- ¡Rajemos negra! - gritó el hombre. Acomodó la relación entre su cinto y su inmensa barriga, manoteó la Eskiltuna y se la metió en la cintura. Sin mayor trámite agarró a su amada por el cuello y corrieron a refugiarse en el interior de un galpón que transpiraba misterio.
En el camino se cruzaron con gordos militantes de la UOCRA que, en desorden y con espanto en la cara, se replegaban rumbo a donde eran perseguidos por otros gordos, pero de Moyano.
Empeñados en el entrevero, unos y otros gordos ignoraron la parrilla cargada de chorizos que "la negra" y su compañero preparaban para ingresarlos al mercado a tres pesos per cápita, una vez terminado el acto.
De golpe, en segundos, en el playón que daba a la calle Alvear, sólo quedó "Río Negro". La batalla se trasladó a un punto que desde ahí sólo se conocía por las puteadas que la engalanaban. Llegaron dos bonaerenses.
- Señor, si quiere entrar al estadio hágalo ahora...¡Acá afuera hay goma! - dijo uno de los efectivos y se sintió abrir una puerta de uno de los baños químicos instalados en el lugar. Era otro gordito, pero pelirrojo. Se ajustaba el pantalón y cual predilecto de reflejos bien entrenados, miró a los bonaerenses y se explicó:
- No tengo nada que ver con la rosca que se armó... Estaba en el baño cagando. Y me quedé adentro para no ligarla- dijo. Apretó las piernas y se fue.
Eran las 17 y 27. Y el peronismo comenzaba a deslizarse hacia ese lugar común que según Ezequiel Martínez Estrada tanto lo define: estar siempre propenso a caer en un "eclipse parcial de facultades".
Porque adentro del estadio de Almagro los discursos procuraban, no sin éxito, ubicarse fuera de la colisión. No tenían la nervadura agresiva que tanto definió el discurso del poder en el marco de la crisis que jaquea al país. A lo sumo lo más agrio estuvo en boca de un hombre con buena formación intelectual y que privilegia la reflexión: el gobernador Capitanich. Pero no más.
Hubo mucho de "nosotros", es cierto. Un "nosotros" que en manos del peronismo refiere a proyecciones no muy abarcativas. Porque en manos del peronismo el "nosotros" suele ser sinónimo de verdad en un solo lado. Y cuando eso sucede, el manejo de cualquier conflicto ,por parte del poder peronista, siempre deviene en "buenos" y "malos".
De ahí en más, la expulsión del "otro" del campo racional.
Pero en los discursos de ayer no hubo "buenos" y "malos". Y si los hubo, estuvieron tamizados por otras categorías, como las que usó Capitanich para definir a quienes integraron la inútil Alianza. Pero no más.
Y no es poco después de tanto verbo semanal furioso por parte del matrimonio K y asociados.
Pero en las calles que rodean al estadio de Almagro sí había "buenos" y "malos". Se daba entre gente de propia tropa: entre peronistas.
Una familia muy tormentosa. Puede matarse y amarse entre sí en la misma unidad de tiempo. Y siempre con frenesí.
Carlos Torrengo / carlostorrengo@hotmail.com
Fuente: Diario Río Negro