Faltan apenas horas para que Cristina Fernández reemplace a su esposo, Néstor Kirchner, en la presidencia de la nación. En los diarios de este domingo, periodistas, opinadores de todo tipo y personalidades de la política compiten para evaluar logros y deficiencias del gobierno que termina, coincidiendo en términos generales en aplaudir su "política de derechos humanos". Lo notable de esas notas no es lo que dicen, sino lo que silencian, igual que lo callaron estos largos cuatro años. El gobierno que aplauden llevó adelante una efectiva política represiva que le valió superar a todos sus antecesores, tanto en materia de represión política, como respecto de la represión cotidiana de control social.
En lo primero, Néstor Kirchner es el presidente durante cuyo gobierno hubo mayor número de presos políticos y militantes sometidos a procesos penales desde 1983. No se quedó atrás en cuanto a la represión directa a movilizaciones y manifestaciones, utilizando también las fuerzas de seguridad federales, como la gendarmería y la prefectura, contra trabajadores organizados, y para militarizar provincias, ciudades, y hasta hospitales y escuelas. También es el gobierno que impuso la utilización de patotas oficiales y oficiosas que le permitieran, a través de una suerte de "tercerización" de la represión, mirar para otro lado cuando estos grupos de choque, generalmente integrados por militantes de alguna de las facciones del partido de gobierno, o "batatas" de los sindicatos burocráticos, atacaron trabajadores en lucha por sus derechos.
En el segundo aspecto, el de la represión de control social, el que se va es el gobierno que más hizo para conservar y fortalecer las facultades de las fuerzas de seguridad para hacer detenciones arbitrarias, como lo prueba el desconocimiento deliberado, desde septiembre de 2003, de la sentencia internacional en el Caso Bulacio, que ordenó al estado argentino derogarlas. La tan propagandizada "renovación" de la corte suprema produjo fallos en los que se niega el carácter de crimen de estado al delito cometido por agentes del aparato represor del estado por el solo hecho de haber sido perpetrados en "democracia", lo que claramente significa que repudian la tortura del pasado, pero toleran la del presente, protegen a sus autores materiales y a sus responables políticos. Con el gatillo fácil, la tortura, las desapariciones, las masacres en cárceles, el gobierno de Néstor Kirchner asesinó casi 900 personas, superando cualquier índice anterior, de la mano del mayor silenciamiento mediático que se recuerde.
La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, CorRePI, desde antes que este gobierno asumiera, alertó sobre su potencialidad represora, evidenciada -como ocurre ahora con Cristina Fernández- con la composición de su gabinete. Lo hicimos ya el 24 de mayo de 2003, en este mismo Boletín Informativo. Cuando muchos esperaban que las pomposas declaraciones contra la criminalización de la protesta de los primeros meses de gobierno tuvieran algún efecto real, desenmascaramos la farsa al plantear la amnistía a los luchadores condenados, procesados o imputados en causas penales por motivos políticos. En septiembre del mismo año 2003 señalamos el carácter proimperialista del gobierno que ofrecía el territorio nacional para que los yanquis vinieran a dirigir los ejercicios Aguila III. Apenas comenzado octubre, denunciamos que la represión a trabajadores y desocupados en el subterráneo era la prueba inicial de que avanzábamos ya a la etapa de represión explícita. Sólo unos días después, en Jujuy, Luis M. Cuéllar fue el primer muerto en la represión a una manifestación.
Desde entonces, sería imposible enumerar todos los hechos represivos sin olvidar alguno. Intentamos sistematizarlos en los sucesivos informes anuales, como el que este viernes 14, a las 17:00, presentaremos en Plaza de Mayo. No nos equivocamos cuando hace cuatro años alertábamos a los que caían seducidos, o al menos dudaban, frente a los cantos de sirenas. El que termina ha sido un gobierno explotador, represor, de derecha, como lo será, aún más intensamente, el que viene.