sábado, 6 de septiembre de 2014

Periodista sostiene que el Diario Perfil "obró de mala fe"

Es Sergio Marchi que alertó a sus seguidores en Twitter que la nota que publicó la edición papel del diario Perfil era una nota antigua, "refritada"


A mis lectores:
Soy muy quisquilloso con mi trabajo. A veces, uno debe quedarse callado a fin de preservar el mango cotidiano que nos permite pagar las cuentas. No en este caso, porque no trabajo en Perfil, medio con el que colaboré, pero con el que dejé de trabajar porque no lograba entenderme con Marita Otero, la editora que publicó hoy, 6 de septiembre de 2014, una nota que me encargó sobre Gustavo Cerati en mayo de 2010. Publico aquí el original de esa nota porque me parece que el medio obró de mala fe. Nadie congela una nota durante cuatro años. Bueno, ahora me doy cuenta que no. El problema principal es que la nota se editó como para que parezca escrita tras la muerte de Gustavo Cerati, pero aquí publico el original, para que los lectores puedan leer lo que verdaderamente escribí. Encuentro varios errores, entre ellos que me equivoco con las edades de los hijos de Gustavo: Benito es mayor que Lisa. Le agradezco a Damián Benetucci que me lo aclaró. No corregí los errores, hice copy/paste, y aquí tienen lo que yo escribí en el 2010.
La nota que yo escribí ayer, en Villa Mercedes, San Luis, donde me encuentro tras haber participado en la Feria del Libro de la ciudad puntana, sale mañana domingo 07 de septiembre en el suplemento Radar de PáginaI12.
Gustavo Cerati
El destino lo ha colocado a Gustavo Cerati ante el mayor desafío de su vida, justo cuando gozaba de los frutos de un árbol que plantó hace 25 años, tiempo en el que Soda Stereo se preguntaba si sería posible que el rock argentino trascendiera los confines del país. Corría 1985 y el grupo de Cerati, Zeta y Charly Alberti lanzaba “Nada personal”, que los mostraba con sus pelos parados y muy evolucionados respecto de “Soda Stereo”, el debut que había llamado la atención del mundillo rockero de Buenos Aires. Era evidente que algo nuevo estaba sucediendo. Soda Stereo no solo tenía calidad: también parecía tener la suficiente como para animarse a mostrarla fuera de casa. Primero fue Chile. Después, Perú. Y finalmente toda Latinoamérica, incluyendo las ciudades claves de Estados Unidos donde el público latino moría por verlos.
Durante su adolescencia en los ’70, Gustavo Cerati, un pibe de barrio como cualquier otro, no imaginaba que algún día podría ganarse la vida tocando la guitarra, ni tampoco podía sospechar que con sus canciones el rock argentino iba a convertirse en la vanguardia del rock en castellano, o que algún día tocaría para 250 mil personas en la 9 de julio, o bien que en el retorno triunfal Soda Stereo colmaría el Monumental de Nuñez en seis oportunidades, batiendo cualquier record conocido. Seguramente, en algún punto de su camino, sí puede haber pensado que las cosas no le irían mal fuera de Soda Stereo si el grupo terminara alguna vez. Pero difícilmente haya imaginado que una noche como de tantas en Caracas, caería abatido por un accidente cerebro vascular que lo pondría al borde de la muerte. “Lo más fuerte de Gustavo es su cerebro”, dijo hace escasos días Lilian Clark, su madre, la persona que más lo conoce. Entonces, con lo mejor que tiene, Gustavo Cerati enfrenta la prueba más difícil de su vida: recuperarse.
Pudo haber sido un publicitario más, cuando con Zeta (Héctor Bosio) cursaban la carrera en la Universidad del Salvador. Fue un pretendiente de su hermana, Charly Alberti, el elemento que operaría como catalizador de Soda Stereo, el grupo que iba a expandir las fronteras del rock en castellano. Comenzaron el camino con buena estrella en 1984, guíados por Federico Moura de Virus, que produjo su primer álbum, el que los mostraba como un grupito moderno, efervescente y un poquito plástico: “Somos un producto dietético”, cantaban en su primer video-clip, como burlándose de ellos mismos. El rock nacional gozaba todavía de los efluvios de la repentina popularidad que lo sorprendió en los tiempos de Malvinas y lo cobijó durante la primavera alfonsinista. Soda parecía ser una promesa interesante.
“Nada personal” fue una confirmación de esa promesa, y “Signos” el disco que los convirtió en una verdadera potencia. En aquel tiempo, Soda Stereo queda como referencia estética de modernidad y progreso dentro del rock; los amantes de un sonido más carnal y una búsqueda más callejera tendrían que encontrar otra cosa, ya que Sumo iba a perder a su líder Luca Prodan en 1987. Es allí donde el rock argentino comienza a dividirse, y cuando las hinchadas comienzan a fragmentar las cosas de un modo irreversible. “Luca no se murió, que se muera Cerati”, cantaba un público que tomaba a Soda Stereo como antagonista de su modo de ver el rock. Ese público iría encontrando encarnadura en Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, banda que se iba a transformar en algo verdaderamente popular recien en los años ’90.
Para ese entonces, ya Soda Stereo reinaba en Latinoamérica y no dejaba de renovarse con cada disco, tal como lo demostraron en “Doble vida”, “Canción animal” y “Dynamo”, los títulos que cerraron una primera etapa en la existencia del trío. Con audacia, decisión y talento, Gustavo, Zeta y Charly habían logrado dejar una huella enorme y sumamente influyente que causaría algunos efectos colaterales. En primer lugar, una buena cantidad de números locales como Miguel Mateos, Enanitos Verdes, Los Violadores y Los Fabulosos Cadillacs, entre otros, se beneficiarían del circuito generado por Soda Stereo. En segundo término, estos y otros grupos nutrirían estéticamente a los músicos mexicanos que aprendieron rápido, con lo que el rock mexicano también se transformó en potencia. Soda Stereo había causado una revolución, pero en 1992 una crisis interna terminó por llevarlos a un callejón sin salida, el que sortearon poniendo al grupo en pausa indefinida. Gustavo Cerati, cantante, compositor casi único y guitarrista, necesitaba nuevos aires y Soda Stereo se le tornaba restrictivo. Debutó como solista con el hermoso “Amor amarillo” en 1993, con un éxito aceptable, y en un momento especial: su paternidad, que se refleja en la canción “Lisa”, de. Tres años más tarde, Cerati y Cecilia Amenábar recibirían a su segundo descendiente: Benito.
En un fatídico momento de 1994, la tragedia golpea fuerte a Zeta Bosio, que pierde a su hijo Tobías en un accidente automovilístico que también deja a otro de sus vástagos, Simón, en grave estado. Ese lamentable suceso hizo que el núcleo de Soda Stereo se abroquelara junto al compañero en desgracia, y se dice que ahí se origina el proceso que despierta a Soda en 1995, año en el que vuelven a salir de gira y editan “Sueño stereo”. Pero los problemas subyacentes no tardaron en volver a la superficie y tras un elogiado disco acústico para MTV, “Confort y música para volar”, Soda Stereo decidió separarse definitivamente. El 20 de septiembre de 1997 dijeron adios en River.

Aires de libertad
Gustavo Cerati siempre fue un animal gregario; su primer trabajo fuera de Soda fue un disco en conjunto con Daniel Melero: “Colores santos”, de 1991. Ese mismo año también tuvo un proyecto que no se concretó con Pedro Aznar y Charly García llamado Tango 3. Para “Amor amarillo” su primer disco solista, Cerati reclutó a Zeta como segundo de a bordo. Había hecho un grupo tecno, Plan V, con amigos chilenos, durante el receso del trío. Pero con Soda definitivamente disuelto, Gustavo, debía reconfigurarse necesariamente como solista.
El primer paso lo dio en 1999, con la edición de “Bocanada”, considerado una obra maestra y una verdadera manifestación de poderío artístico con su nombre y apellido. El mayor mérito lo constituía el haber encontrado una identidad musical propia, que lógicamente incluía elementos de lo que había distinguido a Soda Stereo, pero que además sumaba otras vertientes musicales que tal vez no hubieran cuajado en el grupo. “Bocanada” hacía uso y abuso de la electrónica, pero siempre al servicio de la canción. El tema del título era una mezcla de bolero tecno con aroma a tango, mientras que “Raíz” mostraba alguna influencia del folklore, ese que Cerati supo interpretar cuando joven en el grupo Vozarrón.
En el año 2001, Cerati acometió dos proyectos paralelos. Por un lado, realizó un concierto el 6 de agosto en el teatro Avenida, con la particularidad de que en esa ocasión cantaba sus canciones acompañado por una orquesta sinfónica, quizás el mayor desafío que pueda tener un cantante. El show quedó registrado discográficamente en “11 Episodios Sinfónicos”. En segundo lugar, confeccionó la banda de sonido de la película “+ bien” de Eduardo Capilla. Proyectos de transición si se quiere, que desembocarían en un nuevo disco de estudio publicado en 2002: “Siempre es hoy”. Fue el trabajo solista de Gustavo que menos entusiasmo despertó, pese a la difusión radial que gozó el tema “Cosas imposibles” y los comentarios sobre la supuesta vinculación entre las letras y su separación de Cecilia Amenábar. Los mismos que se harían sobre las canciones del próximo disco, “Ahí vamos”, y su relación con Débora De Corral.
Pero “Ahí vamos” marcaba una diferencia fundamental, dejando atrás la experimentación con la electrónica y abordando al rock sin tapujos y con la guitarra rockera en primer plano, lo que le daba a Cerati la posibilidad de lucirse como el formidable instrumentista que es. La llegada de los experimentados Richard Coleman y Fernando Samalea a su banda, ayudó también a la solidez de los conciertos, y todo el proceso terminó en un éxito resonante. Desde ese terreno, el del triunfo personal, es que Gustavo pudo volver a pensar en una reunión de Soda Stereo.
En 2007, con el rock argentino en crisis tras la muerte de Pappo y la tragedia de República Cromañón, la reunión de Soda Stereo provocaba una oleada de alegría que se tradujo en seis estadios de River repletos y una extensa y exitosa gira latinoamericana. Se ve que el tiempo transcurrido ayudó a reparar viejas heridas entre los integrantes del grupo, que en esta ocasión pudieron disfrutar y no padecer el estar juntos de nuevo.
2008 fue un año casi sabático para Gustavo Cerati, que pudo gozar de su quinta en Punta Del Este y, por primera vez en mucho tiempo, de un prolongado descanso viajando por Europa sin presiones. La única interrupción fue el encuentro cumbre con Mercedes Sosa para grabar el tema de Soda Stereo, “Zona de promesas”, que figuraría en “Cantora 2”, el testamento artístico de la inmensa tucumana. Algo de esa magia folklórica se le debe haber quedado prendido del pelo a Cerati, porque “Fuerza natural” en 2009, se reveló como un cambio de dirección. Sin dejar de lado el rock y las canciones pop como formato, “Fuerza natural” aparecía como un disco más campestre, más bucólico. “Me quedaba en la pampa, escuchando -reveló Cerati a quien esto escribe-, y en el silencio aparecían un montón de cosas. Era como que la naturaleza no se callaba nunca, y pensaba en todo eso que me estaba hablando”.
“Fuerza natural” es el disco de un Gustavo Cerati en la plenitud de los 50, un número que lo impresionó y al que decidió escribir con la letra “s” en vez de la “c”: sin cuenta. Ya en el 2006, una trombosis le recordó que el cigarrillo no era una buena compañía. Y desde hace pocos días, un ACV que derivó en un infarto cerebral terminó de ratificar su peligrosidad. Para Gustavo Cerati, hoy el tiempo se encuentra en suspensión y cada minuto es una pequeña victoria ante la muerte, que en esta ocasión pasa aterradoramente cerca. El rock argentino vive esta vigilia con angustia, pero también con la esperanza de que uno de sus máximos creadores pueda superar su más grande desafío.
Sergio Marchi

La nota de Perfil:
Te busqué en la rima que duerme con todas las palabras
Federico Moura vio en él al músico excepcional que iba a cambiar la historia del rock nacional. Junto a Zeta Bosio y Charly Alberti derribó fronteras, y luego enamoró también como solista
Por: Sergio Marchi
Corría 1985 y el grupo de Cerati, Zeta y Charly Alberti lanzaba Nada personal, que lo mostraba muy evolucionado respecto de Soda Stereo, el debut que había llamado la atención del mundillo rockero de Buenos Aires. Soda Stereo no sólo tenía calidad: también parecía animarse a mostrarla fuera de casa. Primero fue Chile. Después, Perú. Y finalmente toda Latinoamérica, incluyendo las ciudades clave de Estados Unidos.
Durante su adolescencia, en los 70, Gustavo Cerati, un pibe de barrio como cualquier otro, no imaginaba que algún día podría ganarse la vida tocando la guitarra, ni tampoco podía sospechar que con sus canciones el rock argentino iba a convertirse en la vanguardia del rock en castellano, o que algún día tocaría para 250 mil personas en la 9 de Julio. Difícilmente hubiera imaginado que una noche como tantas, en Caracas, caería abatido por un accidente cerebrovascular que lo pondría al borde de la muerte. Y que finalmente se lo llevaría.
Podría haber sido un publicitario más, cuando con Zeta (Héctor Bosio) cursaba la carrera en la Universidad del Salvador. Fue un pretendiente de su hermana, Charly Alberti, el elemento que operaría como catalizador de Soda Stereo. Comenzaron el camino con buena estrella en 1984, guiados por Federico Moura, de Virus, que produjo su primer álbum: “Somos un producto dietético”, cantaban en su primer video-clip, como burlándose de ellos mismos. Soda parecía ser una promesa interesante.
Nada personal fue una confirmación de esa promesa, y Signos, el disco que los convirtió en una verdadera potencia. En aquel tiempo, Soda Stereo quedó como referencia estética de modernidad y progreso dentro del rock; los amantes de un sonido más carnal y una búsqueda más callejera tendrían que encontrar otra cosa, ya que Sumo iba a perder a su líder Luca Prodan en 1987. Es allí donde el rock argentino comienza a dividirse, y cuando las hinchadas comienzan a fragmentar las cosas de un modo irreversible. “Luca no se murió, que se muera Cerati”. Ese público iría encontrando encarnadura en Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Para entonces Soda Stereo no dejaba de renovarse con cada disco, tal como lo demostraron en Doble vida, Canción animal y Dynamo, los títulos que cerraron una primera etapa en la existencia del trío. Soda Stereo había causado una revolución, pero en 1992 una crisis interna terminó por llevarlos a un callejón sin salida, que sortearon poniendo al grupo en pausa indefinida. Gustavo Cerati, cantante, compositor casi único y guitarrista, necesitaba nuevos aires y Soda Stereo se le tornaba restrictivo. Debutó como solista con el hermoso Amor amarillo en 1993, con un éxito aceptable y en un momento especial: su paternidad, que se refleja en la canción Lisa. Tres años más tarde, Cerati y Cecilia Amenábar recibirían a su segundo descendiente: Benito.
En un fatídico momento de 1994, la tragedia golpea fuerte a Zeta Bosio, que pierde a su hijo Tobías en un accidente automovilístico que también deja a otro de sus vástagos, Simón, en grave estado. Ese lamentable suceso hizo que el núcleo de Soda Stereo se abroquelara junto al compañero en desgracia, y se dice que ahí se origina el proceso que despierta a Soda en 1995, año en el que vuelven a salir de gira y editan Sueño stéreo. Pero los problemas subyacentes no tardaron en volver a la superficie y, tras un elogiado disco acústico para MTV, Confort y música para volar, Soda Stereo decidió separarse definitivamente. El 20 de septiembre de 1997 dijeron adiós en River.

Aires de libertad. Gustavo Cerati siempre fue un animal gregario; su primer trabajo fuera de Soda fue un disco en conjunto con Daniel Melero: Colores santos, de 1991. Para Amor amarillo, su primer disco solista, Cerati reclutó a Zeta como segundo de a bordo. Había hecho un grupo tecno, Plan V, con amigos chilenos durante el receso del trío. Pero con Soda definitivamente disuelto, Gustavo debía reconfigurarse necesariamente como solista.
El primer paso lo dio en 1999 con la edición de Bocanada, considerado una obra maestra y una verdadera manifestación de poderío artístico con su nombre y apellido. Bocanada hacía uso y abuso de la electrónica, pero siempre al servicio de la canción.
En 2001, Cerati acometió dos proyectos paralelos. Por un lado realizó un concierto el 6 de agosto en el Teatro Avenida, con la particularidad de que en esa ocasión cantaba sus canciones acompañado por una orquesta sinfónica. El show quedó registrado discográficamente en 11 episodios sinfónicos. En segundo lugar, confeccionó la banda de sonido de la película + bien, de Eduardo Capilla. Proyectos de transición que desembocarían en un nuevo disco publicado en 2002: Siempre es hoy.
Ahí vamos marcaba una diferencia fundamental, dejando atrás la experimentación con la electrónica y abordando el rock sin tapujos. La llegada de los experimentados Richard Coleman y Fernando Samalea a su banda ayudó también a la solidez de los conciertos, y todo el proceso terminó en un éxito resonante.
En 2007, con el rock argentino en crisis tras la muerte de Pappo y la tragedia de República de Cromañón, la reunión de Soda Stereo provocaba una oleada de alegría que se tradujo en seis estadios de River repletos y una extensa y exitosa gira latinoamericana. Se ve que el tiempo transcurrido había ayudado a reparar viejas heridas entre los integrantes del grupo, que en esta ocasión pudieron disfrutar el estar juntos de nuevo.
El año 2008 fue casi sabático para Gustavo Cerati, que pudo gozar de su quinta en Punta Del Este y, por primera vez en mucho tiempo, de un prolongado descanso viajando por Europa sin presiones. La única interrupción fue el encuentro cumbre con Mercedes Sosa para grabar el tema de Soda Stereo Zona de promesas, que figuraría en Cantora 2, el testamento artístico de la inmensa tucumana. Algo de esa magia folclórica se le debe haber quedado prendida del pelo a Cerati, porque Fuerza natural, en 2009, se reveló como un cambio de dirección. Sin dejar de lado el rock y las canciones pop como formato, aparecía como un disco más campestre, más bucólico. “Me quedaba en La Pampa, escuchando –reveló Cerati a quien esto escribe–, y en el silencio aparecían un montón de cosas. Era como que la naturaleza no se callaba nunca, y pensaba en todo eso que me estaba hablando”.
Fuerza natural es el disco de un Gustavo Cerati en la plenitud de los 50, un número que lo impresionó y que decidió escribir con la letra “s” en vez de “c”: sin cuenta. Ya en 2006, una trombosis le recordó que el cigarrillo no era una buena compañía. Un ACV que derivó en un infarto cerebral terminó de ratificar su peligrosidad.
Fuente: Diario Perfil