Conocimos a la Escuela de Rock en una de esas jornadas donde la música y la solidaridad se dan la mano. Fue durante un festival solidario en el Club Constitución, organizado a beneficio de Marcela Giuliana Camila Gallo. Allí, entre bandas y aplausos, los chicos y chicas de la banda brillaron con fuerza propia: hicieron vibrar el escenario y dejaron una huella. Su energía contagiosa y el talento que desbordaron nos motivaron a saber más. Así nació la invitación al piso de Aire Libre, Radio Comunitaria, para escucharlos en vivo, conocer su historia de cerca y seguir compartiendo esa pasión que no deja de crecer.
Lo que comenzó como un sueño íntimo entre acordes y ensayos caseros, hoy es un verdadero proyecto comunitario que respira música, pasión y amor. La Escuela de Rock, nacida en el Distrito Norte e impulsada por Roberto Verón, se ha convertido en mucho más que un espacio de aprendizaje: es una banda viva, en constante crecimiento, hoy es una verdadera banda de chicos y chicas del Distrito Norte que hacen vibrar a su comunidad, se expresan, se encuentran y hacen sonar su voz con fuerza propia.
"La escuela se fue dando casi sola. Todo empezó en casa, con la idea de que los chicos pudieran mostrar lo que hacen. Y desde ahí, no paramos más", relató Roberto a Marcelo Stampone, con emoción.
Hoy, la Escuela de Rock está transitando su segundo año de vida, y lo hace con una energía que contagia. Desde aquella primera muestra en diciembre, la propuesta no ha dejado de expandirse, sumando instrumentos, voces, talentos y sobre todo, vínculos. Porque lo que une a esta banda no es sólo la música: es el compañerismo, la escucha y el deseo compartido de hacer algo hermoso entre todos.
Una banda que crece a puro ensayo y corazón
La banda surgió de manera natural, como se dan las cosas cuando hay entusiasmo genuino. Primero guitarra y piano, después canto. Y de pronto, se sumó Santino, que aunque no es alumno directo de Verón, encontró en el grupo un lugar donde expresarse con su instrumento: la batería.
"Él no venía a clases conmigo, pero tenía muchas ganas de tocar rock. Y lo sumamos, porque esto también se trata de abrir puertas", dijo el profe.
Aún sin bajista estable, el grupo se las arregla para sonar con cuerpo y fuerza. Tocan, ensayan, prueban, se animan. Santiago, el más pequeño, con tan solo 9 años, ya hace rugir su guitarra eléctrica. Pedrito, de 14, volvió a las clases luego de una pausa, y ahora también explora el piano y hasta comparte sus propias composiciones. "Eso me llena de orgullo", confiesa Verón. En cada uno, hay una historia. Y en cada historia, un proceso que va más allá de lo musical.
Un espacio para volar
Durante la entrevista, Verón presentó al grupo que lo acompañó en la radio: la primera banda que se formó. Como son muchos chicos, se organizan en diferentes formaciones, lo que permite que todos tengan su momento de protagonismo. Es una dinámica flexible, amorosa, donde cada quien puede encontrar su voz, su ritmo y su lugar en el escenario.
"Yo solo trato de acompañarlos, darles herramientas para que vuelen solos", explicó el profe.
Y ese vuelo ya empezó. En los ensayos, en las muestras, en las charlas. Santiago, que antes dudaba entre la música y el fútbol, ahora se inclina cada vez más por la guitarra. Pedrito volvió con fuerza. Santino explora distintos instrumentos. Cada uno, con sus tiempos y sus ganas, va encontrando una forma de decir.
Un aluvión de afecto
Durante la transmisión en Aire Libre, los mensajes no tardaron en llegar. Fue una verdadera catarata de amor. Madres, padres, tíos, tías, amigos, vecinos. Todos quisieron estar presentes con sus palabras de aliento.
Luján, mamá de Santiago, mandó un saludo lleno de orgullo. Osvaldo, papá de Lucio, también se hizo escuchar. Priscila, Alejandra, Cata, Sara, Gi, y tantos más enviaron mensajes que dejaron claro que esta escuela no solo forma músicos, sino que moviliza a toda una comunidad.
"Qué lindo escuchar jóvenes llenos de pasión y sueños. ¡Sigan así y disfruten, que eso es lo más importante!", escribió una oyente anónima, dejando una frase que podría ser el lema de esta escuela.
No faltaron los pedidos de clásicos, como el de Fer Arabia que pidió un tema de Sui Géneris, ni los saludos desde distintos puntos como Cañada Rosquín, Granadero Baigorria o el Club Parquefield.
La música como puente
La Escuela de Rock no es solo un taller. Es un proyecto que late. Que transforma un rincón del barrio en escenario. Que construye vínculos entre generaciones, que da sentido a los días y motivos para creer en lo colectivo.
En cada acorde, en cada ensayo, en cada sonrisa que se cruza al terminar una canción, se siente que algo importante está ocurriendo. Porque cuando una escuela nace del corazón y crece con amor, los resultados no se miden solo en talento. Se miden en emoción compartida.
Y eso, en estos tiempos, vale oro.
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