sábado, 4 de abril de 2009

Despedida...

Carta del director del diario Crítica de la Argentina a los lectores
Debo ser una de las personas que más se ha despedido en los medios. Hay quienes lo han visto como una especie de postura dandy: -Se aburre y se va - dicen, etiquetando.
Por: Jorge Lanata
Debo ser una de las personas que más se ha despedido en los medios. Me despedí de Página/12, de Veintitrés, de la radio. Me despidieron de la televisión. Me he despedido como víctima de la fatalidad o como ejercicio de libertad. Hay quienes lo han visto como una especie de postura dandy: -Se aburre y se va - dicen, etiquetando.
Hace muchos, muchos años decidí vivir de acuerdo a lo que pienso. Vivo, entre otras
contradicciones, la de levantar empresas sin decidirme a ser un empresario: no creo que el dinero otorgue la razón, ni siquiera que sea un mérito tenerlo. Siempre me causó gracia esa costumbre que lleva a los demás a felicitar al dueño de un auto o una casa nueva, “Te felicito”, dicen. Nunca te felicitan por tener una idea. Dirigir un diario exige no sólo luchar para captar lectores, tener buenas notas, comunicarlas con ingenio, pelearse con los otros medios, el poder, etc., sino también desvelarse por la distribución, el costo del papel, los ajustes de salarios, la falta de publicidad, las estrategias de crecimiento, los bancos y las cuentas. Comencé esta empresa con un veintiocho por ciento de su propiedad y después de volver –otra vez– a vender una casa y poner mis ahorros pero el vértigo del primer año paralelo al crecimiento del proyecto, llevó a que el necesario aporte del resto de los socios redujera mi participación a un 5%. Una empresa, claro, no sólo depende del dinero para comenzarla, sino del flujo para mantenerla mientras se estabiliza. Vivo de mi trabajo, no tengo capital y realmente no soy útil en la desgastante pelea entre quienes disponen del dinero y quienes lo gastan en la producción.
En acuerdo con el resto de los accionistas decidí dejar la dirección periodística de Crítica de la Argentina, aunque seguiré vinculado al diario escribiendo cada domingo el panorama político junto a Luciana Geuna y Jesica Bossi. Marcelo Figueiras, el presidente de la empresa, Antonio Mata, el resto de los accionistas y los editores de la redacción continuarán con su trabajo de siempre en un diario que crece y se consolida en el camino hacia su segundo año en el mercado.
Nuestro contacto, de todos modos, seguirá siendo cotidiano: desde el próximo martes 14 vuelvo a la televisión con Después de todo, un ciclo diario de 20.00 a 20.30 en el Canal 26. Y los domingos en Crítica de la Argentina. Sigo buscando, como ven, motivos para complicarme la vida.
Pd.: Párrafo aparte merece la reacción de ayer de algunos medios al informar con verdadera mala leche sobre esta noticia. Es gracioso y patético verse corrido por izquierda por Clarín: que el diario que convivió e hizo grandes negocios con los militares (Papel Prensa, junto a La Nación), gerenciado por la señora que se sospecha apropiadora de hijos de desaparecidos, que implementa el terror como política laboral (no tiene, por ejemplo, comisión interna) sostenga en un artículo sin firma que Crítica “moderó últimamente su posición sobre Kirchner” es tan torpe que resulta cándido. “Lanata se va por la caída en las ventas” dice Clarín luego de aclarar que no tiene cifras del IVC sino afirmaciones del mercado. Crítica tiene, sin embargo, cifras del IVC: en febrero Clarín cayó 61.875 ejemplares los domingos y 26.213 de lunes a viernes. Cifras altas incluso para los 250.000 ejemplares promedio de Clarín. El diario que montó ilegalmente Radio Mitre, que obtuvo Canal 13 del menemismo y logró la fusión monopólica del cable con Kirchner nos acusa de falta de independencia. Clarín no soporta que no le tengan miedo. Me hubiera gustado, al menos, dar esta pelea con Roberto Noble, su creador, y no con su lobbista Héctor Magnetto y el genuflexo señor Kirschbaum, cada día más encorvado por decir que sí. Nada de lo que digan sobre nosotros cambiará la imagen que ustedes tienen al mirarse al espejo.

Fuente: Crítica de la Argentina