domingo, 11 de julio de 2010

La derecha en crisis

Por: Guillermo Almeyra*
La derecha, que en las elecciones parlamentarias del año pasado le quitó la mayoría en ambas cámaras al gobierno y a sus aliados, y esperó construir una aplanadora en el Congreso para ir preparando un golpe de Estado institucional que acorralase a la presidenta Cristina Fernández, la desestabilizase, como hizo la democracia cristiana en Chile con Salvador Allende, y eventualmente la obligase a renunciar, está recogiendo decepción tras decepción, en parte debido a las iniciativas gubernamentales, en parte por los efectos de la crisis internacional sobre la economía argentina.
La derecha, para imponerse en ambas cámaras necesita también arrastrar tras de sí los pequeños bloques de los partiditos y agrupaciones de centro y hasta de centroizquierda, que se unen a ella por odio al gobierno, como los socialdemócratas de derecha que controlan la rica y populosa provincia de Santa Fe y la mayoría del Partido Socialista, o como el grupo centrista de Pino Solanas-Claudio Lozano (Proyecto Sur). Ahora bien, la histórica división del peronismo es ahora un factor de división de la derecha y no del gobierno kirchnerista porque la extrema derecha peronista (desde el ex presidente Carlos Menem, pasando por el ex gobernador santafesino Carlos Reuteman y el fascista ex gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Sáa y llegando hasta el narco-fascista Francisco de Narváez y el semifascista gobernador de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri) odia al kirchnerismo y a la base político social del mismo (la Confederación General del Trabajo, CGT, y la mayoría de la Central de los Trabajadores de Argentina, CTA) pero es odiada a su vez por la tradicional derecha antiperonista (como la Unión Cívica Radical, que es liberal de derecha, más sus escisiones, como la Concertación Cívica de Elisa Carrió u otros grupos semejantes, más la socialdemocracia, y es aborrecida por los centristas liberal-democráticos). Otra línea divisoria en la derecha nace del apoyo que le da la jerarquía de la Iglesia católica, empeñada en oponerse a los Kirchner, porque los liberales clásicos (como los socialistas o Solanas y parte de los radicales) defienden el divorcio, el aborto, el casamiento entre personas del mismo sexo, la enseñanza laica y también la ley de medios que la otra derecha "peluda" en cambio abomina porque le quita poder.
Aprovechando esta fragmentación, que hasta ahora ha impedido a la derecha social formar un solo bloque político y encontrar un líder, el gobierno ha favorecido a las provincias y financiado en ellas importantes obras, lo cual quita entusiasmo opositor a los gobernadores no kirchneristas, ha concedido 65 dólares mensuales por cada hijo menor, fomentando la escolaridad, ha impuesto contra viento y marea su ley de medios, lucha con la misma decisión contra las trabas clericales y oscurantistas que existen en la sociedad y, sobre todo, ha hecho promulgar una ley que establece la obligatoriedad de elecciones internas en los partidos para elegir el año próximo sus candidatos para las cámaras, las gobernaciones, las municipalidades y la presidencia de la República, además de eliminar los impuestos a quienes ganen menos de mil 200 dólares mensuales. Como resultado, la derecha está hecha pedazos y los Kirchner, si esta situación se mantiene, quizás venzan con cerca de 30 por ciento a una derecha dividida que, si estuviera unida, abarcaría casi el doble de electores pues tiene fuerte influencia en los sectores de las clases medias urbanas y rurales e incluso en amplios sectores de los trabajadores.
Para colmo, la derecha le apostó a la crisis, a la desocupación y al hambre, esperando que desgastasen al gobierno. Pero, a diferencia de otros países, hasta ahora la crisis no afectó demasiado al país, donde la desocupación disminuye, los salarios reales se mantienen o aumentan, la producción industrial, la construcción de viviendas de lujo o de segunda habitación y las obras públicas van viento en popa y la producción de autos, para exportar a Brasil, bate récords históricos. Por si eso fuera poco, acabada la sequía, se obtuvieron cosechas extraordinarias (y exportaciones sin precedentes, sobre todo a China), de modo que la reserva de divisas supera los 50 mil millones de dólares (no obstante la repatriación de buena parte de la deuda, pagándola con ellas) y el Estado tiene ingresos enormes en las recaudaciones y en la balanza de pagos a pesar del aumento de las importaciones.
Para muestra basta un botón: la cosecha gruesa en la provincia de Córdoba rindió 22.2 millones de toneladas de granos (el récord nacional había sido 23.8 en el ciclo 2007-2008) por un valor de casi 7 mil millones de dólares, casi mil millones más que en la cosecha anterior. Eso significa que los pequeños propietarios que rentan sus tierras y se han ido a las ciudades seguirán comprándose autos de lujo y departamentos. Córdoba es sólo una de las provincias cerealeras, y no la más grande, pues Buenos Aires y Santa Fe son aún más ricas. Esa prosperidad impulsa la producción de maquinaria e insumos, da trabajo en pueblos y ciudades, aumenta el consumo interno… y otorga divisas para la política distributiva del gobierno en este periodo prelectoral, al mismo tiempo que les quita combatientes posibles a los líderes sociales de la derecha en "el campo" (o sea, a los fideicomisos soyeros, a los terratenientes de la Sociedad Rural Argentina, a sus agentes reaccionarios en la Federación Agraria, todos ellos constituyentes del bloque social y económico de la derecha política). Ahora bien, a menos que China entre en una profunda crisis y deje de comprar forrajes argentinos y de que Brasil se hunda y no compre más autos, el viento sopla a favor de los Kirchner. Hasta se podría decir que menos mal…

*NdE:
Almeyra nació en Buenos Aires el 19 de agosto de 1928.
Es profesor-investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la UAM-Xochimilco, profesor de Política Contemporánea de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, articulista y editorialista de La Jornada. Autor del libro "La protesta social en la Argentina"; Los cuatro últimos capítulos del libro de Almeyra dicen en sus títulos ese recorrido de la protesta: ''La insurgencia provinciana''; ''Trueque, cartoneros, piquetes: la autorganización en Buenos Aires"; "Los cacerolazos y las asambleas"; "La rebeldía". Por allí circulan las fábricas recuperadas, piquetes, asambleas populares, cacerolazos, luchas rurales, autogestión, autonomía, cambios en las relaciones de género y en la subjetividad.

Fuente: Diario La Jornada