viernes, 16 de febrero de 2024

Javier Milei: ¿Es o se hace?

Por: Rogelio Iparraguirre*
Si hay una imagen que ha intentado construir Javier Milei desde sus apariciones televisivas hasta hoy es de alguien que sabe.

Un erudito con espasmos de académico que se siente cómodo sobre todo cuando luce el traje de economista.

El mesías que toma la palabra y emprende la tarea de liberar a los esclavos. Abrirles los ojos. Sacar las cadenas.

"No vengo a guiar corderos, vengo a despertar leones", repite una y otra vez.

A través de largas alocuciones, por momentos inentendibles, basadas en "manuales" escritos por intelectuales neoliberales de la década del 60 y 70. Repite de memoria y cita a Milton Friedman y se "luce" cuando se explaya sobre cuestiones que plantea la denominada "Escuela Austríaca". El camino místico iniciado con su rabino le agregó un halo espiritual. Las alegorías religiosas, especialmente al judaísmo y la Torá tiene su momento cumbre en la cita de Macabeos que se convirtió en bandera para los jóvenes libertarios.

El anclaje nacional llegó de la mano de Juan Bautista Alberdi. Una elección selectiva del tucumano para justificar su "liberalismo" que lo hizo dejar de lado la tercera etapa del gran pensador nacional. Justamente el momento en que a través de sus obras póstumas fue un precursor del revisionismo. Le ecomendamos leer "Proceso a Mitre", "Grandes y pequeños hombres del plata", "El crimen de la guerra" o "El Faustino".

También se le animó al mundo de la filosofía centrándose en este último caso a una suerte de tradición liberal argentina que tendría como máximo exponente a Alberto Benegas Lynch (otro lector selectivo de Alberdi). La frutilla del postre "intelectual" del multifacético presidente culmina con "la batalla cultural" a la que se sumó y que lideran intelectuales conservadores como Agustín Laje.

Al presidente le molesta que le cuestionen sus afirmaciones eruditas. Le molesta mucho. No debate. Descalifica. No responde. Ataca. No contra argumenta. Manda a callar.

Fueron dos mujeres las que esta semana lo incomodaron. Se nota. Cuatro entrevistas en poco más de 24 horas y una cantidad incalculable de publicaciones y reposteos en contra de un documento -escrito por la dos veces presidenta Cristina Fernández de Kirchner- y las palabras sobre el escenario de una artista popular, Lali Espósito.

En ese marco, y en las declaraciones realizadas en los últimos días citó a un notable teórico y político italiano, Antonio Gramsci, de extracción marxista. Esto último, por supuesto, no es un dato menor en el "marco teórico" que maneja el presidente.

Lo llamativo de esta reciente alusión por parte de Javier Milei responde al error grosero respecto al edificio teórico sugerido por Gramsci y los objetivos de su propuesta política. 

En primer lugar, el presidente realizó un recorte, y advirtió sobre la existencia de un "instrumento" gramsciano que permite desplegar "propaganda" para obtener apoyo sobre lo que se quiere implementar o cuestionar".

Explicó que, lo que hace Lali Espósito, es un mecanismo de propaganda, es "un instrumento gramsciano puro, o sea, usted cobra dinero para decir cosas en contra de alguien. Bueno, si no le gusta no lo hubiera hecho, o acaso no tengo derecho a defenderme. ¿Qué persona puede calumniar, injuriar, mentir, decir cualquier barbaridad sobre otra persona y la otra persona no tiene derecho a defenderse? ¿Por qué? ¿Porque tiene un micrófono? ¿Porque tiene un acceso a la cultura?".

Aquí surge el primer problema de comprensión de textos de Milei tal vez adrede- porque la idea de propaganda a la que hace referencia Milei está más cerca de lo que históricamente quedó representado por Joseph Goebbels durante el nazismo en Alemania. El denominado "ministro de Propaganda" de Hitler, quien ideaba las estrategias comunicacionales del III Reich para masificar su apoyo.

Cabe destacar que esas estrategias se asemejan más a las que Javier Milei, junto a sus asesores en materia comunicacional Santiago Caputo y Fernando Cerimedo, suelen implementar. Elegir y simplificar un enemigo único (la "casta" para los libertarios); responder una crítica con un ataque ("si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que distraigan": diputados "coimeros", los supuestos cobros ilegales de Lali Espósito para hacer sus shows); vulgarización (el uso de diatribas, insultos o apodos: Lali "Depósito"); orquestación ("si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad"); y unanimidad, que consiste en convencer a mucha gente que lo que piensa el líder es lo que "piensa todo el mundo".

El segundo error en el que incurrió recientemente surgió de un extenso posteo donde señaló que "Gramsci señalaba que para implantar el socialismo era necesario introducirlo desde la educación, la cultura y los medios de comunicación" y que "Argentina es un gran ejemplo de ello".

Otra vez se equivoca. Parte de un error conceptual, porque quien advirtió sobre las estrategias que el sistema capitalista (y no el socialismo) despliega para consolidarse como status/ quo (y reproducir el sistema de producción) es Louis Althusser y no Gramsci.

El autor francés lo describió bajo el concepto de aparatos ideológicos de estado, en donde marcó que el Estado, bajo el  poder de los sectores dominantes, logra liderar la reproducción del sistema de acumulación capitalista a través de: la religión (el sistema de las distintas iglesias); las escuelas (públicas y privadas); la familia; lo jurídico (el sistema de leyes vigentes); el sistema político (conformado por partidos y coaliciones); el mundo sindical; los medios masivos de comunicación (los tradicionales junto a las nuevas plataformas); y la cultura (artistas y sus producciones). Althusser, en este caso sí al igual que Gramsci, se enmarca en la tradición teórica neomarxista que se preguntaba (con razón) porque un sistema que desde sus entrañas se constituye bajo una injusticia (la apropiación de la plusvalía por parte de los empresarios) no despertaba el rechazo furibundo de la clase trabajadora para derribarlo y reemplazarlo por otro más justo. No solo eso, para los años en los que escribe estos autores (década del 30 Gramsci y década del 70 Althusser) la clase trabajadora sigue yendo a trabajar todos los días, consciente o no de dicha injusticia, y colabora en la reproducción del sistema.

En este punto, tanto Gramsci como Althusser empiezan a detectar e investigar otros artilugios propios del sistema, sofisticados y afincados en la sociedad, que permiten una reproducción del status quo socioeconómico. En el caso de Gramsci, el concepto de hegemonía y la capacidad de una clase política dirigente de trasladar sus demandas al conjunto de la sociedad. Y Louis Althusser con el concepto de aparatos ideológicos de Estado y el listado taxativo de instituciones que colaboran en la reproducción del capitalismo.

Ahora, si las referencias son disparatadas y erróneas, y se suman al conjunto de excentricidades que configuran la personalidad del Presidentel la pregunta concreta es: ¿Milei es un erudito o se hace? ¿Sucederá lo mismo si ahondamos en sus afirmaciones económicas?
*Diputado Nacional del Frente de Todos
Foto: Tomás Cuesta - Getty Images