domingo, 6 de julio de 2025

Leila Guerriero: La historia sin fin

Los señores de la guerra no sangran: mandan a sangrar a otros
El presidente de EE UU, Donald Trump, recibe al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en la Casa Blanca, el 25 de marzo de 2019
Por: Leila Guerriero
En Los monstruos de Einstein, Martin Amis escribió: "¿Cuál es la única provocación que puede disparar el uso de armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cuál es el blanco principal de las armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cuál es la única defensa establecida contra las armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cómo prevenir el uso de armas nucleares? Amenazando con usar armas nucleares. Y así no podemos sacarnos de encima las armas nucleares por culpa de las armas nucleares". La escritora Rita Dove dijo: "La mala poesía confesional (…) exclama: '¡Oh, miren toda esta sangre!'. Pero yo pienso: 'A nadie le interesa tu sangre, haceme sangrar mientras te leo". Joseph Heller, excombatiente de la Segunda Guerra, hace sangrar con su novela Trampa 22, una parodia rabiosa del conflicto. Escribe: "¿Qué es un país, al fin y al cabo? Un trozo de tierra rodeado por todas partes de fronteras, por lo general antinaturales. Los ingleses mueren por Inglaterra, los americanos por América, los alemanes por Alemania, los rusos por Rusia. Hay unos 50 o 60 países luchando en esta guerra. No es posible que merezca la pena vivir por todos ellos". Los señores de la guerra no sangran: mandan a sangrar a otros. Su caligrafía tiene la forma de aviones de 2.100 millones de dólares con los buches atragantados de bombas de 13.000 kilos; 55.000 personas asesinadas y decenas de niños muertos por inanición. Es un arte de matones. Escriben libros con restos humeantes de carne humana. W. S. Merwin tiene un poema: "Cuando acabe la guerra/ por supuesto estaremos orgullosos el aire/ finalmente se podrá respirar/ el agua hará mejores los salmones/ y el silencio del cielo va a migrar con mayor perfección/ los muertos pensarán que los vivos valieron el esfuerzo y nosotros/ sabremos quiénes somos/ y todos volveremos a enrolarnos". La historia sin fin: la lujuria del poder y de la muerte. Ha contribuido a escribirla el voto de ciudadanos probos, enrolados en los castos brazos de sus democracias. Antes, ahora, después.
Foto: Jabin Botsford, The Washington Post/Getty Images
Fuente: Diario El País