martes, 12 de enero de 2010

¿La Nación censuró a Marcos Aguinis?

Si es así... la derecha horrorizada...
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La Nación.com publica habitualmente notas de Marcos Aguinis. “Democracia puta”, impresionante editorial paraguayo, era la nota de hoy. Pero fue "dada de baja" en el lugar solo quedaron los comentarios. A continuación la nota de Aguinis y el editorial del ABC al que se refiere la misma.

“Democracia puta”, impresionante editorial paraguayo
Por Marcos Aguinis
Me resultaba increíble que ABC Color de Paraguay, el diario más importante de ese país, dedicase nada menos que su portada a una editorial de fuego, con un título que va directo a la mandíbula.
En efecto, con una extensión de 7000 caracteres, realiza una descripción devastadora de la corrosión que se perpetra contra la democracia en varios países de América latina. Y el calificativo insolente que pone a la cabeza queda plenamente justificado.
Dice que en la actualidad estamos pasando por una prueba severísima. Con los instrumentos de una elección libre y legal, algunos líderes consiguen hacerse cargo del poder. Esto no provocaría asombro alguno si no fuera que, una vez dueños de la situación, sin pérdida de tiempo, se dedicaran a corromper el mismo sistema político que les permitió acceder al mando.
Señala que no es casual el hecho de que su primer objetivo sea quedarse para siempre con todo el poder. Sin escrúpulos, llevan adelante medidas que ponen fin a los límites que una democracia exige. “Tienen la intención de eternizarse y, con ello, reventar la democracia entendida como la rotación permanente de proyectos políticos y de personas”.
Quieren excluir, desactivar y reducir a cenizas todo lo que no se someta a su partido (o partidos), a la vez condenado a la genuflexión ante ese líder absolutista. El diario paraguayo no escatima afirmar que “construyen dictaduras con fórmulas democráticas y, cuando se sienten fuertes y disponen de los medios, inician el segundo plan: la exportación de su presunta revolución”.
Y agrega: “Internamente, su primera víctima son las Fuerzas Armadas, de la cual excluyen a los militares que no merezcan la completa confianza del nuevo y único líder. Una purga general despoja a las Fuerzas Armadas de los jefes y oficiales institucionalistas, dejándola a cargo de los corruptos y leales”.
La secuencia que propone esa corajuda editorial es que “después el líder arremete contra el Poder Judicial, realizando las mismas tareas depuratorias”.
Una vez controlados los principales resortes, inicia “el proceso de desmantelamiento de la prensa no alineada y la supresión progresiva de la libertad de expresión”.
El resultado final es lógico y trágico. Lo expresa el diario ABC Color al decir que en esos regimenes se logra “la supresión de toda idea, doctrina, orientación partidaria o movimiento contrario a la ideología oficial de la nueva dictadura. Sucumbe la libertad en todas sus formas tradicionales y lo que resta es un pueblo indefenso, sometido a nuevas cadenas”. Añade que esas dictaduras establecidas mediante el sufragio -y que son dictaduras pese a su origen- confían en que el tiempo acabará por borrar el recuerdo de la democracia verdadera y el beneficio de sus libertades. “Entonces un pueblo atontado, obligado a sobrevivir, a reprimir sus dudas, inquietudes y oposiciones, acabará por convertirse en un dócil rebaño de borregos, como bien recordamos los paraguayos que vivimos la era de Stroessner”.
No se reduce al Paraguay. En ese texto volcánico arremete contra una suerte de cadena maldita que ha infectado a nuestro continente. Dice que “este es el proceso en marcha que vemos actualmente en el panorama político de Venezuela, Bolivia y Ecuador. En particular y más claramente en la primera, donde Hugo Chávez, con ya una década de gobierno, se apresta a dar el golpe final haciéndose coronar gobernante vitalicio e imponiendo en el país una nefasta dictadura”.
La voz que ruge en ese diario añade que “Hugo Chávez, un dinosaurio que surgió de las cavernas más oscuras de la historia, está a punto de convertirse en amo y señor definitivo de la suerte de su pueblo y de los cuantiosos recursos económicos de su país, excluyendo toda competencia real y suprimiendo todo obstáculo que pueda interponerse entre él y su proyecto de vitaliciado. Tiene, además, mucho dinero para comprar voluntades y pagar el precio de «lealtades», dentro y fuera de su país.”
Por si no hubiera sido bastante nítida, la editorial paraguaya enfatiza: “Chávez es un dictador, pero un dictador muy rico. Dispone hoy del poder absoluto para hacer con el dinero producido por el petróleo lo que se le antoje; ya no tiene encima ninguna contraloría, nadie a quien deba rendir cuentas. Con su gruesa petrobilletera recorre América latina y financia partidos, movimientos, organizaciones sociales y campañas electorales. Lo que no puede comprar, lo alquila o neutraliza. Al gobierno argentino le compra bonos del tesoro de Kirchner, que nadie quiere, y así puede exhibir sus sonrisas de complicidad, aplausos y abrazos, pasear libremente por ese país pronunciando encendidos discursos llamando a la «revolución popular» y haciendo otros teatros para exportar su dictadura”.
El periódico del país hermano subraya que entre esos teatros ocupa “un lugar prioritario su desesperada intención de introducirse en el Mercosur para, una vez dentro, agilizar su intervencionismo en la política interna de los países miembros.”
Sostiene que esa intención avanza, aunque no existe suficiente afinidad con los países miembros del Mercosur. Mal que le pese, “en la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay continúan rigiendo principios básicos del estado de derecho, del régimen democrático y de libertades públicas”. Entonces, afirma: “La pregunta que continuaremos formulando una y otra vez es la siguiente: ¿para qué sirve el Protocolo de Ushuaia que pretendió establecer un compromiso para todos sus estados miembros de conservar intactas las instituciones democráticas?”.
ABC Color recuerda que en ese documento la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay declaran que “la plena vigencia de las instituciones democráticas es esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes del presente Protocolo” (Art. 1) y se comprometen formalmente a que ´toda ruptura del orden democrático en uno de los Estados Partes del presente Protocolo, dará lugar a la aplicación de los procedimientos previstos en los artículos siguientes” (Art. 3).
Tras esa andanada de metralla gruesa el diario formula otras preguntas muy inquietantes. “¿Van a admitir a Venezuela, cuyo dictador por anticipado ya se excluyó de dichas cláusulas? ¿O lo van a admitir primero para luego aplicarle la «cláusula democrática»? El absurdo y el ridículo rodean a esta intención de prostituir al Mercosur, pero está en marcha”. Frente a esta situación, ABC Color afirma que ahora “solamente los parlamentarios brasileños y paraguayos tienen en sus manos la posibilidad de impedir esta vergonzosa deserción de los principios fundamentales declarados en nuestras cartas fundamentales y tratados de integración”.
Pero el diario no escatima explicitar su pesimismo. “A los gobernantes actuales de nuestros países -dice-, que tanto cacarean su apego a la democracia y a las libertades, y que ciertamente gracias a ellas alcanzaron el poder, ahora les tiemblan las rodillas y se les afilan los dientes ante la deslumbrante petrobilletera de un rústico dictador inescrupuloso, dispuesto a todo, incluyendo el soborno”.
“Si nuestros presidentes del Mercosur -continua-, aun sabiendo cuál es su obligación histórica, son capaces de venderse a una relación adúltera con un dictador megalómano, tendremos que convenir que nuestras democracias se venden como auténticas putas. No cabe ya una calificación más dura para describirlas”.
Releo con asombro y admiración ese editorial, que seguro permanecerá como un hito de la dignidad que defienden algunos valientes en momentos de alienación.

Aguinis se refería al editorial del Domingo, 07 de Octubre de 2007 del Diario ABC:
Democracia puta
En estos días actuales las democracias latinoamericanas pasan por una dura prueba, pues con los mismos mecanismos de competencia electoral libre y plural algunos líderes izquierdistas que ganan elecciones se hacen del poder legítimo y desde el día siguiente de su triunfo comienzan a ejecutar sus proyectos de acabar con el sistema político mediante los cuales accedieron su mando. La eliminación de las normas que limitan el período presidencial es su primera meta a conquistar.
Tienen la intención de eternizarse en el poder y, con ello, reventar la democracia entendida como la rotación permanente de proyectos políticos y de personas. Pretenden excluir para siempre a todo el que no esté adherido a su partido. Construyen dictaduras con fórmulas “democráticas” y, cuando se sienten fuertes y disponen de los medios, inician el segundo plan: la exportación de su “revolución”.
Internamente, su primera víctima son las Fuerzas Armadas, de la cual se excluye a todo militar que no merezca la completa confianza del nuevo único líder. Una purga general despoja a las Fuerzas Armadas de los jefes y oficiales institucionalistas, dejándola a cargo de “los leales”. Después arremete contra el Poder Judicial, realizando las mismas tareas depuratorias para luego, ya con los principales resortes controlados, iniciar el proceso de desmantelamiento de la prensa no alineada y la supresión progresiva de la libertad de expresión.
El resultado final de este procedimiento es la anulación completa, si no la supresión definitiva de toda idea, doctrina, orientación partidaria o movimiento contrario a la ideología oficial de la nueva dictadura. Sucumbe la libertad en todas sus formas tradicionales y lo que resta es un pueblo indefenso sometido a sus nuevas cadenas. Se confía en que el transcurso del tiempo borrará pronto el recuerdo de la democracia anterior y el beneficio del goce de sus libertades y, entonces, un pueblo atontado, obligado a trabajar para sobrevivir y para alimentar al Partido, a reprimir sus dudas, inquietudes y oposiciones, acabará convertido en un dócil rebaño de borregos, como bien recordamos los paraguayos que vivimos la era stronista.
Este es el proceso en marcha que vemos actualmente en el panorama político de Venezuela, Bolivia y Ecuador. En particular y más claramente en la primera, donde Hugo Chávez, con ya una década de gobierno, se apresta a dar el golpe final haciéndose coronar gobernante vitalicio imponiendo en el país una nefasta dictadura de corte marxista al estilo del que triunfara y se impusiera en Rusia en 1917, desconociendo el triste final que esos sangrientos regímenes tuvieron después de seis décadas de explotar y oprimir a sus pueblos, asesinar a sus adversarios y poner en grave riesgo la paz mundial.
Hugo Chávez, un dinosaurio que surgió de las cavernas más oscuras de la historia, está a punto de convertirse en amo y señor definitivo de la suerte de su pueblo y de los cuantiosos recursos económicos de su país, excluyéndose de toda competencia real y suprimiendo todo obstáculo que pueda interponerse entre él y su proyecto de vitaliciado. Tiene, además, el dinero necesario para comprar voluntades y pagar el precio de “lealtades”, dentro y fuera de su país.
Chávez es un dictador, pero un dictador muy rico; dispone hoy del poder absoluto de hacer con el dinero producido por el petróleo lo que se le antoje; ya no tiene encima ninguna contraloría, nadie a quien deba rendir cuentas. Con su gruesa petrobilletera recorre ahora América Latina y financia partidos, movimientos, organizaciones sociales y campañas electorales. Lo que no puede comprar, lo alquila o neutraliza. Al gobierno argentino le compra bonos del tesoro de Kirchner que nadie quiere y así puede exhibir sus sonrisas de complicidad, aplausos y abrazos, pasear libremente por ese país pronunciando encendidos discursos llamando a la “revolución popular” y haciendo otros teatros para exportar su dictadura.
Entre los cuales figura en lugar prioritario su desesperada intención de introducirse en el Mercosur para, una vez dentro de él, agilizar su intervencionismo en la política interna de los países miembros, con los cuales ya no tiene ninguna afinidad, porque mal que bien, en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay continúan rigiendo principios básicos del estado de derecho, del régimen democrático y de libertades públicas. Chávez va a pagar en efectivo por su ingreso y tiene billetes a patadas. Quiere comprarles a Brasil y Argentina lo más barato posible la legitimidad internacional que su pertenencia del Mercosur cree le va a proporcionar.
La pregunta que continuaremos formulando una y otra vez es ¿para qué sirve el Protocolo de Ushuaia que pretendió establecer un compromiso para todos sus estados miembros de conservar intactas las instituciones democráticas? En este documento Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay declaran que “La plena vigencia de las instituciones democráticas es esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes del presente Protocolo” (Art. 1) y se comprometen formalmente a que “toda ruptura del orden democrático en uno de los Estados Partes del presente Protocolo dará lugar a la aplicación de los procedimientos previstos en los artículos siguientes” (Art. 3).
¿Van a admitir a Venezuela, cuyo dictador por anticipado ya se excluyó de dichas cláusulas? ¿O lo van a admitir primero para luego aplicarle la “Cláusula Democrática”? El absurdo y el ridículo rodean a esta intención de prostituir al Mercosur, pero está en marcha y solamente los parlamentarios brasileños y paraguayos tienen en sus manos la posibilidad de impedir esta vergonzosa deserción de los principios fundamentales declarados en nuestras cartas fundamentales y tratados de integración.
A los gobernantes actuales de nuestros países, que tanto cacarean su apego a la democracia y a las libertades fundamentales, y que ciertamente gracias a ellas alcanzaron el poder, ahora les tiemblan las rodillas y se les afilan los dientes a la vista de la deslumbrante petrobilletera abierta de un rústico dictador inescrupuloso, dispuesto a todo, incluyendo el soborno de los “demócratas”.
Si nuestros presidentes del Mercosur, aun sabiendo cuál es su obligación histórica con la defensa de los principios y valores políticos que iluminan nuestros pueblos, son capaces de venderse o de liarse en una relación adúltera con un dictador megalómano surgido de las catacumbas de un pasado siniestro, tendremos que convenir que nuestras democracias se venden como auténticas putas. No cabe ya una calificación más dura para describirlas.