Por: Pablo Llonto
Tres preguntas de verano: ¿Usted lee Clarín? ¿Usted le cree a Clarín? ¿Usted le alcanzaría un pañuelo a Clarín? La guerra que Clarín le ha declarado al Gobierno, al kirchnerismo, a Mariotto, al Fútbol para Todos, a los piqueteros, a las Abuelas de Plaza de Mayo y a tanta otra gente, nos deja día a día abundantes lecciones de periodismo como jamás había ocurrido en la Argentina.
Se discute en las redacciones, en los bares, al lado del carrito que lleva los sanguches, en las cenas de fin de año, a los postres de una despedida de soltero del último pasante que mandó TEA. En verdad, el periodismo discute. Al pueblo...al pueblo me parece que este asunto le resbala.
En los últimos días un artículo se ubicó en los primeros puestos de estos discutidores minúsculos.
Encabezó la tabla un periodista de Clarín que tiene cara de Guillermo Moreno, pero se llama Marcelo A. Moreno. Habita en la página 40 de la edición del domingo 24 de enero bajo un cintillo que nos hizo temblar como un flan: “Disparador”.
“Es necesario defender a Clarín? La pregunta me la han hecho colegas y lectores, muchas veces personalizándola: ¿por qué defiende usted a Clarín?” concluyendo luego que: “Estos personajes (habla del Poder Ejecutivo) sueñan con destruir a Clarín como vía para vencer todo intento de prensa independiente?”
¿A qué llamará Moreno “intento de prensa independiente”? ¿A que Clarín también intenta ser prensa independiente? Porque si el modelo de prensa independiente es el de Clarín, éste es un país del carajo que ya debería pedir su ingreso al selecto club de los reyes de la libertad de expresión.
Conociendo todo lo que ocurre en Clarín, incluyendo la sección Deportes, no podíamos permanecer indiferentes ante esta actitud de la musa de la página 40, quien debió escribir su columna en el suplemento Espectáculos, quizás en la extinta página de tangos. Este Moreno, a quien vemos tan triste y compungido, en la foto y en el texto, debería darse una vuelta por los ámbitos de la sección Deportes, o por el diario Olé, para preguntar, con cierto recato y en versión cuchicheo: “Compañeros (¿existirá la palabra compañeros en el vocabulario de Moreno?), ustedes aquí ¿intentan escribir lo que quieren? ¿Así que la empresa les ha permitido ser independientes?”
Hay que estar muy hundido, muy necesitado de trabajo y de una tarjeta de crédito y de medicina privada y de doble aguinaldo, muy derrotado en la pelea por la libertad, y muy cerca de los escritorios de Ricardo Kirschbaum, el secretario de Redacción de Clarín, para escribir de esta manera.
Para posar así, Moreno evidentemente ha desertado de toda consulta masiva a sus, digamos, compañeros.
Estimado Moreno, tome nota de este consejo tan práctico: cuando quiera saber qué opinan los periodistas del diario Clarín, puede usted recorrer, entre otras, las secciones Clarín Deportes, o el diario Olé y allí le dirán cómo se manejó en forma “independiente” la información sobre el fin del negocio del fútbol, la crítica a Julio Grondona, el detalle de los negocios de la televisión, del cable, los telegramas a periodistas en TyC Sports...
También le responderán algunas preguntas que todos los periodistas deportivos se hacen desde hace meses. ¿Por qué no firma más sus artículos el conocido periodista Ariel Scher? O algo de carácter más masivo, ¿Qué pasa con tantos errores en el diario, es que a los correctores en Clarín, los echaron a todos?
Señor Moreno, que su despreocupación por los recibos del teléfono, el agua y la luz, no lo haga prescindir de un recuerdo. Cuando el 4 de noviembre de este año se cumpla una década del despido de 117 periodistas, quienes están a la derecha de su computadora, y quienes están a su izquierda, lo mirarán de reojo para advertirle con los ojos que respete el homenaje a la última vez que los trabajadores de Clarín pudieron abrir la boca para efectuar sus reclamos de libertad.
Después, los echaron y la empresa llamó a la Guardia de Infantería para sacarlos a palazos por la calle Tacuarí.
Desde entonces reina allí, donde usted está sentado, el muy independiente sonido del silencio.
Fuente: Hipercritico