domingo, 9 de septiembre de 2018

Artículo anónimo publicado por 'The New York Times' abre debate sobre ética periodística

Los tres Defensores de los Lectores que ha tenido el diario Perfil desde su fundación analizan el dilema ético que plantea a un medio de comunicación la publicación de un artículo anónimo con duras críticas al presidente, como hizo The New York Times la semana pasada. Un debate significativo en tiempos de fake news y de posverdad
Las fuentes anónimas son a veces la única llave de acceso a una gran historia, pero también pueden ser el camino hacia un pantano ético
Por: Julio Petrarca
Menudo intríngulis se nos presenta, con el caso del artículo de opinión sin firma publicado por The New York Times, a quienes ejercemos el periodismo en estos tiempos de posverdades y fake news, de juegos y batallas entre medios, de reformulación de preceptos básicos en esta profesión que van quedando superados por el tiempo y la tecnología, de nuevos paradigmas y de conductas colectivas que están revolucionando las relaciones sociales.

¿Es lícito lo consumado por TNYT al abrir espacio para cobijar en sus páginas la columna de un (hasta ahora) ignoto funcionario de alto rango de la Casa Blanca, pletórica de críticas al presidente Donald Trump, con amenazante tono y carente de datos concretos que justifiquen su difusión con autoría anónima? La pregunta se enlaza con otro interrogante: ¿en qué medida la ausencia de firma involucra al diario neoyorquino como promotor del ideario anti-Trump en el seno del gobierno norteamericano?

TNYT tiene un pasado bastante oscuro en su política (revisada durante 2017, con límites al anonimato de las fuentes no respetados en este caso) de reconocer como válidas informaciones no chequeadas adecuadamente que derivaron en hechos dramáticos, como la afirmación desmentida por los hechos de la existencia de armas de destrucción masiva que justificó la invasión a Irak.

Una de las premisas básicas para que un artículo de opinión tenga validez y merezca ser publicado es que contenga información y no solo la mera condición de texto con fuerte impacto sobre la opinión pública. Es lo que Woodward y Bernstein revelaron en el caso Watergate, que concluyó con la caída del presidente Richard Nixon (datos concretos, aportados por un anónimo informante y publicados en forma de notas informativas con las firmas de sus autores). No es tampoco similar a la batalla conjunta del New York Times y el Washington Post para defender la libertad de expresión y liberar por vía judicial los Papeles del Pentágono, que involucraron acciones ilegítimas de varios gobiernos norteamericanos en relación con la Guerra de Vietnam. Uno y otro caso se originaron en fuentes reservadas, cuyos nombres fueron defendidos en su anonimato por los periodistas y los medios.
El New York Times tiene un pasado oscuro en su política de reconocer como válidas informaciones no chequeadas 
Este caso es diferente, y por lo tanto pasible de un análisis cuanto menos severo desde el punto de vista de la ética periodística. ¿Cuánto dice el autor del artículo acerca de hechos concretos, traducibles en el lenguaje de la información? Es –y que se disculpe, por favor, la analogía llevada a la exageración– como si en uno de los muchos programas de opinólogos que inundan la televisión argentina se pusiera frente a las cámaras a una persona con máscara y ropa irreconocibles, se le distorsionara la voz y se le escuchara decir: "Soy parte del Gobierno y les aseguro que Macri es un incapaz y nos está llevando al abismo pese a que muchos, en el gabinete, piensan como yo". Esto, aunque fuese cierta la pertenencia del personaje al equipo presidencial, sería inadmisible.

Veamos algunos de los tramos de la columna en cuestión y definamos si lo que dice tiene carnadura para ser entendida como periodísticamente aceptable o solo cubre el interés de quien opina:
  • “El dilema –que él (Trump) no comprende del todo– es que muchos de los funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajan con diligencia desde dentro para frenar partes de su programa político y sus peores inclinaciones. Lo sé bien, pues yo soy uno de ellos”. ¿Cuántos cuáles son los “muchos”? 
  • “Es por eso que muchos de los funcionarios que fuimos designados por Trump nos hemos comprometido a hacer lo que esté a nuestro alcance para preservar nuestras instituciones democráticas y, al mismo tiempo, contrarrestar sus impulsos más equivocados hasta que deje el cargo”. Nuevamente: ¿cuántos, de qué niveles, son los “muchos”?
  • “Aunque fue electo como republicano, el presidente muestra poca afinidad hacia los ideales adoptados desde hace mucho tiempo por los conservadores: libertad de pensamiento, libertad de mercado y personas libres. En el mejor de los casos, ha invocado esos ideales en ambientes controlados; en el peor, los ha atacado directamente”. ¿Ejemplos? Ninguno. 
  • “Desde la Casa Blanca hasta los departamentos y las agencias del Poder Ejecutivo, los funcionarios de alto rango admitirán en privado su desconfianza diaria ante los comentarios y las acciones del comandante en jefe. La mayoría está trabajando para aislar sus impulsos de sus caprichos”. En este caso involucra a todos, al decir que "los funcionarios de alto rango…". ¿Y la mayoría? ¿Cuánto es “la mayoría”? 
  • "Dada la inestabilidad de la que muchos (¡otra vez!) han sido testigos, hubo rumores dentro del gabinete sobre invocar la Enmienda 25, la que daría inicio a un complejo proceso para destituir al presidente. Sin embargo, nadie quiso precipitar una crisis constitucional. Así que haremos lo que podamos para dirigir el rumbo del gobierno en la dirección correcta hasta que –de una manera u otra– llegue a su fin". En fin: rumores, clima destituyente en el gabinete y casi una amenaza: “… de una manera u otra”.
La Sociedad de Periodistas Profesionales (SPJ, por su sigla en inglés) es contundente en sus principios sobre la cuestión: "Las fuentes anónimas son a veces la única llave de acceso a una gran historia, levantando el telón de la corrupción y logrando que se cumpla con la misión periodística de hacer que los poderosos rindan cuentas y los ciudadanos estén informados. Pero las fuentes anónimas también pueden ser el camino hacia un pantano ético".
Actual Defensor de los Lectores diario Perfil.
Ver también: Ira de Trump por una carta anónima en The New York Times
Donald Trump como Dr. Insólito
Lo que mayor furia le produce a Trump de ese artículo anónimo no tiene que ver con lo que dice, sino con que el señor presidente no sabe quién lo escribió
Por: Andrew Graham-Yooll
No es fácil estimar el daño que puede causar el ritmo de un papelón semanal. Las corporaciones no repudian a su jefe de Estado. Encara una política que les es favorable. Eso sí, los dirigentes de esas grandes empresas cierran fuerte los ojos y tapan los oídos cada vez que Donald Trump abre la boca. En el día a día las insólitas metidas de pata no alteran la política de campaña. Hay que sufrir dos años más.

Y para vivirlos es esencial una prensa libre. Bien por el New York Times al publicar ese artículo. Era necesario, a modo de información y de advertencia al electorado.  Fue anónimo, pero no deja de ser aceptable dar ese tipo de información cuando el ambiente político lo justifica. Me hubiera dado enorme placer publicar un artículo así.

En lo personal es diferente. Lo que mayor furia le produce al Sr. Trump de ese artículo anónimo no tiene que ver con lo que dice, sino con que el señor presidente no sabe quién lo escribió.  Pensar en su carácter lleva inevitablemente a la conclusión de que al presidente le hubiera encantado poder humillar a alguien, en alguna parte del planeta, con una bufonada anónima (o frontal) que tuviera a todos riéndose del herido y a la vez expresando su preocupación por el futuro del mundo, que está en manos de Trump.

Jugando en otro rol, que no tiene nada que ver con libertad de prensa, gente como el presidente necesita que la víctima no tenga idea de quién es el autor anónimo de la chanza (claro, no sabemos quién escribió el artículo). Eso es lo que más divierte al victimario con la personalidad de Donald Trump. Lo que más irrita al payaso es que se lo tome en serio. El payaso está para hacer reír, si bien en las tragedias ese cómico es la figura de mayor angustia. De igual forma, el que cree hablar en serio no quiere ser motejado como artista de “stand-up”. Entonces, el hecho de que alguien, funcionario bajo el techo de la Casa Blanca o autor satírico descansando en el bar ejecutivo en la terraza del New York Times, le ganó al presidente de los EE.UU. en un juego casi sádico que al presidente le hubiera divertido jugar.

En el grito de “traidor” o “cobarde” contra su crítico anónimo Trump no reflejaba su preocupación por los adjetivos que se hayan vertido en el artículo. Eran lo de menos.  Ni siquiera parecía preocuparle esa frase puntual que dice “La raíz del problema es la amoralidad del presidente”. La etiqueta de amoral por lo general no queda pegada cuando es aplicada a un amoral.  Los argentinos tenemos experiencia en este rubro.   Cuando regresé a Buenos Aires en 1994, la esposa de un miembro del gabinete nacional me espetó: “Vos no conocés al presidente, pero Menem es un amoral”. El comportamiento y actitud de don Carlos Saúl Menem justificaba la descripción.
Lo insólito pareció la sospecha ventilada también por la BBC que la carta pudo surgir del vicepresidente Mike Pence, en un esfuerzo personal por salvar el sistema democrático en EE.UU. La negativa fue rotunda.
Lo cierto, ya dicho,  es que en algún lugar de la Casa Blanca o del New York Times hay personas que están temblando de miedo o desternillándose de risa. El presidente de los Estados Unidos quisiera saber quién es para felicitarlo secretamente por el efecto contundente del anónimo neoyorquino. Al no tener identificación, Trump descargó contra el diario diciendo que se está fundiendo y que sus libelos son inventos. El lenguaje oficial expresado por el presidente refleja profunda indignación. “Entréguenlo de inmediato por razones de seguridad nacional”. O los dichos de la severa señora Sarah Huckabee Sanders, secretaria de prensa de la Casa Blanca, en lenguaje muy serio pero risiblemente adecuado: "La persona detrás de esta pieza ha elegido engañar, en lugar de apoyar, al presidente legítimamente elegido de los Estados Unidos… No está poniendo al país primero, sino poniéndose a sí mismo y a su ego por encima de la voluntad del pueblo estadounidense". Es la más clara descripción del mismo Trump.

Es inevitable que todos los patriotas liberales en Washington y New York, y en los territorios demócratas, todos esos vegetarianos limpios de alma, se vean alarmados por las andanzas del inquilino del palacio y por el futuro de su país. Es muy natural la ansiedad que causa Trump cuando se despacha contra Vladimir Putin, los inmigrantes, casi toda la gama del Partido Demócrata y, más recientemente, contra el famoso periodista Bob Woodward y su último libro, Terror. Trump en la Casa Blanca (Fear. Trump in the White House) que el presidente considera que lo representa con malicia.

Sea quien sea el autor de una forma u otra, esto ya sucedió, si bien en formato diferente. Los norteamericanos lo han visto en sus películas. Era Peter Sellers de jardinero a presidente en Estar ahí (Being There, 1979)  con libro de Jerzy Kosinski y dirección de Hal Ashby. También fue un John Travolta como un ficticio Bill Clinton en Colores primarios (Primary Colors, 1998) dirigida por  Mike Nichols, sobre la novela anónima de Joe Klein, en cuya redacción la BBC vio un parecido con la carta del NYT. Quizás hasta podemos verle paralelos con Peter Sellers en Dr. Insólito (Dr. Strangelove, 1964), dirigido por Stanley Kubrick.

Lo insólito pareció la sospecha ventilada también por la BBC que la carta pudo surgir del vicepresidente Mike Pence, en un esfuerzo personal por salvar el sistema democrático en EE.UU. La negativa fue rotunda. Seguramente todo esto será material para una novela y una película.
Defensor de los Lectores del diario Perfil entre 2007 y 2012.
Ver también: Ira de Trump por una carta anónima en The New York Times
Hacer público lo que se le oculta a la ciudadanía
Si el New York Times no hubiese publicado la carta anónima, enviada por un funcionario de Trump, hubiera ido en contra de la lógica de la función del periodismo
Por: Nelson Castro
I am part of the Resistance Inside the Trump Administration (Soy parte de la Resistencia dentro del gobierno de Trump), publicada bajo condición de anonimidad por The New York Times en su columna de opinión ha sacudido al presidente de los Estados Unidos y también al mundo periodístico. A los fines de dar una opinión, es importante leer con atención el encabezamiento del artículo que hace el editor del diario. Dice allí: "The Times está adoptando la poco común decisión de publicar una columna de opinión en forma anónima. Hemos hecho esto a solicitud del autor, un funcionario importante del gobierno de Trump cuya identidad  conocemos y cuyo trabajo podría estar en riesgo si se la revelara. Creemos que publicar esta columna en forma anónima es la única manera de difundir una perspectiva importante a nuestro lectores".

Lo primero que hay que decir es que no es esta la primera vez que esta sección del Times publica una carta bajo condiciones de anonimidad. Luego hay que hacer hincapié en tres aspectos de este hecho de alto impacto político que será, a partir de hoy, un caso testigo (leading case) para los medios y para nuestra profesión.

  • No estamos en presencia de un anónimo sino de una carta a la sección “Op-Ed” del diario de un importante funcionario del gobierno de Trump que es de pleno conocimiento del editor responsable de la sección, quien explica esto claramente en la sección "The Daily" que se publica en la versión online del NYT.
  • Lo que cuenta el autor de la carta es algo ya conocido. Tiene el valor de lo personal y de confirmar hechos ya expuestos por Steven Bannon, en su libro Fury and Fire, así como por otros ex funcionarios del gobierno de Trump.
  • Lo que la carta –una verdadera denuncia– expone es de interés para la opinión pública.

Es este último punto clave para entender que una de las bases de la función del periodismo en relación con el poder es hacer público aquello que se le oculta a la ciudadanía. Esto lo resume muy bien la pregunta con su habitual agudeza y sentido común Miguel Wiñazki en su columna de Clarín del viernes: "¿Puede un diario evitar difundir semejantes revelaciones?". La respuesta contundente es "No". Y para que esto no quede en el ámbito de lo subjetivo, reproducimos aquí tres párrafos de esa carta que dan una clara idea de la envergadura y significación política de su contenido:

Primer párrafo: "Queremos que al gobierno le vaya bien y pensamos que muchas de sus políticas han hecho ya a los Estados Unidos más seguros y más prósperos. Pero creemos que nuestra primera obligación es con este país, y el presidente continúa actuando en una manera que es perjudicial para la salud de nuestra república".

Segundo párrafo: “Por estas razones –las del párrafo anterior– muchos funcionarios nombrados por Trump hemos prometido hacer lo que podamos para preservar nuestras instituciones democráticas mientras frustramos más de los equivocados impulsos de Trump hasta que él esté fuera de funciones".

Tercer párrafo: "La raíz del problema es la amoralidad del presidente. Cualquiera de los que trabajan con él sabe que él no está sujeto a ningún principio discernible que guíe su toma de decisiones".

Ocultar esto a los lectores del NYT hubiera sido algo que va contra la lógica de la función del periodismo.

Aparecen entonces las controversias en cuanto a las formas, tema no menor. ¿Es correcto publicar una carta bajo condiciones de anonimidad? ¿Hubiera debido el diario ofrecer al autor la alternativa de un artículo firmado por uno de los periodistas del diario en el que las denuncias del funcionario aparecieran consignadas a través del recurso de haber sido realizadas bajo el compromiso de no revelar la identidad de la fuente? ¿Evaluó el editor las posibles acusaciones de que esto pudiera ser parte de la campaña electoral que se desarrolla en los Estados Unidos de cara a las elecciones legislativas de noviembre? ¿Sabía el editor que casi en simultáneo con la publicación de la carta estaba saliendo a la venta el libro de Bob Woodward, Fear. Trump in the White House, que presenta una temática similar?

A todas estas preguntas da respuestas el editor de la sección "The Daily". Prevalece allí el concepto del adecuado chequeo de saber la identidad del autor de la nota y del interés público, que es fundamental. Hay que recordar que el personaje clave de toda la investigación periodística sobre la que se desarrolló el caso Watergate fue un importante funcionario del gobierno de Richard Nixon al que conocimos como "Deep Throat" (Garganta Profunda), que permaneció en el anonimato hasta poco antes de su muerte. Como Trump ahora, Nixon dijo entonces que todo era una mentira producto de los avatares de una campaña electoral. El resultado merece ser siempre recordado: Nixon renunció y The Washington Post, Bob Wodward y Carl Bernstein hicieron historia.
Defensor de los Lectores del  Diario Perfil entre 2005 y 2007

El anónimo contra Trump: EE.UU. discute el mensaje, pero no el mensajero
Más que en la difusión de un artículo sin firma, el debate se centra en los motivos de su autor
Por: Javier Ansorena, @jansorena
Cuando "The New York Times" publicó una tribuna de opinión anónima muy crítica con Donald Trump y escrita por un alto cargo de su Administración, el periódico defendió esa "decisión poco habitual" porque era la única manera de "mostrar una perspectiva importante a nuestros lectores" sobre un asunto del más alto calado: la capacidad del presidente de EE.UU. para su cargo y los esfuerzos de parte de su Gobierno por establecer una "resistencia interna" a su gestión intempestiva y caótica.

Trump, en plena guerra contra la prensa, no tardó en denunciar al periódico por publicar un artículo "sin agallas" y aseguró que, como la CNN, sin él no tendrían nada de lo que hablar y quebrarán en cuanto deje la presidencia. Su secretaria de Prensa, Sarah Huckabee Sanders, le acompañó en sus críticas: "Estamos decepcionados, aunque no sorprendidos, de que el periódico decidiera publicar este patético, insensato y egoísta articulo de opinión" y lo calificó como un nuevo ejemplo "del esfuerzo conjunto de los medios liberales para desacreditar al presidente". El canal preferido del presidente, Fox News, lo calificó como la prueba definitva de la conspiración contra Trump y uno de sus colaboradores, Pete Hegseth, lamentó que "el periodismo patriótico ha muerto".

La publicación de artículos de opinión anónimos no es habitual en EE.UU., pero tampoco una rareza extrema. En los últimos tres años, "The New York Times" ha publicado cuatro editoriales anónimos. La razón de la ausencia de firma es proteger al autor de consecuencias negativas por la publicación del artículo y en el caso del alto cargo de Trump, su impacto es obvio. Además, el uso de fuentes anónimas es una práctica establecida en el periodismo estadounidense, desde el "Garganta Profunda" que llenó de información a Bob Woodward y Carl Bernstein en los reportajes sobre el escándalo Watergate a principios de los 70 hasta la infinidad de filtraciones que atenazan a la Administración Trump.

De hecho, fuera del círculo del presidente la decisión de publicar la tribuna no ha sido cuestionada en exceso. "Si se habla de su relevancia informativa, la tiene a raudales", ha escrito Margaret Sullivan desde la competencia, "The Washington Post".

Otra particularidad del periodismo estadounidense es que la sección de opinión está aislada de la redacción. Es decir, los redactores dedicados a la información no tienen conocimiento de quién es el anónimo, ni la sección de opinión les revelará su identidad. Pero si lo descubren, lo más probable es que lo desvelen, por la misma razón que apunta Sullivan: será relevante para el lector.

Lo que de verdad se discute en EE.UU. es los motivos del autor para publicar el artículo y su decisión de permanecer anónimo. Los republicanos y los medios más afines han criticado la cobardía del autor y denuncian su "resistencia" como un ejercicio antidemocrático de oposición a un presidente y un programa de Gobierno elegido por las urnas. David Frum, colaborador cercano de George W. Bush, ha dicho que lo único que conseguirá es alimentar la paranoia de Trump y dar veracidad a la llamada "ciénaga" burocrática en Washington que controla el poder. La mayoría de opiniones cercanas a los demócratas también lo censuran.

David Axelrod, que fue estratega jefe de Barack Obama en la Casa Blanca, ha cuestionado que si de verdad quería conseguir su objetivo de contener los impulsos del presidente, publicarlo en un editorial va en su contra. Mehdi Hasan, del medio izquieridsta "The Intercept" resume una posición muy común entre los progresistas: el alto cargo debería dar la cara y denunciar a Trump en el Congreso o en un juzgado. Hasta el propio Obama lo ha criticado: "Así no es como debe funcionar nuestra democracia. Ese gente no ha sido elegida", dijo sobre los miembros de la supuesta resistencia.
Fotos: AFP. Vestkkavkaza, Gety Images 
Fuentes: perfil.com y Diario ABC