sábado, 19 de julio de 2008

Perder amigos rápido

La presidenta de Argentina sufre un doloroso golpe a su credibilidad
Cuando Cristina Fernández eligió a un vapuleado miembro de la oposición del partido opositor del radicalismo, como su compañero de formula en su exitosa campaña presidencial del año pasado, pareció una táctica astuta para ganar votos fuera del peronismo.
Pero ahora, esa idea que asumió la señora Fernández de que el vicepresidente le sería más fiel a ella que a sus partidarios radicales, parece haberse convertido en un acto de suicidio cercano.
La Presidenta Fernández ha pasado los últimos cuatro meses en una batalla encarnada con los ruralistas argentinos que lanzaron una masiva campaña de protesta con paros, y cortes de ruta luego de que el Gobierno aprobara un incremento de los impuestos a la exportación de soja y otros productos del campo, cerca del 40 por ciento.
Pero Fernández y su combativo esposo, Néstor Kirchner, anterior mandatario a la presidencia de ella y presidente del Partido Justicialista, rechazaron la baja de dichos impuestos en orden de alcanzar el compromiso contraído con el pueblo.
Fernández claramente sobrestimó la presión ejercida en sus legionarios partidarios en las provincias del interior, cuyos distritos estaban en abierta oposición a los nuevos impuestos.
A pesar de la abultada mayoría de legisladores en ambas cámaras, sus diputados debieron establecer nuevos beneficios a los pequeños agricultores en orden de poder ser aprobada la ley en la Cámara baja.
La cuenta pasó luego al Senado donde un torrente de defectos de la presidenta Fernández produjo un empate en 36 votos.
La decisión final cayó sobre Cobos, cuya relación con la Presidenta estaba congelada. Hacía un mes que prácticamente no hablaban por la presunción de Fernández que Cobos había actuado en forma independiente durante el conflicto, tratando de brindar un acercamiento con el campo.
Mientras Cobos votaba, se disculpaba: "La Presidenta me va a entender, porque creo que esta ley que se busca aprobar no brinda una solución al conflicto".
La presidenta Fernández sufrió un golpe al aura invencible que heredó de su esposo. Ahora deberá empezar a gobernar como alguien que desea salvar su presidencia. Tiene un número de opciones para reestablecer la credibilidad con sus votantes. Para empezar podría ella misma reducir el monto de los impuestos, sin esperar que una corte judicial lo determine, luego del rechazo en el Congreso.
Otras medidas populares a seguir podrían incluir el corregir el nivel de inflación oficial, manipulado por su esposo en más de la mitad de los índices y reemplazando algunos de sus flexibles ministros heredados por el ex presidente Kirchner por algunos tecnócratas independientes.
Cristina Fernández tiene todavía tres años y medio más en su cargo y es demasiado temprano como para que firme su obituario político. Pero si falla en el aprendizaje de sus errores, fracasará como una de las servidoras más incapaces o inútiles en la historia de la democracia reciente.

Fuente: Economist.com