martes, 30 de octubre de 2007

Hace 69 años una radionovela desataba una histeria colectiva

“La guerra de los mundos” fue un radiodrama representado por la compañía de Orson Welles, en el Mercury Theatre on the Air, y emitido por la CBS a las ocho de la noche del domingo 30 de octubre de 1938, su representación asustó a la audiencia estadounidense al dramatizar con gran realismo esta novela.
En la introducción del programa se explicaba que era una dramatización; el segundo aviso llegó 40 minutos más tarde, después de que el locutor de la CBS, la cadena radial donde se emitía el espacio, muriese en la azotea de la emisora, víctima de gases malignos. Pero para esa altura del programa ya eran cientos los llamados telefónicos que recibían las autoridades policiales y las redacciones de Nueva York y Nueva Jersey, donde supuestamente ocurrían los hechos.
El pánico llevó a muchos a tomar medidas extremas, como fugarse de sus casas con lo puesto hacia terrenos abiertos para evitar los gases venenosos marcianos, o a esconderse en los sótanos, provistos de revólveres y toallas mojadas para proteger sus vías respiratorias.
Los últimos 20 minutos del programa, de casi una hora de duración, fue un relato de cómo los invasores, después de un primer triunfo ante las tropas estadounidenses, iban pereciendo a causa de vulgares microorganismos. Ese relato lo hacía el astrónomo y profesor Richard Pearson, personaje central del radioteatro, al que le ponía voz el propio Welles.
Carl Phillips: ¡Un momento! ¡Algo está sucediendo! ¡Señoras y señores, es algo terrible! El extremo de la cosa está empezando a moverse. La parte superior ha empezado a dar vueltas como si se tratase de un tornillo. La cosa debe estar hueca … Señoras y señores, se trata de la cosa más terrorífica que he presenciado en mi vida. Un momento, alguien se está deslizando fuera de la apertura superior. Alguien…o algo. Puedo ver como dos discos luminosos que observan desde el agujero negro. ¿Son ojos? … ¡Dios Santo! Algo está saliendo de la sombra, retorciéndose como una serpiente gris. Ahora otro, y otro, y otro. Parecen tentáculos. Sí, puedo ver el cuerpo de la cosa. Es grande como un oso y brilla como si fuese cuero mojado. Pero ese rostro, señoras y señores, es indescriptible. Me cuesta trabajo obligarme a seguir mirando. Los ojos son negros y brillan como los de una serpiente. La boca tiene forma de uve y la saliba cae de sus labios sin bordes que parecen temblar o palpitar. El monstruo, o lo que sea, apenas puede moverse. Parece paralizado por… seguramente la gravedad o algo semejante. Se trata de una experiencia extraordinaria. No puedo encontrar palabras. Mientras hablo, estoy transportando el micrófono. Me veo obligado a suspender el reportaje hasta que halla encontrado un nuevo emplazamiento. ¿Quiere sostenérmelo, por favor? Volveré dentro de un minuto. (Secuencia de “La guerra de dos mundos”)