jueves, 2 de diciembre de 2021

Robert Cox, un periodista que narró la dictadura en tiempo real, tendrá su película

"No fue heroísmo, creo en el periodismo que cuenta la verdad", dijo en una entrevista con Ivana Romero para el diario Clarín. Dirigió el Buenos Aires Herald, un diario en inglés. Lo amenazaron. Ahora Armando Bo contará su historia.
Ojo de periodista. Robert Cox (de frente) y Armando Bo, que dirigirá el documental. Foto: Andres D'Elia
Por: Ivana Romero
“Las ‘locas de Plaza de Mayo’ obtuvieron lo que querían ayer. La policía arrestó a un grupo de 200 de ellas, junto a seis periodistas que trabajan para medios internacionales, luego de una manifestación pacífica frente al Congreso. La historia recorrió el mundo, llamando la atención sobre los desaparecidos… Este problema no puede ser ignorado. El gobierno debe tomar medidas para terminar con la pesadilla que estas mujeres atraviesan”, escribió Robert Cox en septiembre de 1977 en el espacio editorial de The Buenos Aires Herald.

Se trataba de un diario pequeño, que se publicaba íntegramente en inglés, solo con noticias sobre la monarquía británica. Pero eso cambió cuando Cox se hizo cargo del diario como editor en 1968. Entonces, el Herald pasó a la historia como uno de los pocos que contó la última dictadura militar en tiempo real.

Este periodista legendario no tiene problemas en volver a contar la historia de esa época. Y cuando se le pregunta, responde que está por cumplir 88 años. En una mesa del café Tortoni, Armando Bo -guionista y director de cine- lo escucha con respeto. “Yo cumplo 43 más o menos por esa misma fecha”, se sorprende.

La página del Herald contando el arresto de Madres de Plaza de Mayo, en 1977

Y es que el proyecto que van a encarar juntos es, entre otras cosas, un puente entre generaciones. Ganador de un Oscar y nieto de aquella leyenda del celuloide de quien heredó el nombre y el oficio, Bo va a dirigir y producir un film focalizado en la historia de vida de Cox y en su trabajo al frente del Herald.

Para eso, acaba de adquirir los derechos del guion Dirty war (guerra sucia) escrito por Michael Steinberger, periodista de The New York Times Magazine. A su vez, Steinberger se basó en el libro Dirty Secrets, Dirty War, escrito por David Cox, uno de los cinco hijos de Robert, publicado en 2008.

“Esta historia me llegó mientras aún vivía en Estado Unidos. Y me di cuenta de que aquí quizás se conozca pero no en el mundo. Por eso quiero contarla. Además, es mi manera de acercarme al cine argentino y a la historia de acá ya que siempre miré un poco desde afuera y hacia afuera”, dice Bo, que recientemente se mudó a Argentina tras vivir varios años en Los Ángeles, en Estados Unidos.
Le entregaba a Harguindeguy listas de personas desaparecidas que iba armando con gente que golpeaba las puertas del Herald y él me decía que las tiraría a la basura, Robert Cox
En 2015 ganó un Oscar por el guion de Birdman, junto con el director Alejandro González Iñárritu. Los dos venían trabajando juntos desde Biutiful, dirigida por González Iñárritu y estrenada en 2010, que también obtuvo premios internacionales. Además, Bo dirigió El último Elvis, una película bellísima y melancólica sobre la vida de un perdedor que deviene Elvis Presley. ganadora de varios Cóndor de plata tras su estreno en 2012.

“Sí, para mí se trata de desandar el camino que transité como guionista a partir de historias imaginadas. Porque si bien esta será una película de ficción, estará basada en hechos reales”, puntualiza.

Y concede: “No pierdo de vista que quizás se trate de un acercamiento a la historia de Argentina y a mi propia historia como parte de la generación nacida en los setenta”. La idea es estrenarla a mediados del año próximo, por ahora bajo el mismo nombre del guion original.

Decisiones difíciles
Bo se refiere a Cox como “un particular tipo de héroe, un hombre que debió tomar decisiones como periodista y como padre de familia en una época particularmente difícil”. Cox se ríe y dice que no, que lo suyo no tuvo nada de heroísmo. “En todo caso, la heroína aquí es mi esposa Maud”, dice mientras señala una mesa contigua.

Ahí está ella, descendiente de irlandeses y autora también de su versión de esta época oscura a través de las memorias Salvados, que se presenta este viernes a las 18.30 en la Biblioteca Nacional, editado por Voria Stefanovsky. Una versión anterior, Salvados del infierno, se publicó en 2001.
Robert Cox y su familia, a punto de exiliarse

Los Cox viven en Charleston, Carolina del Sur, en Estados Unidos, desde su exilio forzado en 1979. Aún mantienen la casa en Recoleta que el padre de Maud les regaló tras el casamiento. Ahí, ella recibió la noticia de que Robert había sido detenido de manera clandestina en 1977 y liberado por presión de los organismos internacionales y la prensa extranjera.

Dos años más tarde, los Cox abandonaban el país. “Fue decisión de Maud, ella nos salvó la vida a todos porque si era por mí, yo me hubiera quedado”, dice Robert, que mantiene, en medio de un castellano mestizo, el acento duro de Yorkshire, donde nació.

Aquel 24 de marzo
¿Cómo es posible que no supiera del peligro que corría? “Bueno, la historia suele ser revelada en su totalidad cuando se la mira desde arriba. Yo por entonces quería creer lo que pensábamos al principio: que iba a ser una dictadura como las anteriores, un tránsito hacia un nuevo gobierno. El 24 de marzo de 1976 era un día radiante, un día ‘peronista’ dirían ustedes, y mientras varios periodistas fuimos citados a Casa Rosada, mis hijos preguntaban si tenían que ir al colegio. Con esa ligereza se vivió”, dice Cox.

Sin embargo, ese día, el Herald hizo un gesto que lo pondría en la mira del Estado: dejó vacío el espacio que se dedicaba a la editorial que cada día analizaba la coyuntura política de un país convulsionado.

Al poco tiempo, Cox fue a Plaza de Mayo porque le contaron que de madrugada, en Casa de Gobierno, entregaban diez números cada día para que los familiares de los secuestrados pudieran averiguar dónde estaban sus seres queridos. Supo rápidamente que era un acto de cinismo.
Buenos Aires Herald. El diario en inglés que contó la realidad más dura. Foto Marcelo Carroll

“Yo me entrevisté varias veces con el entonces ministro del Interior, el general Albano Harguindeguy. Le entregaba listas de personas desaparecidas que iba armando con gente que golpeaba las puertas del Herald y él me decía que las tiraría a la basura”, evoca.

“Sí era posible saber lo que pasaba", dice. "Pero nadie quería escuchar. Así supimos, por ejemplo, de la desaparición de Marcos Arocena, porque su madre nos la relató, o del secuestro de niños como el caso de Anatole y Victoria Julien Grisonas, que el Herald denunció en su tapa.”, cuenta.

E insiste: “No fue un acto de heroísmo, ni se me ocurría eso. Yo creo en un periodismo objetivo, que cuenta la verdad. O sea que sencillamente, hacía mi trabajo”.

Aunque vive en Estados Unidos, sigue de cerca las derivas del periodismo gráfico argentino. "Hacer periodismo militante es desinformar con motivos políticos”, dijo en una entrevista en 2011, cuando ganó el Gran Premio a la Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa. Y en 2012 dijo que la Ley Audiovisual "era una buena idea", pero advirtió: "el Gobierno ha decidido usarla para atacar a Clarín y eso es un peligro".

Hasta su retiro en el oficio en 2008 fue editor de The Post and Courier, en Charleston. “Cada país debe tener un periodismo en serio. Si eso ocurre, la gente pensante lo va a leer”, asegura.

Reconoce que aún no leyó El testigo inglés, la investigación de 600 páginas hecha por Sebastián Lacunza, último director del Herald desde 2013 hasta el cierre abrupto del diario (por entonces devenido en semanario) en 2017.

“No estoy de acuerdo con que exista una historia canonizada del Herald, como él ha dicho en algunas entrevistas. No existe tal cosa: hay una historia de gente que hizo lo que consideró que debía hacer, por convicción”, subraya.

En cuanto al film, muestra mucho entusiasmo. “A veces la ficción es el lugar donde hay que buscar la verdad. No es algo que ocurra ahora sino que viene desde siempre. Pensemos, por ejemplo, en Shakespeare”.
Fuente: Diario Clarín