reacción.

Al tiempo que el gobierno militar se endurecía en manos del general Aramburu, ella terminaba otra vez en la cárcel. "¿Dónde está Nora Lagos?", dice el el título de tapa de La Argentina el 31 de diciembre de 1955. Fue el último número del periódico partidario semiclandestino, ya que su directora estuvo entre rejas en Buenos Aires hasta 1956. Al regreso,

Hugo Mac Dougall, se baja de cualquier proyecto militante y se va a vivir a un campito en las sierras de Córdoba. Nora, lejos de aplacarse, regresa a Rosario ‑ahora en una casa de Maipú 1679, desafiantes fotos de Perón y Evita en el frente y a la vista de todos‑ para editar Soberanía. El periódico mostraba la misma línea editorial militante de su anterior creación, alejada de cualquier alternativa "neoperonista" como estaba a punto de alentar el frondizismo, con la intención de ganarse el sufragio peronista. "La posición intransigente de Soberanía solo convalidaba la decisión de votar en blanco", señala la historiadora Carina Capobianco, en vista a los comicios que consagrarían como presidente a Arturo Frondizi. Mientras, en el camino quedaba la figura de Luis Sobrino Aranda, quien la había secundado en parte de la aventura editorial. El mismo que después ganó triste fama como figura de la derecha peronista en los `70.

Al tiempo Nora vuelve a caer presa junto a su nueva pareja, el militante René Bertelli. "La pasaban juntos en una comisaría de San Justo (Buenos Aires), en una celda con un colchón en el suelo y una manta de vicuña", reconstruye los viejos relatos maternos la hija Nora. Logran huir para emprender el exilio hasta Paraguay, en un viaje -también con las dos hijas- "mitad caminando por la selva y mitad en canoa, bien clandestino". Nora, la hija, recuerda que en Asunción "había miles de argentinos, ibamos cambiando de pensión para disimular".

De regreso a la Argentina, Nora Lagos fue una de las principales promotoras de una gran marcha que se organizó desde el Monumento hasta el Cristo Redentor, para rendirle homenaje a los fusilados el 9 de junio de 1956. Y siguió siendo partícipe de una resistencia tan fervorosa como desorganizada. "Cuando tramaban algo al día siguiente se descubría, porque no tenían medidas de seguridad, si hasta invitaban al comisario del barrio a las reuniones", señala Zanella.

Solitaria y final
En los `60 recupera el 6 por ciento de acciones de La Capital que le quedaban, a la par que merma su militancia. "Reputeaba contra las estructuras políticas del peronismo, ella que nunca había querido tener cargos para que no pensaran que esa era su ambición", señala Oscar de Sanctis, que la conoció como yerno en 1967.

Para el grupo compañeros que acompañaban la militancia peronista de sus hijas, era una fuente inagotable de historias, además de participar de acciones "de control" -verificar por teléfono que cada uno de los jóvenes hubiera regresado a su casa- cuando se realizaban acciones de perturbación del orden impuesto por la dictadura de Onganía a partir de 1966.

Por ese entonces, su ya ex pareja René Bertelli -quince años más joven que ella- se inclinaba hacia las Fuerzas Armadas Peronistas lideradas por Cacho El Kadri, junto a quien viajó a Madrid para contactarse con Juan Perón. En 1968 un terreno familiar de los Bertelli adquirido por las FAP sirvió de base para las acciones de la incipiente guerrilla en Taco Ralo (Tucumán), rápidamente desbaratadas por la policía. En el anecdotario político queda la historia de René refugiándose -con la ayuda del dirigente radical Agustín Rodríguez Araya- en la embajada de México, a bordo de una ambulancia y vendado de pies a cabeza para que no lo reconocieran las fuerzas de seguridad.

Una de las últimas imágenes que De Sanctis recuerda de Nora Lagos parece tomada de una novela de Osvaldo Soriano. "El 20 de junio de 1973, en el frustrado arribo de Perón a Ezeiza, había llegado sola manejando su Torino desde Rosario. No se cómo, estaba a 200 metros del palco mientras silbaban las balas".

-¿Qué hacés acá Nora?, andate-, le dijo su yerno.

-No, no, si Perón va a venir-, contestó Nora.

Murió el 23 de noviembre de 1975. La nota necrológica del diario destacó que Nora Lagos "estaba dotada de enérgico carácter". Un trato bastante más benévolo -acorde a cada momento político- que el dispensado en el suplemento especial por el centenario de La Capital en 1967, cuando faltó su foto junto a las de los directores que hasta entonces había tenido el decano. Y muchos más condescendiente que el "bastarda" con que sus consanguíneos solían calificarla a partir de la década del `50. Si, como decía John William Cooke, el peronismo fue el hecho maldito del país burgués, hasta sus últimos días el nombre de Nora resonó en forma similar entre la numerosa familia que manejó al decano de la prensa argentina durante 130 años.
Funte: Rosario/12