martes, 25 de noviembre de 2008

La lucha por la tierra, una historia sin fin

El pasado 2 de octubre, en Puerto Indio, Alto Paraná (un enclave de la soja, la deforestación y la expulsión campesina), los policías del nuevo gobierno mataron a Bienvenido Melgarejo, un dirigente campesino de la Asociación de Agricultores de Alto Paraná (Asagrapa). La lucha campesina por recuperar la tierra y la vida ya ha costado más de 100 muertos desde 1989. En este número desempolvamos el caso de Benito Gavilán. El sobrevivió a una ejecución para contarnos la historia.
El lunes 19 de septiembre de 2005 en Mbuyapey, departamento de Paraguari, en la colonia Maria Antonia, donde habitan alrededor de 40 familias, unas seis camionetas de la Policía Nacional, con sus esbirros de caqui, atropellan violentamente la comunidad. Entran casa por casa, interrogando, estirando lenguas por las buenas o por las malas. Revuelven todo lo que encuentran a su paso buscando como lobos hambrientos a un solo hombre.
El Comisario Estanislao Cáceres encabeza «el operativo» y al no encontrar ni rastro de la presa se van directo a su hogar. Allí encuentran a su señora, Modesta Cabrera, y a su pequeño hijo de ocho años. Éstos se pegan el susto de la vida cuando el comisario entra a la casa con la natural violencia que tienen estos «representantes de la ley» cuando se trata de obedecer órdenes. Estanislao Cáceres, quizás con los ojos ya inflamados, pregunta: «¿Moo oi la nde mena?¿Moo oi Benito?»
Como Modesta no «cooperaba», Estanislao decide torcer el brazo del pequeño para ver si así por lo menos no le decía en dónde estaba Benito. Modesta no podía contestar correctamente, dado que no sabía qué había pasado de su esposo. Todo lo que pudo decir fue que no sabía nada de él, que temprano había salido a comprar azúcar y desde entonces no había regresado a la casa. Furioso, el comisario pone patas para arriba la comunidad entera. Y de paso, tortura física y psicológicamente a quienes no están dispuestos a «colaborar».

Qué lo que pasó
El pecado de Benito Gavilán, de 35 años en aquel entonces, fue formar una comisión vecinal de sin tierras en Mbuyapey, donde antes no había campesinos organizados. Para lograr conformar la comisión vecinal, Benito viajó hasta Asunción buscando compañeros que le ayuden en su propósito. Entre las diferentes organizaciones que se hacen eco, elige el Movimiento Campesino Paraguayo (MCP). «Péa la che gustáva» nos cuenta.
Desde el 2004 que activa la comisión vecinal María Antonia reclamando tierras para poder cultivarlas y vivir en ellas. Pero parte de las tierras que estaban reclamando «pertenecían» al latifundista Luis Rivarola Beltrán.
Para llegar a un acuerdo con el «dueño» de las tierras reclamadas, Benito y otros dirigentes fueron a hablar con el propio Don Luis Rivarola Beltrán y llegaron a un acuerdo. Las tierras serían ofertadas al indert, se harían las tasaciones, se presentaría la carta de oferta por parte de Luis Rivarola y se pagaría el valor de las tierras. Y los sin tierra encabezados por Benito tendrían sus tierras.
Pero algo anduvo mal, porque al parecer el indert no pagó al señor Rivarola. Y Rivarola, enfurecido y preocupado, descargó su furia latifundista contra los campesinos que estaban acampando al borde de «sus» tierras. Su furia llegó hasta Benito y sus compañeros con la cara del comisario Estanislao Cácerez vestido de fiscal y con orden de desalojo. Y el drama se caldeó.

«Aníkepeiketi, peike ha pogarroteakáta»
Lo cierto es que desde la creación de la comisión Benito tuvo que ser mucho más prudente en sus salidas, puesto que andaba recibiendo amenazas de muerte.
Ese mismo lunes 19 de septiembre cerca de las siete y media de la mañana Benito va camino a la despensa para comprar azúcar, cuando en el camino lo sorprenden dos personas en motocicleta:
–¿Mooiko reho?– pregunta el policía Francisco Brizuela.
–Aháta ajogua azucá che rajpe almacéngui. – responde Benito
–Nderehomo’ãi.
Es entonces cuando Francisco Brizuela baja el cierre de su campera, enseña una escopeta corta y pone el caño en el costado de Benito y le tuerce el brazo. En eso el segundo tripulante de la moto, que no es otro que el policía Agustín Pérez, desenfunda una pistola calibre 22 y apoya la punta directo a la cabeza de Benito. Y sin mediar palabras aprieta el gatillo para asesinar a sangre fría al dirigente de la comisión vecinal María Antonieta, que ya había causado muchos problemas como para seguir vivo.

No contaban con mi astucia
Una bala incrustada en el ojo izquierdo. Tras el disparo, el cuerpo de Benito cae desplomado en el suelo, con el rostro totalmente ensangrentado. A patadas lo quitan del camino y lo dejan a un costado. Francisco y Agustín, cumplida la misión, abandonan el lugar y son ellos mismos quienes denuncian ante la fiscalía el hecho.
Lo que el latifundista Luís Rivarola Beltrán, el comisario Estanislao Cácerez y los esbirros Francisco Brizuela y Agustín Pérez no esperaban era que el disparo alertaría los pobladores y rápidamente irían a ver que pasó.
Cuando los compañeros de Benito lo encontraron al costado del camino, éste respiraba todavía. Rápidamente lo alzaron, lo escondieron en un kaœaguÿ cercano sabiendo que sus asesinos lo buscarían nuevamente.

La versión «oficial» de los hechos
Fiscales, jueces y refuerzos fueron a buscar el cuerpo de Benito, que según ellos mismos, se había puesto retobado y había amenazado a los «agentes de la ley» con un filoso machete. Y que el disparo lo habrían efectuado sus propios compañeros, pero en vez de dar a los policías dieron a la cabeza de Benito. «Ose porã mo’ã chugui kuéra la che jukaiterire», nos cuenta su insólita historia Benito Gavilán.
Al no encontrar el cuerpo de Benito se inició una cacería desesperada. Casa por casa lo buscaron y tampoco dieron con él. Incluso cerraron rutas y realizaron inspecciones a los automóviles sospechosos.
Pero Benito estaba escondido y tuvo que esperar hasta el miércoles de madrugada para poder salir de su escondite y buscar urgentemente ayuda médica. Cruzaron en canoa el río Tebicuary hacia Misiones ya que las rutas estaban custodiadas. En un vehículo particular lograron evadir los controles y llegaron al local del MCP en Asunción. De allí en taxi a Emergencias Médicas, donde los problemas siguieron dadas las precarias y conocidas condiciones en que opera este lugar estatal. Pero ya estaba a salvo y los compañeros del MCP denunciaron a la prensa la verdad de los hechos.

La historia sin fin
El caso de Benito Gavilán, actual coordinador departamental de Paraguarí del MCP, es uno de los cientos de casos de ajusticiamientos denunciados ante la ley por problemas relacionados con la tierra. Su historia solo es sutilmente diferente a las demás. Benito sobrevive.
Aun así la impunidad sigue, puesto que los responsables de este intento frustrado de asesinato están libres, y la vida de Benito aún está en riesgo. Pero existen denuncias concretas hechas por la Comisión de Derechos Humanos en Paraguay y por el MCP ante la fiscalía dentro de este nuevo gobierno. Existen expectativas positivas de justicia. Paciencia y esperanza están a la orden.

Fuente: E´a