Por: Marcelo Stubrin, Director de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) por la UCR
Después de más de cuatro años sin ocuparse del asunto, llegó para la AFSCA el momento de dar impulso a la televisión digital. La cercanía del plazo de 2019 para dejar de emitir en el antiguo sistema analógico y la inminencia acuciante del cambio de gobierno en 2015, precipitaron en las últimas semanas decisiones adoptadas a las apuradas para implementar un plan de migración a laTV digital con obligaciones impuestas por la Ley de Medios tan celebrada como incumplida.
Se percibe una cierta frustración y languidez en la cruzada ‘desmonopolizadora’ y una necesidad de llevar alguna ofrenda al altar del quinto aniversario de una norma tan idolatrada como denostada que hasta el presente se mostró incompetente para concretar el cumplimiento de los fines que se propuso.
La televisión vivió en las últimas décadas distintos cambios: incorporó el color, atestiguó la irrupción de los servicios de cable que multiplicó señales a cambio de una cuota mensual y, más recientemente, convive con Internet, junto a servicios pagos que llegan directamente del satélite a un decodificador casero. Donde el cable terminaba y raleaba el tejido urbano, aparecieron otros decodificadores terrestres que proveen también televisión e internet. Luego se produjo la independencia del cable físico y el WiFi.
Repentinamente las pantallas se unificaron y la computadora, el teléfono celular y el televisor del living transmiten en simultáneo. Esa explosión de todas las pantallas en una, produce una revolución que proviene de las comunicaciones pero impregna toda la vida cotidiana. Ahora estamos frente a una nueva posibilidad: ver televisión abierta de altísima calidad, en forma directa y gratuita, sin necesidad de cable, en casa, en los medios de transporte y en el celular.
Esas son las prestaciones de la TV digital. Hará falta una importante inversión de los canales en equipamiento y mayor cantidad de antenas emisoras para garantizar la recepción en toda el área de cobertura. Recién entonces, cuando las emisiones completen su digitalización y la cobertura se convierta en universal, los usuarios dispondrán de un derecho más y podrán optar entre continuar con los servicios pagos con señales abundantes o mudar a la televisión abierta digital. Esto, claro, en competencia con la acelerada difusión de la banda ancha y la abundancia de contenidos audiovisuales en la web.
El Estado llevó a cabo una gran inversión y presta el servicio de TV digital de manera despareja en todo el país pero su programación es tan sectaria como 6,7,8. Las señales del menú gubernamental machacan oficialismo mientras reciben indiferencia y bajo encendido. Ahora el gobierno anuncia un sistema por el cual convivirán en el mismo espacio radioeléctrico, donde hoy funciona un canal analógico, varios licenciatarios. Uno, al que se lo califica de ‘obligado’ será responsable de transmitir su programación digital y la de otros.
Estos últimos, llamados ‘vinculados’ compartirán el canal en otros segmentos disponibles. Esta solución, difícil de implementar, merece mi aprobación porque aunque el Estado disponga de recursos no sectarios para transmitir, la inversión necesaria para que los canales cabecera (u obligados) transmitan su propia programación se encuentra a su alcance y de hecho ya se está produciendo de manera experimental. Sin embargo, el procedimiento adoptado por la mayoría oficialista de la AFSCA para implementar el nuevo sistema de televisión digital conserva la impronta prepotente de la conducción del gobierno.
En efecto, durante meses desoyeron los pedidos de urgente tratamiento y aprobación del Plan Técnico de Frecuencias de Televisión Digital, formulados por los Directores representantes de la minoría parlamentaria, no obstante haber vencido largamente los plazos de la ley de medios. Dicho plan que debe ser nacional permitiría conocer el mapa de las frecuencias disponibles.
El plan del gobierno para la migración a la TV digital asume la escasez de frecuencias en el Área Metropolitana Buenos Aires (compartidas obligatoriamente con el Uruguay) como una regla exportable al resto del país, lo que constituye un grave error técnico y político.
Es llamativa la ausencia de un programa de recuperación de frecuencias dispuestas con anterioridad para otros fines, lo que predice que la escasez de espacio no dará lugar suficiente para la incorporación a la pantalla de los esperados nuevos actores entre los que se cuentan las Universidades Nacionales y las organizaciones sin fines de lucro.
La mayoría oficialista en la AFSCA aprobó una ‘Norma Nacional de Servicios para el Servicio de Comunicación Audiovisual de la Televisión Digital Terrestre’ que en sus 11 artículos deja más interrogantes que certezas sobre las modalidades operativas del servicio y otorga a la autoridad de aplicación facultades discrecionales que someten a los prestadores al sometimiento a la administración.
La norma técnica elegida por la República Argentina, ISDB-T, tiene ciertas fortalezas que no se encuentran explotadas por la normativa. Una de ellas es el one-seg: este segmento estrecho del canal radioeléctrico se encuentra previsto para que cada canal emita una programación destinada a dispositivos portables, típicamente celulares inteligentes.
Ellos reciben la programación comprimida y formateada para que los dispositivos puedan captarla sin consumo de pulsos telefónicos, ni bytes de Internet. Este servicio solamente podrá ser utilizado por los actuales canales analógicos, obligándolos a emitir por ese canal diferente los mismos contenidos que en la televisión convencional, lo que contradice la promoción de nuevos contenidos y el desarrollo de nuevos oficios y actividades en la industria audiovisual.
A la hora de proyectar el sistema de TV digital, el gobierno busca una guirnalda para decorar el festival con que pretenden festejar el quinto cumpleaños de una ley que no termina de nacer.
Fuente: El Cronista