Por: Miguel Mora
Anne Sinclair fue uno de los personajes más analizados y fotografiados de 2011. El 15 de mayo, su vida "quedó suspendida", según recuerda ahora. Su marido, el economista Dominique Strauss-Kahn (DSK), fue detenido en Nueva York después de que una camarera del Hotel Sofitel le denunciara por violación. Strauss-Kahn era entonces director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el gran favorito de la izquierda francesa para suceder a Nicolás Sarkozy en las presidenciales de esta primavera. De repente, Sinclair, que fue una gran estrella de la televisión de los años ochenta y noventa, pasó al otro lado del espejo y se convirtió en la noticia del año, o al menos en la mitad de ella.
Durante seis meses, la pareja vivió en el ojo del huracán. En agosto, DSK fue liberado de todos sus cargos y en septiembre anunció su retirada de la política. Su esposa, siempre a su lado, siempre en silencio, se puso al frente de las operaciones defensivas y aguantó el primer terremoto y sus secuelas posteriores: las acusaciones, finalmente prescritas, de Tristane Banon; un escándalo de prostitución de Lille que salpicó a su marido, y el bombardeo a veces morboso de los mismos medios que hasta mayo de 2011 (salvo una excepción) nunca habían osado hablar del problema DSK.
Hoy, la vida de Anne Sinclair (Nueva York, 1948) parece haber vuelto a la calma. Hace unos días, ha presentado en París la edición francesa de The Huffington Post, el diario digital del que es máxima responsable editorial y que pronto se publicará en español con El País. Tras romper su largo silencio en Francia con la revista Elle, concede ahora a este diario su primera entrevista a un medio extranjero.
La cita es en un café de la maravillosa plaza de los Vosgos, cerca de la casa donde vive con su marido. Llega puntual. Sigue siendo una mujer muy atractiva, de verbo fácil y rápido, un buen humor afilado, y pasa con soltura del francés al inglés. Cuenta que está feliz con volver al trabajo ("al fin la normalidad"), aunque sigue dolida por la "violencia" con que a su juicio los medios trataron su vida privada. "Entiendo bien que debían informar porque mi marido es un personaje público, pero algunos rompieron todos los diques y contaron muchas novelas. Medios teóricamente serios se convirtieron en tabloides metiéndose en mi vida personal, incluso en mi alma, diciendo lo que yo pensaba sin saberlo. Nadie salvo yo y mi familia debe saber lo que tengo en mente".
La conversación arranca mucho más atrás en el tiempo con su abuelo Paul Rosenberg, el gran marchante judío del arte de las vanguardias, que se exilió a Nueva York cuando los nazis tomaron Francia.
El próximo 7 de marzo publicará un libro sobre su abuelo. ¿Fue una figura muy importante para usted?
Fue amigo y marchante de Picasso, Braque, Léger y Matisse, y a los que tanto contribuyó a dar a conocer, en Francia y fuera. Se marchó de Francia en 1940 porque era judío y le perseguía el Gobierno de Vichy; cuando se instaló en Nueva York, una parte importante de su colección fue robada por los nazis y su galería pasó a ser un local de la Gestapo. El libro cuenta esa historia con breves retazos impresionistas: es mi homenaje a él y, en cierto modo una revancha, un regreso a esa identidad, que hasta ahora había estado más volcada hacia el periodismo que hacia el arte moderno.
En la Universidad estudió Derecho. ¿Cuándo sintió la llamada del periodismo?
Desde los 10 años quise ser periodista, y creo que para mí significaba ayudar a los demás a entender el mundo. Pero estudié Derecho y Ciencias Políticas, y nunca hice reportajes o investigación. De repente, me encontré casi por un azar en la radio, y luego en televisión, donde tuve la suerte de hacerme un sitio en una época en la que no había mujeres dirigiendo programas políticos. Durante 13 años produje y presenté 7/7, la cita política del domingo noche. El programa tuvo gran éxito, audiencias de 10 o 12 millones de personas, y tuve la suerte de ganar cuatro veces el 7 d'Or (equivalente francés a los premios Grammy).
Y se convirtió en un mito de la supermujer: familia, hijos, éxito profesional...
Como todas las mujeres, he intentado conciliar todas las vidas, sin conseguirlo siempre. Vida profesional, familia con marido y dos hijos, luego seis de una familia recompuesta... Como todas las mujeres que trabajan, hice lo que pude...
En su caso, con más medios. Siendo la única heredera de su abuelo, sería más fácil... Por cierto, ¿el salario le importaba?
Nunca me he considerado la heredera de mi familia, y por eso traté de ignorar la historia de mi abuelo. Hice mi carrera sola y siempre estuve orgullosa de ganarme, muy bien, la vida. Nunca desdeñé mi salario, y no contaba con otros recursos.
¿Y la colección?
Han dicho que tengo cientos de cuadros, pero no es verdad. Solo recibí una pequeña parte cuando murió mi madre hace unos pocos años. Pero mis padres me educaron siempre en la idea de que tenía que ganarme la vida sola.
Dejó la televisión cuando su marido fue nombrado ministro. ¿Fue solo para no incurrir en conflicto de intereses?
No lo hice por ser "la mujer de", si hubiera sido "la hermana de" habría hecho lo mismo. Pero consideré -y esto es algo muy personal, no quiero dar ninguna lección, cada cual es como es- que suponía un conflicto de intereses. Siempre había mantenido un tono muy libre, hacía las preguntas que quería, y no quise perder esa libertad arriesgándome a ser vista como "la mujer del ministro de Economía". Además llevaba 13 años haciendo el programa y estaba un poco aburrida, sabía que un día u otro tendría que dejar la televisión, y pensé que era mejor decidirlo yo misma que ser empujada a hacerlo. Luego monté la web de TF1, que no existía, e hice algunos programas culturales en la radio, antes de dejar Francia cuando mi marido fue nombrado director del FMI.
Se marchó a Washington siendo un símbolo feminista, pero cuando regresó las feministas le acusaron de traición, indignadas porque no hubiera abandonado a su marido. ¿Le dolió?
Soy tan feminista como las que lo proclaman. He contribuido a hacer que las mujeres puedan ejercer un oficio de hombres. Me batí y me sigo batiendo por la igualdad de salarios y responsabilidades, y creo ser tan feminista como la que más. En lo que concierne a mi vida privada, solo nos importa a mi marido y a mi familia, y a nadie más. Yo no me permitiría juzgar la vida de nadie, y reivindico mi derecho a manejar la mía como quiero y sin que nadie se entrometa.
Se ha dicho que animó a DSK a ser candidato a las presidenciales porque su sueño era que Francia tuviera el primer presidente judío desde Leon Blum. ¿Es cierto?
Se ha dicho casi de todo [risas]. Yo nunca deseé que mi marido fuera candidato, pero le dije que si se decidía, me adaptaría y le ayudaría. Al final, no llegó a ser oficial... Mire, he conocido el poder muy de cerca. Y no me epata lo más mínimo, no me impresiona nada. Al contrario que los creadores y los pensadores, por los que siento verdadera admiración. Entiendo que alguien tenga ganas de dirigir un país, pero ser la mujer del presidente de la República... ¡Eso no es una ambición! En Francia, la primera dama no tiene el menor papel, y está muy bien que sea así. Solo los cargos electos, tienen un papel. En fin, yo nunca he tenido ese sueño. Forma parte de las novelas que se cuentan.
¿El antisemitismo en Francia es un hándicap?
Sigue existiendo, sí, pero mucho menos que otras veces. Y no creo que sea un gran obstáculo para que haya un presidente judío. Estamos, al revés, mucho más lejos de aceptar a un musulmán. Al final, los americanos, al elegir a Barack Obama, han transgredido más tabúes que nosotros...
El blog que escribía desde Washington destilaba admiración por Obama. ¿Le conoció?
Vivir en Estados Unidos ha sido una experiencia muy rica. Primero, porque nunca había vivido fuera de Francia (salvo cuando era un bebé). Después, porque es un país fascinante, con un lado estimulante y muy distinto de los europeos. En cualquier caso, vivir in situ la elección de Obama y la mayor parte de su mandato fue apasionante. Por eso decidí hacer el blog, para intentar explicar a los franceses lo que ocurría en el país donde estaba viviendo, su sistema político e incluso la vida cotidiana. Solo vi a Obama y a su mujer una vez. Y fue en la reunión del G-20 en Londres, donde acompañé a mi marido. Los dos me causaron una gran impresión.
El 15 de mayo recibió la peor noticia posible. ¿Cómo se sintió al convertirse en la primera página del mundo entero?.
Fue violento sentirse espiada, escudriñada, acosada. No poder salir sin que vengan detrás los paparazzi, tener las cámaras apostadas en las ventanas de tu habitación. Creo que se han traspasado algunos límites y es urgente restablecer las fronteras entre la vida pública y la vida privada.
Pero imagino que entiende que el caso fuera noticia...
Sí, lo entiendo muy bien. Pero una cosa es controlar a los personajes que tienen poder y otra meterse de una forma obscena en tu interior, mirar detrás de las cortinas...
Se diría que la prensa francesa ha cambiado desde los tiempos de Mitterrand o Chirac. Antes no se contaba nada privado, pero tras lo de su marido hemos conocido pelos y señales. ¿Eso depende de si la diana está o no en el poder?
Esta vez la prensa francesa ha dado un viraje. Antes era muy tímida, ahora se ha colocado en un nivel cercano al voyeurismo. Pero no está sola, en España y en Reino Unido los tabloides se alimentan con historias de la vida privada. La novedad es que a este carro se han apuntado periódicos teóricamente serios. Creo que se trata de un cambio de época más que del hecho de si tienes o no poder. ¿Qué quiere?, hace falta vender... [sonrisa].
¿No cree que en Francia hay excesiva promiscuidad entre prensa y poder?
Ese es un fenómeno muy francés, pero de otra naturaleza, y se deriva de la no renovación de la clase política y, al mismo tiempo, de la no renovación de los periodistas. Ahora lo digo incluso con más ganas porque formo parte de los antiguos, ¡aunque haya pasado por un largo eclipse!
¿Qué diferencias nota entre la prensa de EE UU y la francesa?
Alli es menos reverencial y más directa, tanto ante el ejercicio del poder del presidente como ante las propuestas de la oposición. Tiene menos respeto por los que ejercen el poder. El presidente se somete con regularidad a ruedas de prensa en las que se le puede preguntar cosas muy duras y donde se espera que responda directamente. En Francia hay más deferencia respecto al poder. La rendición de cuentas de un presidente (también en los casos de Mitterrand, Chirac y ahora con Sarkozy) se hace bajo la forma de un show de televisión (muchas veces, difundido en varios canales, lo que es impensable en Estados Unidos, aparte del discurso sobre el estado de la nación, una vez al año) bastante monárquico y en el que los periodistas presumen de ser buenos profesionales. Aquí no existe la intensidad y simplicidad del contacto directo con la prensa. Allí es corriente, aquí es solemne.
Hablemos de Internet. Muchas veces, los rumores son noticia. ¿Es una amenaza para el periodismo?
En Internet hay lo mejor y lo peor. Lo mejor es la rapidez y la transparencia. ¡Lo peor es también la rapidez y la transparencia! Querer ir deprisa no significa dejar de verificar o copiar a los otros. La transparencia significa también la incursión en la vida privada, la difusión de un rumor que puede revelarse falso al día siguiente o quedar disipado por lo que denominamos efecto borrador: una información relega a otra y no hay jerarquía.
Su llegada a The Huffington Post fue casi un secreto hasta el final. Se dijo que se iba a ir a Israel a vivir. ¿Pensó en dejar el país?
Hasta que un proyecto no tiene el acuerdo de las dos partes no puede anunciarse. Cuando los accionistas cerraron el acuerdo, lo pusimos en marcha lo antes posible y anunciamos al mismo tiempo los términos del pacto entre AOL-Huffington y los accionistas franceses y la composición del equipo. No hemos querido dar un golpe de efecto, sino poner en marcha la web lo antes posible para que los internautas pudieran juzgar con conocimiento de causa. En cuanto a lo del traslado a Israel, le digo lo mismo sobre las ganas de novelar de algunos periódicos. No hemos barajado nunca irnos a vivir fuera de Francia.
Ha mostrado su agradecimiento a Arianna Huffington por permitirle volver al trabajo. ¿Ya no contaba con ello?
No tenía planes concretos. Sabía que podía retomar mi profesión y, de vuelta a Francia, ejercerla normalmente, lo que era más difícil en Washington. La propuesta de Arianna Huffington ha llegado en ese momento, y es una oportunidad estupenda. Dese cuenta, el lanzamiento de un nuevo medio de comunicación, un pure player de Internet al comienzo de un año rico en acontecimientos... Presidenciales en Francia, en Estados Unidos, en Rusia; revueltas democráticas, los interrogantes sobre el paro, el poder adquisitivo, la solidez del euro, las dificultades de Europa... ¡Es un regalo periodístico para los que aman la información! Estoy halagada y emocionada porque Arianna Huffington, cuyo trabajo conozco muy bien porque todos los días leía su web, me haya pedido que dirija el sitio. ¡Es el tipo de oferta que uno no puede rechazar! Es una mujer inteligente y valiente, con una intuición que le ha permitido crear el primer medio de comunicación online en Estados Unidos.
Y ahora le corresponde a usted darle un toque francés. ¿Qué hará?
Arianna ha visto claro que en Europa se podía desarrollar la formidable plataforma y el saber hacer del Huff Post, pero solo si se asocia con la cultura de cada país. Creo que es lo que va a hacer en España con ustedes y, más tarde, en Italia. Y que nos deje las riendas de esta magnífica herramienta para hacer algo en Francia es una gran oportunidad. Aunque las redacciones europeas arrancan con pocos medios y equipos reducidos, la maquinaria es poderosa. Y creceremos cuanto podamos. Seremos, como el modelo original, un sitio de noticias de actualidad con un punto de vista, no solo daremos información bruta. Además hay gran espacio para blogs y opiniones, que son parte importante del ADN del periódico. En Francia no hay grandes debates, y querría abrirlo más. A los expertos, los anónimos, una enfermera o un profesor de los barrios del norte de Marsella, pero también a los filósofos, el economista, el cineasta, el médico. Mezclaremos las firmas, las celebridades, los jóvenes y los veteranos para ser un foro de debate real. Eso es para mí lo esencial.
¿Cree que estamos ante el final de la prensa tradicional? ¿Nos extinguiremos los periodistas?
No creo en la muerte de los periódicos en papel y en el todo a Internet. Eso decían cuando nació la radio y luego la televisión. La oferta se enriquece, y todo el mundo debe adaptarse. Los periódicos son cada vez más pertinentes para aportar lo que Internet no sabe hacer. E Internet debe ser cada vez más cuidadoso: hoy, en efecto, cualquiera puede ser reportero o fotógrafo con su blog, su tuiter o su iPhone. Pero al periodismo le queda lo esencial de su oficio, sea cual sea el soporte: elegir entre lo importante y lo accesorio, entre el rumor y la noticia. Esa es la esencia. En Internet y en lo demás. Debemos cribar las informaciones que llegan y preguntarnos siempre, incluso en la urgencia: ¿es real? ¿Qué importancia debemos darle? ¿La damos en bruto o la analizamos? Eso es lo que intentaremos hacer. Modestamente. Como todos los periodistas. Así que la respuesta es no, no se van a librar fácilmente de los periodistas.
¿Tomarán partido de cara a las elecciones francesas?
Tomamos partido por los valores que defendemos. Todas las opiniones serán bienvenidas, siempre que sean republicanas y democráticas.
¿Hollande ofrece mejores recetas para la crisis que Sarkozy?
No voy a responderle [sonríe]. Soy una ciudadana que vota, como todo el mundo, y aunque mis opiniones son conocidas, separo la vida profesional de la personal, en esto y en lo demás.
¿No le parece que la campaña es demasiado francofrancesa, poco europea? ¿Le preocupa el ascenso del Frente Nacional?
Siempre he luchado contra sus ideas. Son lo contrario de lo que los franceses esperan, ahora que estamos en un mundo abierto, en una Europa abierta, y que debemos hacer frente a las dificultades y los dramas asociados a la globalización. Evidentemente, hacer populismo es fácil y a menudo rentable. La réplica a eso es que solo una unión de países europeos parecidos por su cultura, sus valores y su desarrollo puede frenar la decadencia del continente. Me sitúo justo enfrente del miedo y la cerrazón. Y creo que la elección tendrá en la segunda vuelta, como casi siempre, un proyecto de derechas frente a otro de izquierdas. Como en los países de nuestro entorno. Como en España. Al menos, eso es lo que deseo.
Fuente: Diario El País