miércoles, 24 de junio de 2020

El regodeo de mostrar a una maestra equivocándose en televisión emerge una deshumanización del otro

Referentes de educación a nivel nacional elaboraron una carta pública donde exponen su posición e invitan a quienes adhieran a sumar su firma
Desengrietar la educación
Los abajo firmantes, docentes y especialistas en educación, nos vemos en la necesidad de dirigirnos a nuestros conciudadanos y conciudadanas a fin de hacer una apelación a la responsabilidad. En un contexto como el actual, los docentes merecen nuestro apoyo y la revalorización de su rol esencial en la sociedad.

Esta manifestación surge a raíz de la crítica mordaz y exagerada hacia una docente en notas periodísticas y redes sociales, a partir de su equivocación en un programa educativo en la TV Pública.

El error de la docente fue rápidamente advertido y corregido pero el linchamiento virtual no tardó en llegar. Esto se debió al recorte arbitrario de un video y su posterior difusión por actores sociales que conocen su peso en la formación de opinión pública, pero que poco contribuyen a mejorar los aspectos más importantes de nuestra educación.

Estos escraches virtuales generan desprestigio social de la docencia, realizando diagnósticos apresurados y prejuiciosos sobre el nivel de los educadores y su formación a causa de un segundo de televisión.

Como seres humanos convivimos con los errores; ocurren por innumerables factores y son parte constitutiva de nuestro aprendizaje a lo largo de la vida. ¿Puede un docente equivocarse? Por supuesto, como puede y se equivoca un periodista, un político, un médico y hasta un premio Nobel. El problema no es el error sino la actitud posterior que debe ser reflexiva, autocrítica y constructiva: de hecho, esta maestra corrigió inmediatamente el suyo. La actitud ante el error implica honestidad intelectual y un posicionamiento ético en una situación de enseñanza completamente extraordinaria como lo es un programa de TV en vivo.

Es evidente que los errores en documentos, sitios o canales oficiales son doblemente advertidos, por lo que se requiere extremar los cuidados. Pero la situación televisiva no es comparable con el ámbito del aula y en el regodeo de mostrar a una maestra de escuela equivocándose en televisión, emerge además una deshumanización del otro que amerita que repensemos, como sociedad, la situación.

En esta época extraña que nos toca vivir, miles de docentes de todo el país -con aciertos y errores-, están poniendo inteligencia y compromiso pedagógico para sostener el vínculo educacional con sus estudiantes, ya sea mediante plataformas de videollamadas, WhatsApp, radio, la corrección de los cuadernillos elaborados por los ministerios de educación, e incluso el intercambio periódico de actividades escritas a mano y entregadas a domicilio en los lugares más alejados o aquellos sin conectividad. De hecho ya ha sido advertida y analizada en distintos países la sobrecarga que están padeciendo muchos docentes bajo estas nuevas modalidades de trabajo.

Por todo esto es que llamamos a los comunicadores en particular, y a la sociedad argentina en general, a tomarnos un tiempo para ponernos en la piel de cada docente para valorar su esfuerzo en estas condiciones adversas. Por supuesto, hay mucho para mejorar en la educación argentina, pero esos cambios vendrán en la medida de que seamos capaces de ponernos de acuerdo, aprendiendo de cada error para avanzar hacia una sociedad más justa.

Consideramos que un primer punto a acordar para la mejora de la educación y el futuro del país es la valoración social del docente. Si aquel que pone su propia subjetividad y conocimiento para la transmisión de los saberes que requiere la nación es gratuitamente desacreditado, el futuro se torna incierto e inviable.

En nombre de esa capacidad de diálogo y aprendizaje asumimos la responsabilidad de brindarle una disculpa pública a esta maestra sabiendo que los argentinos y argentinas habremos aprendido de nuestro error.
Foto: Imagen de la película “Shunko”(1960) de Lautaro Murúa

Ver también: ¡Viva el error! Por qué los docentes también se equivocan