sábado, 26 de mayo de 2012

"El periodista debe volver a la calle y actuar como contrapoder"

Por: Juan G. Andrés y Maider Iantzi
El periodista y escritor Antonio Álvarez Solís.
El periodista y escritor Antonio Álvarez Solís
La crisis en el periodismo. Con el apoyo de la editorial Erein, la colección Haran que dirige Antxon Lafont presentó ayer su quinta entrega, un nuevo libro para "leer de una sentada". En apenas 45 páginas, Antonio Álvarez Solís (Mieres, 1929) ofrece algunas reflexiones acerca de la crisis del periodismo y su relación con el poder y las empresas informativas. A juicio de Lafont, solo el veterano periodista podía escribir un texto comoCrisis del periodismo. La información y la calle. "Por su experiencia, su modo de ser y su extraordinaria visión de futuro", apuntó antes de criticar un modelo periodístico -el actual- que hace de los ciudadanos "seres intercambiables porque leen el mismo texto en todas partes".
Álvarez Solís aseguró que su escrito pretende ser "la manivela que ayude a poner en marcha el motor" del pensamiento de lector, que después podrá completar el contenido del libro con otras obras. Lo que él propone, en definitiva, es la "reconquista del auténtico periodista", ese trabajador "modesto y humilde" que no ejerce de "mera transmisión de los poderes político, económico o religioso". "El periodista es de las pocas cosas que no hay que inventar o reinventar, simplemente hay que rescatarlo: debe volver a la calle y actuar como contrapoder", añadió.
En el pasado, comentó, los informadores se movían por los cafés, escuchaban directamente a la gente y conocían sus preocupaciones. Por eso considera necesario ese regreso a la calle -"hay que hablar con los parados, escribir sobre su dolor"- y también que el periodista cuente al lector la verdad de los personajes sobre los que escribe sin plegarse a las "consignas recibidas por parte de la empresa". "¿Cómo es posible que en ciertos medios se califique de antisistema a los indignados?", se preguntó.
En efecto, el actual papel de las empresas periodísticas centra buena parte de Crisis del periodismo. Álvarez Solís estima como imprescindible "que la financiación de los periódicos tenga una parte del capital con corazón periodístico". "Antes las órdenes no se daban desde el despacho del dueño del diario, sino desde el del director", sostuvo, convencido de que el director de un periódico debería guiarse por intereses periodísticos. "Como el capitán de un barco, él manda mientras está a flote, independientemente de lo que diga el naviero", concluyó.

En su opinión, ¿cuál es la función o el papel del periodista actual?
La función del periodista es servir de enlace entre el que quiere o debe decir algo y el que lo escucha. El periodista, modestamente, desaparece para dejar a los dos extremos, al que pregunta y al que contesta. Esa función, que parece tan antigua y que de alguna manera responde a los principios del periodismo clásico, hoy cobra todavía un mayor relieve. En un mundo confuso como el nuestro, el periodista clarifica. Una de las muestras más evidentes que tiene el fracaso o la desaparición de la democracia es, precisamente, que el periodista ha confundido lo ideológico con lo que quiere manifestarle la persona a la que está entrevistando. Entonces, la función es, sobre todo, clarificadora y ética.
Cada periódico tiene sus principios ideológicos. En la época liberal burguesa, los obreros compraban sus diarios obreros y la aristocracia tenía en Madrid un periódico que se llamaba «La época». El caso es que uno y otro tienen la obligación de respetar la voluntad del que declara. Es decir, si el entrevistado quiere pronunciarse de izquierdas hay que respetar ese pronunciamiento; y si quiere pronunciarse de derechas, también. Después, hay que respetar la comprensibilidad de lo que dice el personaje, no hacer confusiones, ni dar una pregunta como un titular o como una parte de la respuesta. Y en este tiempo donde la democracia no funciona, donde la economía se ha cerrado tanto en sus términos como en sus mecanismos o poderes financieros, donde la política militar se ha convertido en unos falsos heroísmos o defensas de la seguridad, en ese momento, precisamente, la función del periodista es volver a la calle, no esperar a las tres grandes agencias, que auxiliarmente valen. La calle debe volver a intervenir en el periodismo. La prensa viene a ser el parlamento vivo. Uno no puede decir que los indignados le parecen una frivolidad o una manera de entretenerse; hay que dejarles que hablen y que digan las cosas.
Entonces, la prensa tiene en estos momentos una función pedagógica, que es abrir la puerta a la conversación libre, y después, una finalidad ética, que es exactamente respetar al que habla, para que la gente luego lo valore en la extensión que crea conveniente. Es una función muy importante, porque es el contrapoder. Los poderes instituciona- lizados, normalmente, ya tienen unas políticas archiprotegidas. Volver a la calle equivale a hablar en la lengua de la calle. El periodista presta su micrófono, su pluma. Evidentemente, hoy en día la mayoría de los periódicos no hace eso. Un día me estremeció lo que me dijo un periodista joven: «Voy a hacerle una entrevista a este escritor y lo voy a machacar». En ese caso, no le hagas una entrevista, escribe un artículo.

¿Cómo recuerda su primera entrevista?
Fue a una dama notable y discreta, propietaria de una poderosa empresa norteamericana de productos de belleza. Tenía yo 17 años y mi padre me dio una lección de ética muy importante. Mi padre fue el director de periódico más joven de España antes de la guerra. Preparé mucho la entrevista, ¡tuve a mi madre tres horas sometida a un duro interrogatorio sobre cómo se pintaba los labios, cómo se maquillaba y todas las cosas relacionadas con la belleza! La entrevistada me parecía una señora muy mayor, tendría unos cincuenta años, pero yo era muy joven y en esa época la diferencia de edad establecía una distancia. Cuando volví a ver a mi padre después de la entrevista, me preguntó: «¿Qué edad tiene?». Le respondí que no le había preguntado, ya que me parecía indiscreto. «Tenías que encontrar la manera de preguntárselo, porque mucha gente lo querrá saber». Le dije que lo podía mirar en su pasaporte (no pude llamar al fotógrafo y la señora me dejó su pasaporte para que pudiera sacar de ahí la foto). «¿Para qué te ha dejado el pasaporte?», quiso saber mi padre. «Para mirar la foto». «Entonces, de la edad no te puedes enterar».

Me ha parecido interesante la reflexión que hace sobre la carrera de las Ciencias de la Información
Una de las cosas que ha hecho el régimen social para acabar con el periodismo libre es crear la facultad de las Ciencias de la Información. Me parece muy bien pasar por la universidad: la universidad es buena hasta para pisar en el campus, es una forma juvenil de saber cosas. Pero el periodismo es un oficio, no una profesión: se aprende haciendo. Antes, los periodistas veníamos de la calle, éramos medio bohemios, medio náufragos. Uno había estudiado arquitectura y no le gustaba; otro era un gran ginecólogo, pero su mujer se murió de una hemorragia ginecológica y el hombre tiró el maletín por la ventana; yo estudiaba Derecho, murió mi padre y quería saber, fíjate qué cosa más rara, cómo vivían las señoritas de cabarets de noche. La curiosidad me llevó al periodismo. Tenía 21 años y una de las cosas que me llamaban la atención eran las vidas nocturnas.
Como éramos periodistas venidos de la calle, estábamos muy unidos a ella. Los directores, además, eran directores frente a la empresa. Nombrados por la empresa, sí, pero periodistas. Lo que les interesaba era que la noticia fuera buena y que saliese bien, y que sus redactores supiesen funcionar. Pero como esto independizaba a los periodistas, nada mejor que meterlos en la universidad. Esto crea estatus. Ojo, sigo defendiendo el valor de la universidad como marco para la formación. Pero esto de elevar a la gente tiene su picardía.

Defiende que hay que recuperar la proximidad con la gente
Hay que hacer de la información que la gente sea la informante o la informada. ¡Figúrate qué función tiene un oficio tan modesto! Hay que elevar el tono de la calle a unos planos donde sea escuchado seriamente, y no influirlo de tal manera que lo elimines. Esa es la función del periodista: revivir el lazo de la calle con las esferas que tienen respuesta para muchos problemas.

¿Cuál es la causa principal de esta crisis del periodismo?
Es la inversión del dinero no periodístico en los periódicos. Para impedir la penetración de inversores y capitales ajenos al periodismo, se debería de legislar con severidad y crear incluso un Estatuto de la Libertad de Prensa.

Define el periodismo como un hilo telefónico
Es un oficio donde hay que trabajar con humildad, pero sabiendo que lo que uno hace es muy importante para la sociedad. El periodista sale de la calle y es de la calle, es como un hilo telefónico. Su misión es ver, entender, escuchar, documentarse, y con todo eso, llevar el problema del que pregunta al que puede responder, o la protesta a quien tiene que recibir la protesta, en un momento en que están invalidados los parlamentos, donde la economía pertenece cada vez a menos poderosos, donde la moral está falsificada... El periodismo es una mezcla de humildad, de sensación de representar algo importante que es la libertad de expresión y de ser la persona que vuelve a ser la voz de la calle. Mi padre, siempre que encontraba a los redactores leyendo en la redacción, les decía que les pagaban para que tomaran café en los establecimientos adecuados y para que pasearan con los ojos y oídos muy abiertos.

Lo que pasa ahora es que no hay tiempo para eso...
Esto ya es otro problema. Quizá, habría que volver a la prensa de menos alcance territorial. Al igual que en la economía de proximidad, también creo en la prensa de proximidad.

¿Ve posible volver a la calle?
Lo veo difícil porque es totalmente revolucionario.

Vive el periodismo con mucha pasión
Pienso que se es periodista las 24 horas del día. Un muchacho me preguntó cómo podía medir su vocación. Le puse un ejemplo práctico: imagínese usted que está cortejando a una señorita muy mona. Por fin consigue que le entienda y llegan a una intimidad gratificante. En ese momento llaman al teléfono de su habitación y le dicen que está ardiendo un edificio importante. ¿Qué haría?
Fuente: Noticias de Gipuzkoa y GARA