jueves, 25 de enero de 2007

A 10 años...



(Fotos: José Luis Cabezas, DyN, Telam, Fernanda Forcaia; Ilustración: Hermenegildo Sabat)

Cronología del caso
Por Alicia Salinas
La madrugada del 25 de enero de 1997 el fotógrafo de la revista Noticias José Luis Cabezas fue secuestrado en la puerta de su casa cuando llegaba de la fiesta del empresario Oscar Andreani, en Pinamar. Lo asesinaron en una cava de General Madariaga: lo esposaron, le pegaron dos tiros en el cráneo y después quemaron su auto. El crimen causó conmoción y se transformó pronto en un escándalo nacional. En meses previos Cabezas había sufrido amenazas.

La investigación fue dificultosa y enmarañada, con la disputa entre Menem y el gobernador de la provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde como telón de fondo. Al principio se intentó introducir en la causa la versión de que Cabezas era un extorsionador y que lo mataron porque amenazaba a una prostituta con difundir fotos en las que se la veía desnuda. Fue la pista falsa de los Pepitos.

En 1998 Alfredo Yabrán se suicidó con un tiro de escopeta en un campo de Gualeguaychú, Entre Ríos, días después de que la justicia librara una orden de captura en su contra. Este empresario con estrechas vinculaciones con el menemismo, que salió a la luz cuando el ex ministro Cavallo lo nombró en el Congreso en agosto de 1995, estaba sospechado de ser el autor intelectual del crimen.

El 2 de febrero de 2000 la Cámara de Apelaciones de Dolores determinó que hubo un plan "deliberado y frío" para asesinar a Cabezas y que ese plan fue ejecutado por una banda compuesta por policías y delincuentes comunes. Éstos últimos recibieron el nombre de Horneros por provenir del barrio platense de Los Hornos. Estaban ligados a la hinchada de Estudiantes y “trabajaban” para algunos punteros políticos.
La Cámara condenó a prisión perpetua al ex jefe de seguridad de Yabrán, Gregorio Ríos, en carácter de instigador. A reclusión perpetua a los ex policías Gustavo Prellezo, en calidad de autor, Aníbal Luna y Sergio Camaratta como copartícipes primarios. Prellezo era oficial de Judiciales de la oficina de Mar de Ajó, Luna oficial de calle de Pinamar, Cammarata jefe de la jurisdicción de Santa Teresita.
Los cuatro horneros fueron sentenciados a prisión perpetua como partícipes primarios: Horacio Braga, Gustavo González, Héctor Retana (que murió en prisión) y José Luis Auge.

En diciembre de 2002 fue condenado a prisión perpetua el ex comisario de Pinamar Alberto Pedro Gómez, acusado de "liberar" la zona.

El 13 de noviembre de 2003 el Tribunal de Casación bonaerense redujo las condenas y como los "horneros" quedaron sentenciados a penas de entre 18 y 20 años de cárcel, desde diciembre de 2004 hasta abril de 2005 la Cámara Penal de Dolores los fue excarcelando previo pago de abultadas fianzas.

En 2004 Casación también atenuó las condenas de Ríos (a 27 años), de Camaratta (a 25) y Luna (a 24). Los dos últimos recuperaron la libertad el año pasado tras pagar 40 mil pesos de fianza.

En octubre Ríos fue beneficiado por la Cámara penal de Dolores con prisión domiciliaria, aunque hay quienes afirman que se trata de un eufemismo. El mes pasado un reportero gráfico lo habría fotografiado fuera de su casa.

El argumento de la justicia para conceder las libertades fue la aplicación de la llamada ley del dos por uno (nº 23.390), que permite la libertad si se han cumplido las dos terceras partes de la pena. La norma, que ya fue derogada, computa doble cada día de detención sin sentencia firme. También se tuvo en cuenta la “buena conducta” de los condenados en prisión.

El ex oficial Prellezo es el único cuya condena no fue atenuada y deberá permanecer tras las rejas a perpetuidad. Gómez también continúa detenido.

Desde hace 10 años José Luis Cabezas nos mira desde el emblemático volante que se difundió masivamente tras su asesinato. Esa mirada contundente continúa interpelando y pidiendo que no haya olvido. Por eso nuestro compromiso es con la memoria, nuestra lucha es contra la impunidad. Repudiamos que casi todos los miembros de la banda de delincuentes que lo mató estén en libertad a pesar de la gravedad del hecho por el que fueron juzgados. ¿Quién paga sus fianzas? ¿Quién financia a sus costosos abogados?

El asesinato de Cabezas nos golpeó a todos los argentinos, quiso aleccionarnos. Su muerte no es ni más ni menos importante que la de tantas otras víctimas que cayeron en esta última década. Pero es especial en el sentido de que transmitió un mensaje mafioso: no se metan con el poder, no busquen la verdad, no muestren la impunidad. Los homicidas no lograron su objetivo porque nuestro compromiso sigue siendo el de trabajar con la información, contra la censura, por el derecho de la población a enterarse, a conocer, a decidir.

La sociedad comprendió de inmediato el mensaje mafioso que entrañaba el crimen, cometido con métodos que hacían recordar a los de la dictadura. Las movilizaciones en todo el país fueron un conjuro contra el terror que pretendía sembrarse. Demostraron el hartazgo y sobre todo la necesidad de que la justicia esclareciera la verdad sobre el crimen y sancionara a sus ejecutores. La muerte de Cabezas se convirtió en un símbolo de lo que no queremos que suceda nunca más.

El 28 de noviembre José Luis hubiera cumplido 45 años. Pagó con su vida el hecho de ponerle rostro al enigmático magnate telepostal Alfredo Yabrán. Hasta que en febrero de 1996 José Luis lo fotografió caminando con su esposa en una playa de Pinamar, su retrato era ignorado públicamente. A Cabezas lo mataron por hacer su trabajo, por investigar.

Los periodistas sólo somos el nexo entre la información y la comunidad. Cuando nos silencian, nos acorralan y nos agreden desde los sectores de poder o desde los propios medios de comunicación, toda la sociedad pierde. La lucha es cotidiana, intestina, continua. La lucha es por poder expresarnos libremente para que la ciudadanía ejerza su derecho a estar informada. Por eso en este camino no podemos ni debemos estar solos. Necesitamos de los lectores, de los radioescuchas, de los televidentes, de los usuarios de Internet. De toda la gente.

En estos últimos diez años hemos atravesado como país todo tipo de situaciones traumáticas e injustas. Los periodistas sufrimos despidos, censuras, amenazas, achiques, precarización, pasamos a trabajar para los grandes multimedios que pase lo que pase nunca pierden. La corrupción no es un hecho aislado. Hoy sigue habiendo una trama de impunidad, una cadena de omisiones, una agresión a la libertad de expresión. No somos indiferentes a estos ataques, bregamos por la pluralidad informativa, por el respeto a nuestra tarea, por un nuevo esquema de la propiedad de los medios, por la siempre postergada ley de radiodifusión. Por justicia para todas las víctimas.

A veces parece que tantas injusticias y tantas muertes nos anestesian. Por eso tenemos que construir la memoria, fortalecer la democracia, no cejar en nuestro reclamo por garantías para trabajar y vivir en paz. José Luis Cabezas está presente, nos mira y todavía nos pide que como sociedad no olvidemos, que no permitamos que se reproduzcan las condiciones que hicieron posible su asesinato. Y no lo olvidamos, como tampoco a los compañeros que la dictadura hizo desaparecer por intentar cumplir con el compromiso de informar. Aunque por la lógica perversa de los medios ya no sean noticia.

No se olviden de Cabezas es una frase que aún tiene sentido, una consigna que nos obliga a recordar y a luchar por un presente donde la corrupción, la mafia y las muertes no sean moneda corriente.