domingo, 8 de enero de 2012

Ulanovsky: "678 aleccionó y acercó casi como si fuera un club a mucha gente"

Se usa “periodismo militante” y “periodismo independiente” para chicanear al enemigo y que aparezca degradado. A uno, que también trabaja en libros, la computadora le permite una infinita posibilidad de corrección. Es algo fantástico. “Crónicas del exilio” es uno de mis trabajos más queridos y tuve la suerte que lo reeditaran en 2011”

Por: Antonio Oieni
Carlos Ulanovsky, nacido en Buenos Aires en octubre de 1943, es palabra mayor en los medios argentinos. Su destacada trayectoria en diarios y revistas se remonta a 1963. A fines de esa década comenzó a trabajar también en radio. En los setenta, cuando Cacho Fontana brillaba con sus móviles desplegados por toda Buenos Aires, junto al Negro Dolina parodiaban ese poder desde una emisora pobre, Radio Argentina, que en lugar de móviles tenía “inmóviles”. Durante la dictadura sufrió el exilio en México, desde donde ofrendó a los argentinos el primero de más de una decena de libros, enfocados en su mayoría sobre el trabajo en las redacciones, la radio y la televisión. Detrás de sus filosas opiniones, este agudo crítico de los medios se permite ver con optimismo el presente de la libertad de prensa, la libertad de expresión y el derecho a informarse de los argentinos.

Algunos dicen que la libertad de prensa pasa por su peor momento en el país. Otros dicen que pasa por su mejor momento ¿Usted qué opina?
No tengo ese tipo de consideraciones extremas. Me parece que la libertad de prensa es un promedio que se gana y se pierde diariamente, y que tiene que ver con cada uno de nosotros, los periodistas. Me da la sensación de que hoy están absolutamente abiertos los canales de expresión. De un lado y del otro se puede decir cualquier cosa, y eso tiene algo de bueno y algo de malo también.

¿Qué tiene de malo y qué tiene de bueno?
De malo tiene que les abre la puerta a muchos excesos. Sin ir tan lejos, en las más diversas circunstancias, mucha gente suele referirse a la Presidenta en términos agraviantes. De bueno tiene que, después de muchos años de democracia, estamos disponiendo de las palabras, de todo aquello que es esencial para nuestra tarea. En este momento hay posibilidades expresivas impresionantes.

En una reciente mesa, que lo tuvo como moderador en la UBA, se debatió sobre periodismo militante versus periodismo independiente. ¿Existe realmente esa antinomia?
En mi carácter de coordinador, no me quise aprovechar demasiado de esa circunstancia, pero hice una breve intervención. Recordé que cuando era chico y empezaba en la profesión, periodismo militante era el que hacía alguna gente que trabajaba en el semanario comunista Nuestra Palabra, en el semanario socialista La Vanguardia, en alguna revista radical. Probablemente, fue periodismo militante lo que se hizo en el periódico de la CGT de los Argentinos. Creo que hoy se usa los términos “periodismo militante” y “periodismo independiente” para chicanear al enemigo, para hacer que el otro aparezca degradado.

A partir de internet y los nuevos soportes tecnológicos del periodismo digital, todos los conceptos de la prensa están hoy en revisión. ¿Cree que cambiará la forma de entender y ejercer la tarea periodística?
Creo que sí. Si alguien me hubiera dicho hace diez años que Twitter iba a convertirse en una fuente informativa y que todos los programas de radio se desesperarían por tener una cuenta de Facebook, yo le hubiera contestado: “Me estás embromando”. Sin embargo, es así. Fíjese que no hace tanto, en 1989, empezaron a informatizarse las redacciones y a difundirse la expresión española de la computadora, “el ordenador”, que generó un periodismo mucho más ordenado y más prolijo, pero mucho menos apasionado y menos loco. Cuando empecé en el periodismo y (Jacobo) Timerman, que era uno de mis jefes, nos rompía notas en la cara porque no le gustaban, era un drama, porque las notas se hacían con máquina mecánica y se editaban a mano, artesanalmente. Ahora, con la computadora, se cortan y pegan de una forma absolutamente mágica.

Algunos cortan y pegan en exceso...
Tal vez, pero tiene cosas buenas. A uno, que también trabaja en libros, la computadora le permite una infinita posibilidad de corrección. Se puede ir y volver con las palabras, y eso es algo fantástico.

Hablando de libros, en “Crónicas del exilio”, usted sugirió a otros desterrados en México: “Seamos felices mientras estamos aquí”. En vista del horror que quedó atrás con la dictadura, ¿no tiene ganas a veces de recomendar a otros argentinos: “Seamos conscientes mientras vivimos aquí”?
Es un buen título para otro libro. En verdad, “Crónicas del exilio” es uno de mis trabajos más queridos y tuve la suerte de que lo reeditaran en 2011. Se inició así su tercera vida.

Su niñez y adolescencia transcurrieron en un hogar donde se leían muchos diarios y revistas. ¿En los tiempos actuales, se lee más o menos que antes?
Es cierto que en mi casa se leían muchos diarios y revistas, pero pocos libros. Me da la sensación de que hoy se lee mucho más, porque ahora está la computadora, que le exige a uno horas y horas de lectura, aunque sea una lectura que algunos puedan considerar superficial. Los mails también son un ejercicio interesante de lectura y escritura.

Usted advirtió tempranamente que, en su desmedido apego a la televisión, la radio comenzó a perder su esencia y su magia. ¿Cuánto le preocupa hoy esa pérdida de identidad?
Me preocupa mucho, porque sigo advirtiendo que la radio le da un excesivo lugar a la televisión. Si uno no vio televisión la noche anterior, se entera por la radio a la mañana cómo vino la noche televisiva, qué pasó, cuál fue el escándalo de turno en el programa de Tinelli, qué sucedió en la telenovela de mayor rating y qué audiencia tuvo tal o cual programa de TV. Sin embargo, el trato que recibe la radio no es equivalente. La televisión solo registra cosas que ocurren en la radio cuando se trata de un exabrupto o algo muy fuerte.

¿Está la prensa gráfica exenta de la frivolidad que expande la televisión?
No, y prueba de ello es que las secciones de espectáculos de Clarín, La Nación y otros diarios argentinos siguen lo que ocurrió la noche anterior en el programa de mayor rating. La gráfica comenzó a cambiar en 1985, impresionada por un diario neoyorquino que salió a competir con la televisión, con noticias de no más de cincuenta líneas, a todo color y sin títulos principales en sus páginas, que posibilitaban entrarle por todos lados. El diario de éxito en los Estados Unido había sido gestado con el concepto “úselo y tírelo” y una lectura estimada en 50 minutos, que era el promedio de viaje de un ciudadano de Nueva York desde su casa a Manhattan. En ese tiempo el lector tenía que enterarse de todo. Me parece que hoy la televisión influye muchísimo en eso que los diarios, casi como una cosa mágica, llaman el rediseño. Se escribe menos, porque el diseño le ha quitado lugar al contenido.

Pareciera que la agenda de los medios gráficos, al igual que la de la TV, se apega cada vez más al rating...
Esta realidad surgió con la lectura de los diarios on line, con esa especie de ranking permanente que dice cuáles fueron las diez noticias más leídas del día. El rating llegó a la gráfica.

¿Para decidir contenidos como lo hace en la televisión?
Seguro.

¿Qué supone la ley de medios audiovisuales frente al ejercicio de la libertad de prensa, la libertad de expresión y el derecho a informarse por cualquier medio de comunicación?La ley nueva es muy interesante y completa. Los autores del proyecto picotearon en lo mejor de los sistemas de comunicación de todo el mundo.
De todos modos, siempre digo que ni la mejor ley de medios, ni la mejor ley de comunicación van a hacer mejores medios, porque a los medios los hacen las personas. En este sentido, estoy seguro de que Marcelo Tinelli, cada vez que organiza sus programas y produce sus ideas, no se detiene a pensar: “A ver, ¿qué dice la ley de radiodifusión?”.
Aun cuando la ley anterior se convirtió con los años, usos y costumbres casi en un objeto de humorismo involuntario, porque perdió sentido, yo sigo creyendo que es importante tener una ley. El contar con una ley sirve porque ordena, encuadra, enmarca, aunque es muy probable que aquellos que tienen que generar contenidos en la radio y la televisión no se detengan a pensar en la normativa y, muchas veces, la transgredan.

Cuando está en su casa o viaja en auto, ¿no extraña aquellos días en que la radio conquistaba las audiencias con su fuerte personalidad y su incomparable magia?Yo, en general, hago zapping tanto en la radio como en la televisión. Cuando viajo en auto tengo veinte opciones radiales y las voy intentando a todas. Para mí, el zapping es la programación preferida.

¿Existe un periodismo independiente y objetivo?
Siempre que puedo, cuento que trabajé en algunos de los lugares más independientes que existieron, para verificar que en periodismo la independencia y la objetividad no existen. Trabajé en Humor, en Satiricón, en La Maga, y puedo demostrar que ni siquiera allí éramos totalmente independientes.

¿Qué nos animó a asumir, después de tantos años de encendidas discusiones, que el periodismo no es neutral?
Esa es una de las cosas más interesantes que han pasado desde 2008. Montones de periodistas que se escudaban bajo la careta de la neutralidad hoy han tenido que quitársela. Hubo muchos hitos para que esto ocurriera y me parece que uno de ellos ha sido el programa televisivo 6, 7, 8, que aleccionó y acercó casi como si fuera un club a mucha gente. Sin embargo, creo que no se puede decir que los que van a las movilizaciones con un cartel de 6, 7, 8 estén militando, pero me parece que ese programa les ha otorgado un permiso liberador, y muy sanador en muchos casos.
El otro día, en el debate que se hizo en la Universidad de Buenos Aires y que usted recordó, había periodistas muy opuestos al Gobierno, como Ernesto Tenembaum y Pepe Eliaschev, sentados junto a otros que lo defienden. Todos tuvieron la posibilidad absoluta de expresar lo que tenían ganas de decir, cada uno tuvo sus aplausos en su momento y no hubo silbidos, abucheos ni reprobaciones. Fue fantástico, porque me parece que eso es mucho más parecido a la vida que lo que pasaba antes.

Un periodista prolífico
Entre los libros editados por Carlos Ulanovsky se cuentan “Días de radio” y su continuación, “Siempre los escucho”; “Estamos en el aire” y “­Qué desastre la TV!”, ambos en coautoría con Pablo Sirvén; “Paren las rotativas”; “TV Guía Negra”; “Los argentinos por la boca mueren (1, 2 y 3)”; “Crónicas del exilio -Seamos felices mientras estamos aquí”; y “Cómo somos”.
Integró en su larga carrera las redacciones de Confirmado, La Opinión, Siete Días, Noticias, Humor, La Maga, Satiricón, Clarín y Página/12, entre otras. También colaboró con la revista y la sección de Espectáculos de La Nación. Durante sus años en México trabajó en las revistas Proceso y los diarios El Universal y Unomásuno.
Ulanovsky participó de la apertura de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), donde fue profesor titular del Taller de Expresión Periodística.
Es también uno de los periodistas que fundaron el Taller Escuela Agencia de Periodismo (TEA), en 1987.